Con una producción que se situó en 961 millones de litros de leche en noviembre, los tambos argentinos se encaminan a cerrar el año con un ordeñe de 10.300 millones de litros, dos por ciento por debajo de 2018, según una proyección del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (Ocla).
Litros más, litros menos, los valores de los últimos dos ejercicios no son muy distintos de los que se vienen repitiendo año a año, hace dos décadas. Un estancamiento del que, coinciden referentes de la cadena, sólo se puede salir por el camino exportador.
La cuenta que hacen es sencilla: 45 millones de argentinos consumen alrededor de 200 litros por cabeza por año. Eso significa 9.000 millones de litros; una cifra con poco margen para crecer porque la demanda per capita está ya en niveles altos para los estándares mundiales.
El resto, entonces, debe canalizarse mirando al resto del mundo. La decisión del Gobierno de incrementar las retenciones a la leche en polvo de cinco a nueve por ciento, constituye un paso atrás.
El impacto en la industria láctea es inmediato. Según Jorge Giraudo, director Ejecutivo de Ocla, con las retenciones vigentes desde el lunes la capacidad de pago teórica de las empresas se redujo de más de 17 pesos por litro a 15,20 pesos. Pero ese cálculo fue con una leche en polvo que cotizaba a 3.330 dólares la tonelada. Esta semana, como golpe adicional, el precio se derrumbó siete por ciento, a 3.000 dólares. Con este panorama, la capacidad de pago se achica más, a 14,50 pesos. En noviembre, en promedio, las usinas pagaron 16,40 pesos por litro en tranquera de tambo.
Evolución
A corto plazo, Giraudo no cree que haya un fuerte impacto por esta situación. Hay que tener en cuenta que, con más retenciones, los precios internos del maíz y del expeller de soja que se usan para alimentar a las vacas y que constituyen el 50 por ciento de los costos de un tambo, se reducen. El problema es mirando el horizonte del negocio a lo lejos.
“Si la producción que iba a leche en polvo no se vende por la pérdida de competitividad, las empresas la destinan al mercado interno y más oferta con la misma demanda, bajan los precios. En principio, los consumidores pueden estar contentos, pero a la larga la industria lo trasladará a los tambos y habrá menos producción”, analiza.
Y agrega: “La lechería tiene un potencial infinito: nos sobran tierras, agua de calidad, clima templado, productores de vanguardia, maíz para transformar, capacidad instalada en la industria. Pero con altísima presión impositiva y sin financiamiento, no hay condiciones para lograrlo. El camino es la exportación; a través del consumo doméstico es muy difícil.
Ercole Felippa, presidente de la cooperativa láctea Manfrey, coincide: “Hace 20 años que no crecemos y eso requiere soluciones estructurales más que coyunturales. Pero encima las medidas coyunturales que se toman son perjudiciales”.
Según Felippa, para que un tambo tenga rentabilidad en el tiempo debe tener garantizado un precio de entre 28 y 30 centavos de dólar por litro de leche. En noviembre, se pagaron 26 centavos. “Consolidar un futuro de crecimiento para la lechería pasa por crecer en exportaciones, lo que implica darle competitividad al tambo y la industria. Con retenciones pasa lo contrario”, completa.
Las carnes, con más margen
En el caso de la producción de carne bovina, las exportaciones también son esenciales para sostener el crecimiento la cadena: con un volumen que se situará en 800 mil toneladas durante 2019, los envíos serían récord. Este empuje es la clave para que la faena se haya expandido, pese a que el consumo interno se redujo de 57 kilos a 50 kilos por habitante al año.
Federico Santangelo, de la consultora Agroideas, considera que a corto plazo pasar de un cinco por ciento a un nueve por ciento no cambia tanto la renta de la industria frigorífica exportadora. Destaca, además, que la reducción del valor del maíz beneficiará a los feedlots que estaban en rojo y que ahora tienen mejores números por la suba del novillo que alivia los márgenes para la reposición.
La suba
A largo plazo, sí reconoce Santangelo que puede haber algún impacto negativo en el stock, sobre todo si además de los derechos de exportación vuelven políticas de intervención para intentar controlar el precio del asado.
Para Daniel Urcía, director de la Asociación de Frigoríficos e Industriales de la Carne (Afic), “las retenciones son un costo directo que modifican la estructura y se terminan diluyendo una parte en el negocio y otra en el precio de la materia prima”.
Desde su punto de vista, si la suba de la retención es producto de una emergencia, la medida tendría que tener una fecha de finalización para mejorar las expectativas. “El problema es que en el país las cuestiones extraordinarias son para siempre. Si hay una coyuntura que atender, que puede ser entendible, hay que ponerle un vencimiento para generar en el sector privado un horizonte cierto que llame a inversiones, más en la ganadería que requiere de tres a cuatro años para que el negocio de resultados”, añade Urcía.