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28 Dic 2025
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Silvestre Olivotti llegó a la Argentina en 1947 y, una década después, fundó una de las heladerías más emblemáticas de Buenos Aires. Artesanía, familia y memoria inmigrante, en cada cucharada.
La historia de Cadore, un sueño helado hecho tradición

La historia de Heladería Cadore es también la de miles de inmigrantes italianos que, a mediados del siglo XX, llegaron al país con una valija, un oficio y la ilusión de “hacerse la América”. Pero en el caso de Silvestre Olivotti, ese oficio tenía sabor propio: el helado artesanal, una tradición familiar que se remontaba a fines del siglo XIX en el norte de Italia.

El viaje que lo trajo desde Europa a Buenos Aires en 1947 marcaría su destino. Tenía 21 años y venía solo, en la posguerra, empujado por un continente devastado y por una herencia que pesaba tanto como lo sostenía. Había nacido en 1926 en Cibiana di Cadore, una pequeña localidad alpina donde los Olivotti llevaban generaciones elaborando y vendiendo helados.

Una tradición que empezó en la calle

Antes de las vitrinas y las paletas, el helado se vendía en carritos. A fines del siglo XIX, en ciudades como Trieste, el bisabuelo Valentino Olivotti ofrecía su producto de manera ambulante. Los “carrettini” —cajas metálicas refrigeradas con hielo y sal— exigían trabajo manual constante para evitar la cristalización. Era un oficio duro y artesanal, que sobrevivió a crisis económicas y guerras.

Esa tradición pasó de Valentino a su hijo Ignazio, luego a Arduino y, finalmente, a Silvestre. “Los helados se producían con enorme dificultad, todo era casero y precario”, recuerda Gabriel Famá, sobrino de Silvestre y actual continuador del negocio. La familia atravesó la Italia de Mussolini y la Segunda Guerra Mundial; el padre de Silvestre murió a causa de heridas de guerra, y el joven quedó pronto al frente de su madre y su hermano.

Llegar, trabajar, volver al amor

Como tantos inmigrantes, Silvestre empezó desde abajo. Recién llegado, trabajó en la construcción junto a un tío, mientras ahorraba para retomar su verdadera pasión. Un año después se reunieron con él su madre, Filomena, y su hermano Ivo. Durante más de tres años alternó changas hasta reunir el capital inicial.

A comienzos de los años 50 dio el primer paso: abrió una heladería llamada Cachito, en La Paternal, junto a un socio. Allí no solo volvió al oficio familiar; también conoció a Delia Saladino, su compañera de vida y de trabajo. El helado, otra vez, era el puente.

Nace un clásico porteño

El sueño propio se concretó en 1957, cuando inauguró Cadore en Avenida Corrientes 1695. Eligió esa calle por su pulso cultural y nocturno: teatros, cafés y una ciudad que no dormía. Cadore se integró de inmediato a ese paisaje y, con el tiempo, se volvió un ícono.

A diferencia de otros negocios, Olivotti nunca buscó franquiciar ni expandirse sin control. Su regla era clara: el helado debía elaborarse y venderse en el mismo lugar, todos los días, con materias primas seleccionadas, sin colorantes ni conservantes. Lo artesanal no era un eslogan, era una convicción.

Crisis, trabajo y continuidad

El camino no estuvo exento de dificultades. La hiperinflación de los años 80 golpeó fuerte: precios que cambiaban varias veces al día y márgenes imposibles de prever. Aun así, Cadore resistió. Silvestre y Delia trabajaban jornadas interminables, desde la mañana hasta la madrugada, con la misma dedicación de siempre.

En 1995, a los 69 años, Silvestre se retiró y dejó el negocio en manos de sus sobrinos. No hubo ruptura: la continuidad familiar estaba asegurada. Hoy, las recetas, los procedimientos y la filosofía original siguen intactos.

Cadore es, en definitiva, mucho más que una heladería. Es la historia de un carrito en Italia que encontró destino en Buenos Aires; de un inmigrante que convirtió herencia y sacrificio en identidad porteña; y de un helado que, desde hace más de seis décadas, guarda memoria en cada sabor.

Fuente 
“La heladería Cadore tiene una historia que se remonta a Italia y llega a Buenos Aires con la inmigración de Silvestre Olivotti en 1947” — La Nación

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