A primera vista, uno podría preguntarse si existen puntos de contacto entre esos dos productos exportables del Uruguay. Luego de leer este articulo podrán ver los problemas que podemos tener a futuro.
Vista del puerto de Montevideo, Uruguay (EFE)

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Históricamente el queso uruguayo fue el más codiciado en el mercado venezolano y eso es muy positivo para el país. Hay que considerar que los dos mercados de alimentos de excelencia, top o vip de Sudamérica siempre fueron Caracas y San Pablo.
En el caso de Venezuela, el queso uruguayo siempre fue considerado como el de mayor destaque, y era común ver carteles que decían: “queso uruguayo o queso amarillo uruguayo” como forma de atraer a los clientes. Este aspecto solo hace justicia en tanto, la industria láctea uruguaya es una de las industrias insignias de nuestro país.
Su capacidad de producir excelentes productos la ha colocado en los mejores podios de calidad a nivel mundial y regional. Lo que sí ha cambiado para dicha industria es su realidad comercial; el año 2009 fue un mal año para la industria láctea, que luego repunto en el 2010 con un rápido ascenso en sus productos exportables siendo el eje de ello, países como Venezuela y Brasil.
Esta tendencia se mantuvo cuando en el 2011 aumentó 32% el guarismo siendo los mayores compradores Brasil y Venezuela; luego en 2012 se verifica un aumento del 22% con los mismos países; 2013 se presenta un 2% menos pero el eje cambia, Brasil deja de estar en el podio y Venezuela pasa a ser la gran compradora.
En el 2014 se presenta otra caída registrando un 10% menos, pero la industria entra en una dinámica de expansión frente al nuevo mercado que se consolidaba, Venezuela. En el año 2015 Brasil repunta y se nota desde el 2013 que varias industrias amplían su capacidad de producción tomando créditos caros, pero las posibilidades del mercado venezolanas son sumamente redituables y las oportunidades inmensas.
En el 2016 llega el colapso, Venezuela pasa a comprar casi nada y en el 2017 lo podemos tomar como un año “totalmente simbólico para las compras venezolanas”. Esto presenta uno de los shocks más importantes en la industria. Inversiones comprometidas, cupos confirmados, materia prima pre comprada, aumento de planilla de trabajadores y vencimientos, entre otros, conformaron un cocktail que fue difícil de asimilar.
El crecimiento de los años 2010 al 2015 fue tan dinámico y expansivo que no preocupo demasiado, ni a las autoridades ni a algunos empresarios. Era tan redituable que no merecía mayores análisis, todo el esfuerzo se basó en conseguir materia prima, fabricar y exportar, los precios de Venezuela soportaban cualquier error que se pudieran presentar en la cadena de producción y en la cadena comercial.
Se verifica también otro evento interesante que – a mi juicio – resulta erróneo; en el año 2015 la Presidencia de la Republica interviene en un cupo de exportación y algunos empresarios alentados por esa acción vuelven a exportar.
La bajísima institucionalidad venezolana y la falta de un criterio legal claro y sólido para la dinámica de pago de las importaciones siempre fueron un escollo. Todas las irregularidades que se venían arrastrando de años anteriores – y ante los que se hizo la vista gorda dado los números altos que arrojaban – produjeron que la industria sufra demasiado con esos hechos. En este caso ni la poderosa Presidencia de la Republica de nuestro país tuvo un desempeño ni rápido ni exitoso…
Es importante pensar en la institucionalidad de un país al cual le exportamos y su asidero a las normativas tanto internacionales como de comercio exterior. Para la industria láctea llevar pleitos de cobro en Caracas fue algo extremadamente difícil.
Por el camino quedaron varias queserías, varios emprendimientos y fundamentalmente varias fabricas de quesos que se dejaron llevar alentados por esa corriente compradora, ejemplos de ello tenemos en casi todas las cuencas lecheras de Uruguay.
Hoy, nuestro eje de negocios más importante como la carne, sufre un proceso que podría llegar a parecerse a lo ocurrido con la industria quesera y láctea. La compra de carne bovina de china anual en dólares es igual a todas las compras de la Unión Europea y la nafta, y eso no es poca cosa…
La industria entra en una fase de expansión hacia ese mercado y es natural que aumente el precio de la hacienda, china compra (con altibajos), en un país que necesariamente tiene que salir de la crisis pandémica del COVID-19.
Ese flujo comprador se da, entre otras causas, por la falta de proteína producto de su enfermedad porcina, por cambio de hábitos alimenticios y por una mayor generación de riqueza interna.
Las preguntas serán, ¿hasta cuándo lo hará? ¿La industria no se hará chino dependiente? ¿La industria no bajara sus niveles de calidad hacia un mercado que no los considera tan importantes? ¿Cuál será la salida comercial cuando este país deje de comprar?
Sería un tanto peregrino pensar que china se entenderá con Uruguay en ese momento, ¿su institucionalidad es también demasiado baja?
Allí surgen otra serie de preguntas:
¿Uruguay podrá llevar procesos de conflicto frente a ese gigante?
¿Existen tribunales en Beijing aptos para tales fines?
Debe existir la libertad de mercados, pero con las garantías de la ley entre los países, tanto del exportador como del importador. La diversidad de mercados formales es una fortaleza para un país chico y que necesita de la exportación como su sustentabilidad.
En la industria láctea ya vimos que empeñamos las joyas de la abuela. Con la carne puede ser peor, en este caso si la formula se repite, empeñaremos a la abuela misma.

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