En Europa y también en América, las normas tributarias, laborales y medioambientales agobian a los agricultores.

Europa es hoy escenario de crecientes protestas de agricultores y ganaderos, quienes han llegado hasta las principales capitales para visibilizar sus demandas. Para quienes habitan en las ciudades, es difícil entender lo que significa ser agricultor.
Los rentistas compran y venden si hay utilidad. Ellos observan, pero rara vez se ensucian las manos. Los grandes empresarios bailan al ritmo de los valores de las acciones y se diversifican en distintos negocios y regiones del mundo.
La vida y los objetivos de los agricultores son distintos. El amor a la tierra, a la naturaleza y a la maravillosa sucesión de siembras, plantaciones y cosechas, no son comparables con otra actividad. Los agricultores y sus familias cubren todos los rincones de sus países, producen alimentos y mantienen las tradiciones.

La vida rural representa y resguarda lo más profundo de la historia de cada región. La interacción con los animales en el campo no tiene parangón. La protección de bosques y montañas tiene a los agricultores como principales actores.

En tiempos actuales de locura universal, la Agenda 2030 impulsada por la ONU, por colectivos ecologistas y por centenares de ONGs que nunca han producido algo, buscan acorralar a los agricultores. Jóvenes emprendedores veganos atemorizan a los consumidores inventando que la carne y la leche harían daño a la salud de los consumidores. Ecologistas extremos manipulan estudios concluyendo que las vacas son las culpables de todos los males de este mundo. Los fanáticos de las mascotas repletan las ciudades de perros, más no permiten que los vacunos habiten las praderas. Otros más agresivos usan la denominación «leche» para vender productos que no son leche y la «carne» para vender otras cosas que no son carne.
Las ciudades invaden por mala planificación urbana, territorios agrícolas y ganaderos. En Sudáfrica, México, Colombia y Chile se asesinan agricultores y la justicia no hace su trabajo. En Chile en la década del 60 e inicios del 70, la maldita «reforma agraria» destruyó la agricultura y solo la devolución de tierras a sus legítimos dueños, permitió la resurrección de la actividad agrícola.
En Argentina sucesivos gobiernos perjudicaron al campo con impuestos a la exportación, limitando su desarrollo, e interviniendo los precios por razones políticas.
El sistema financiero en muchos países, discrimina a los agricultores con evaluaciones de riesgo sesgadas. Los agricultores de edad avanzada sufren, al no lograr que sus hijos sigan en el campo, pues es una actividad muy sacrificada.
En Europa y también en América, las normas tributarias, laborales y medioambientales agobian a los agricultores. Cada día una nueva restricción generada en el poder legislativo, compuesto por personas que poco y nada saben de agricultura o ganadería.
En muchos países los impuestos a los activos agrícolas se cobran en función del valor comercial inmobiliario y no en base a lo que genera el campo, lo que obliga a los agricultores a vender sus predios por expansión urbana o por escasa rentabilidad.
Los costes laborales agrícolas, por reducciones de la jornada laboral, sin reducción de salario, han afectado aún más la rentabilidad del negocio agrícola y ganadero. Todas estas dificultades y unas proyecciones pesimistas, han llevado a los agricultores europeos y también en otras latitudes a decir: Basta.
Esta batalla recién comienza y tendrá efectos en la política y en los políticos, quienes se verán enfrentados a defensores de su actividad y que no darán un paso atrás. Los tractores serán el arma de lucha, con efectivos impactos en cortes de carreteras y calles dentro de las ciudades.
Los agricultores europeos alegan que la pesada normativa los deja en desventaja frente a importaciones de otros lugares. También se niegan a nuevos impuestos. Es verdad que la agricultura europea ha estado subsidiada desde hace décadas, pero al reducirse el crecimiento y aumentar los déficit fiscales, ya no hay recursos suficientes para nuevos subsidios.
Nos enfrentamos a un conflicto de difícil solución, más aún, cuando los votos del mundo rural son cada vez menos relevantes para alcanzar el poder. A los políticos, en casi todo el mundo, les ha faltado empatía con el campo y con aquellos agricultores que cada noche se acuestan preocupados por el clima, por su seguridad y la de sus familias y pensando en quienes le darán continuidad a la actividad que entregaron su vida y sus desvelos.
Del mundo rural provienen los alimentos que consumen los habitantes de las ciudades. A los agricultores y ganaderos hay que respetarlos y entenderlos en profundidad, pues sin alimentos no hay vida. Los agricultores han optado por la razón y la fuerza.

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