El quiquiriquí del gallo aún no se escucha, falta más de una hora para el amanecer, pero Joaquín ya se encuentra en el ordeño.
Con paciencia y cuidado a diario exprime los pezones de las 5 vacas que posee, hoy con preocupación cavila que hará con las cantinas de leche que recoge. La empresa láctea que acopiaba su producto desde hace varios años anunció el cierre de la planta y no comprará más leche.
El precio casi siempre ha sido un continuo descalabro, sin embargo los problemas comenzaron a crecer cuando el acopiador impuso un pico y placa, unos días recogía y otros no; al mismo tiempo eliminó las bonificaciones por calidad; el siguiente paso consistió en la fijación de unos topes limitando la recepción del producto y posteriormente suprimió la ruta lo que obligó a Juaco a asumir por su cuenta el transporte al punto de acopio; el mazazo final es la partida definitiva de su habitual comprador.
La situación del “negro” como cariñosamente lo llaman sus parientes y amigos por el color que su tez adquirió con la brisa y el sol en la faena cotidiana en la finca, es idéntica a la de miles de ganaderos que viven de la lechería.
Cuando las dificultades se agravan y el precio al productor cae, como ocurre ahora, la industria argumenta ineficiencia de los lecheros, a pesar de que la bolsa al consumidor nunca baja las embolsadoras y pasteurizadoras deterioran el precio al ganadero. A la hora de fijar precio no se consideran los riesgos, los altos costos a consecuencia de los precios de los combustibles; de las importaciones de concentrados, suplementos vitamínicos y minerales, medicamentos, vacunas; mano de obra, sistemas de ordeño y altas tarifas de energía.
El productor se limita a rebajar su calidad de vida a medida que se reduce su ingreso con tal de mantener la actividad, es difícil en este ambiente de abandono de la producción nacional encontrar otra opción de vida.
El Estado no aparece por ningún lado, ni siquiera investigación y mucho menos transferencia tecnológica ni asistencia técnica.
Gradualmente la actividad se ha ido marchitando, producto de un conjunto de factores que incluyen importaciones en el marco de TLC provenientes de EE. UU., Nueva Zelanda e incluso del cono sur y la caída en el consumo del mercado nacional.
La eliminación de aranceles facilita el ingreso de miles de toneladas de leche en polvo y lactosueros que le permite a las multinacionales de la industria láctea envilecer el precio de los productores y sustituir proveedores, poco pueden hacer los nacionales frente a economías muy poderosas que subsidian a sus productores.
Los colombianos no solo consumen menos leche por su baja capacidad de compra, también buena parte de la que pueden consumir proviene del extranjero, menoscabando el empleo de miles de familias y poniendo en riesgo la seguridad alimentaria al amenazar la capacidad de la producción nacional.
El 30 de julio ganaderos de todo el país, en diferentes lugares, reclamarán con justicia la atención del gobierno nacional; en un gesto patriótico debemos acompañarlos.
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