La historia de Agustina tiene el entusiasmo como denominador común.
«Nací en Bahía Blanca, vengo de una familia bien de campo, mi papá es productor vacuno y de cría», afirma la joven en diálogo con LA ARENA.
De chica parecía que el germen de la producción crecía, optó por estudiar Ingeniería Agrónoma en la Universidad de Bahía Blanca y al recibirse, en 2016, llegaría un viaje al exterior que la cambiaría para siempre.
La joven, la mayor de cuatro hermanos, dejó su terruño natal para irse becada al sur de Francia, en la zona rural de Montpellier, donde conoció lo que más tarde le marcaría un camino sin retorno.
LA VUELTA.
El regreso de Agustina al país no fue del todo bueno. Atravesaba un mal momento, estaba disconforme y solo sabía que tenía que sacar fuerzas desde algún lado para salir adelante.
«Cada vez que estaba mal trataba de traer a mi mente esos tres meses en Francia donde ordeñé y le di de comer a las ovejas», rememora al ampliar que, en ese momento, le «cayó la ficha».
Agustina, acompañada de su pareja, se mudó a la localidad bonaerense de América, situada a poco más de 170 kilómetros de Santa Rosa, donde comenzó a trabajar en una agronomía.
«En ese momento me sonaba cada vez más fuerte la idea de tener algo propio, algo mio», indica. Y reafirma: «Lo que quería hacer, pese a todo, era tener un tambo de ovejas, fabricar quesos de ovejas, como los que vi en Francia, pero en mi país, apostar por mi país».
UNA IDEA UN PROYECTO.
La idea creció, tomó forma y fue tanto el «embale», que Agustina lo dejó todo para apostar por su sueño.
«Renuncié al trabajo para ponerme un tambo de ovejas, algo que no es común, porque el queso de ovejas no es para nada común en Argentina», sostiene.
La joven comenzó a moverse. Se fue a vivir a una quinta cerca a América donde comenzó a montar todo. «Empecé a trabajar como asesora, a la mañana armaba eléctricos y a la tarde recorría campos y a la noche trabajaba de secretaria…así durante seis meses», dice.
EL TAMBO.
Córdoba armó todo de a poco, compró ovejas, colocó las instalaciones y empezó a darle forma a su idea.
«Ordeñé durante dos meses y medio, hice 350 litros de leche para hacer los primeros 45 kilos de queso que largué a la venta en el pueblo y los vendí todos enseguida», afirma con tono sonriente.
El boca a boca generó que el producto se lo sacaran de las manos. «No podía producir más y la gente pedía y pedía», grafica.
Pero la joven otra vez debería sortear los obstáculos del destino. Durante el 2018, varias veces autores desconocidos le entraron a robar. «Me carneaban las ovejas y me dejaban las cabezas tiradas por ahí», recuerda.
-¿Cómo te sentías?
-Muy mal. Era más que bronca. Por eso no pude acercarme durante mucho tiempo a las ovejas. Hasta que decidí volverlo a intentar.
VOLVERLO A INTENTAR.
La ingeniera volvió al ruedo en abril de este año, buscó otro predio y armó el tambo de nuevo.
«Sigo viviendo en la quinta pero parte de las instalaciones y las ovejas las llevé al campo a unos 75 kilómetros de América», sostiene.
-¿Cuántas ovejas tenés?
-42.
PRODUCCION ESTACIONAL.
La joven informa que la producción es estacional. La oveja, cuenta, se ordeña de primavera a verano, de unos 4 a 5 meses, y luego la producción se frena.
-¿Tu idea es hacer solo queso o algún otro derivado?
-Solo queso. Se puede hacer dulce de leche pero a mi me gusta el queso.
Agustina refleja en cada palabra la alegría de hacer lo que ama, y de decirle a todos que no lo piensen tanto, que no es tan difícil. «Solo hay que buscar y buscar y tener paciencia», completa.