Pues no solo no ha podido crecer en la dimensión deseada, sino que, además, en nuestro país cierran alrededor de 65 tambos al año debido a varios problemas, entre los que se encuentran la falta de competitividad –sobre todo para los tambos pequeños– y la ausencia de recambio generacional, ya que no hay que olvidar que más del 80% de los tambos son productores familiares.
Esta situación ha generado que en los últimos años varias industrias hayan tenido que cerrar sus plantas y, según las autoridades del Instituto Nacional del Leche (Inale) y la Sociedad de Productores Lecheros de Florida, la caída de la producción de leche en Uruguay sería el principal motivo del cierre de Calcar y, en general, de los problemas que han tenido las industrias en los últimos años. Recordemos que Calcar era la empresa con la mayor cantidad de pequeños productores en todo el país, lo que impacta directamente en la economía familiar rural del departamento de Colonia. Tal como lo hizo el cierre de Pili en Paysandú.
Según datos aportados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, aproximadamente 6000 millones de personas consumen productos lácteos, de forma que, para que cada uno de estos consumidores reciba en tiempo y forma leche, queso o manteca, alrededor de 50 millones de hogares en todo el mundo se dedican a la producción de leche.
En nuestro continente, Uruguay se ha destacado históricamente por ser uno de los principales exportadores de productos lácteos y estamos en el top 10 de los mayores exportadores del mundo. Según un informe de Ceres del año pasado titulado ¿Cómo impulsar al sector lácteo en Uruguay? Beneficios e impacto económico del riego, alrededor de 20.000 personas se dedican al trabajo en los tambos y las industrias lácteas, con más de 2000 productores remitentes de leche.
En esa línea, Uruguay, un país de poco más de tres millones de habitantes, produce más de 2000 millones de litros anuales, de forma que 20 millones de personas son cada año alimentadas por nuestra producción láctea. El tambo promedio de Uruguay tiene un predio de 200 hectáreas con 140 vacas que dan aproximadamente 18 litros por día.
Ahora bien, según el Inale, en Uruguay, el 75% de la leche que se remite a plantas industriales se hace en forma cooperativa, y en ese sentido el principal problema que afecta a la industria no está relacionado con los procesos de producción industrial –valga la redundancia–, sino con el volumen de leche. Y como expresó Ricardo de Izaguirre, presidente del Inale, en esta edición de La Mañana: “Las industrias, teniendo leche, pueden hacer efectivas sus obligaciones”.
Entonces, cabe preguntarse ¿por qué siendo un sector tan importante para nuestra economía y para nuestra sociedad desde distintos ángulos –tanto porque los tamberos le dan “vida” al entorno rural, y también porque generan miles de puestos de trabajo en el interior del país– no se lo ha protegido del mismo modo en que se ha protegido y amparado a otros rubros, como la forestación, por ejemplo?
Porque en algún punto podríamos pensar que, en el caso de Colonia, un departamento que ha tenido a lo largo de su historia una identidad ligada a la producción y a la industria lechera, haya habido un choque de intereses entre las tierras que se dedican a la forestación –especialmente después de la puesta en funcionamiento de la planta de celulosa de Montes del Plata– y las tierras dedicadas a la lechería. Y si pensamos en términos comparativos en los incentivos y las exoneraciones que ha tenido el sector celulósico-forestal, podemos apreciar que al sector lechero ha quedado a expensas de su propia suerte.
De hecho, los problemas estructurales que tiene la lechería no se han resuelto a pesar de que de que han cambiado los gobiernos. Si pensamos qué aspectos deberían mejorarse para seguir creciendo, hay que considerar primero las causas de este estancamiento.
Según el informe de Ceres citado arriba, la caída de la producción de leche podría solucionarse extendiendo el riego a la cadena productiva, lo que permitiría tener una disponibilidad estable de forraje para quienes no podrían acceder a él de otra manera. Esto generaría mayor eficiencia en la estructura de alimentación, fortaleciendo la recría y permitiendo introducir más vacas por hectárea. En efecto, si se alcanzara el riego para el 25% de los establecimientos, Uruguay tendría un aumento del 11% de sus exportaciones. Recordemos que, actualmente, únicamente el 5% de los establecimientos tiene riego.
Otro de los problemas refiere al comercio exterior, ya que los productos lácteos entran con aranceles preferenciales en pocos mercados, por lo cual se debería mejorar el acceso a mercados existentes y lograr el acceso a nuevos. En efecto, las previsiones realizadas el año pasado auguraban un aumento del consumo de productos lácteos a nivel global, por lo que habría varios destinos con potencial para aumentar nuestras exportaciones, como Malasia, Filipinas, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita.
Además, otro de los puntos que mejoraría la competitividad sería que la cadena láctea integrara mayor tecnología, innovación y conocimiento al proceso productivo, especialmente facilitando el acceso a los pequeños productores, que son aquellos que lo tienen más difícil por una cuestión de escala. Por último, también habría que considerar que más de la mitad de la producción se da en campos arrendados, lo que desincentiva las inversiones en infraestructura productiva que excedan el plazo de arrendamiento. Por ello, el Estado debería cumplir un papel más activo favoreciendo este tipo de inversiones, como puedan ser las represas multiprediales.
Si pensamos, además, en otros factores como el atraso cambiario, el costo país, los precios internacionales y los factores climáticos, la ecuación se vuelve aún más difícil para quienes apuestan por la lechería en un país en el que cierran cada año alrededor de 23 mil empresas.
Es evidente que un Estado sin una estrategia productiva, que no desarrolle políticas industriales, en un mundo tan dinámico como el actual, corre el riesgo de quedar constantemente rezagado. Pero, más allá de eso, aquí lo dramático son los puestos de trabajo que se pierden y todo lo que ello implica en el interior del país. Quizás habría que seguir el ejemplo de Australia, que tuvo este problema en la década del 80 y lo resolvió extendiendo el riego a este sector productivo.