Es razonable que, para muchas personas, Amado Boudou no tenga autoridad para recomendarle nada a nadie. Al fin y al cabo, fue condenado por hechos graves de corrupción por todas las instancias de la Justicia que, más allá de cualquier debate, la democracia supo construir. Pero para otras personas, tiene en cambio mucha autoridad, ya que fue ministro de Economía de Cristina Kirchner y la valoración que ella hizo de esa gestión lo transformó en vicepresidente. Además, muchas de esas personas que le reconocen autoridad lo consideran un mártir, alguien que sufrió una persecución injusta y eso, en ciertos círculos, contribuye a la construcción de un mito. En 2017, por ejemplo, la diputada Fernanda Vallejos lo comparó con Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón.
Hace pocos días, Boudou sostuvo: “Suena muy elegante decir que la inflación es multicausal. Bueno, hermano, decime cuáles son las causas o atendelas si no me las querés contar. Por lo menos atendelas, porque eso no es lo que está sucediendo”.
-¿A quién le decis “hermano, contame”?— le preguntó Daniel Tognetti, su entrevistador.
-Al ministro de Economía. A Guzmán— respondió Boudou.
Boudou dio indicios de cuál sería su receta. “No cabe duda de que en la Argentina una de las causas de la inflación es la concentración económica. Ustedes saben que Stiglitz, que es el referente de algunos economistas, fue el principal asesor económico de Bill Clinton. Y voy a leer algo textual, porque es lo que pasa cuando aquellos que se quieren poner del lado progresista y no están dispuestos a tomar las medidas que hay que tomar. El dijo: ‘Nos las arreglamos para ir apretando el cinturón a los pobres a medida que aflojábamos el de los ricos’. Eso lo dijo Stiglitz. Eso fue el gobierno de Clinton, eso fue el gobierno de Obama y nosotros no queremos que pase esto acá. Progresismo neoliberal”.
La preocupación por la falta de acciones exitosas para enfrentar la inflación no es exclusiva del controvertido ex vicepresidente. Emmanuel Álvarez Agis fue otro hombre clave de los equipos económicos que condujeron el país cuando Cristina Kirchner fue presidenta. Álvarez Agis asumió como viceministro de Economía a fines del año 2013, y era la mano derecha de Axel Kicillof.
A fines de abril, dijo:
“No veo que el Gobierno tenga un plan antiinflacionario. Si todos los agentes económicos de la Argentina no saben si las tarifas suben seis o suben veinte, si el tipo de cambio sube veinte o sube sesenta, si el gasto público sube diez o sube cincuenta, hacer las cuentas en la Argentina es algo muy complicado. Un programa antiinflacionario, tiene entre sus componentes principales la consistencia. Acá vos no sabés si el Gobierno te pone en un sendero de tarifas baratas y tipo de cambio pisado y gasto público a fondo, o gasto público razonable, tarifas un poquito por debajo de la inflación y tipo de cambio en línea, entonces la gente cuando tiene que tomar decisiones de precios lo que hace es cubrirse por si se impone el escenario malo”.
Las miradas de Boudou y Álvarez Agis son muy diferentes entre sí: uno cree que la desconcentración económica es clave en el combate contra la inflación y el otro hace hincapié en la inconsistencia del plan económico. Ambos a su vez piensan distinto a Martín Lousteau o a Hernán Lacunza. Pero si alguien le pregunta a cualquiera de ellos cuatro si existe un plan consistente para derrotar a la inflación, los cuatro responderán lo mismo.
Que no.
Ya existen demasiados comentaristas, economistas, filósofos, ex presidentes y panelistas que tienen la receta sobre cómo combatir la inflación. Esa pretensión excede con creces los propósitos de esta columna. Sin embargo, hay algunos hechos evidentes. El primero de ellos es que si existiera un plan, no está funcionando. El ministro de Economía pronosticó en el presupuesto que la inflación del año sería del 29 por ciento. Sin embargo, superó el 17 en sólo un tercio de ese período, con los salarios, las jubilaciones y el dólar retrasándose y las tarifas congeladas. Tamaña diferencia entre el pronóstico y los hechos obliga revisar todo porque sus consecuencias se cuentan en inestabilidad pero, sobre todo, en aumento de la cantidad de pobres.
Pero, tal vez, la razón de que no exista ese plan no se le pueda atribuir a Guzmán sino a un fenómeno que realmente lo excede. Hace años que en la Argentina se discute si es necesario un ministro de Economía fuerte. Líderes de signos opuestos, como Néstor Kirchner o Mauricio Macri, estuvieron en contra. Su argumento tenía nombre propio: Domingo Cavallo. Sin embargo, algunas experiencias internacionales muy cercanas sugieren otra mirada. De hecho, en Bolivia, el Movimiento al Socialismo volvió al poder de la mano de Luis Arce, su histórico ministro de Economía. La ejemplar gestión del Frente Amplio en Uruguay se explica por la permanencia del equipo económico conducido por Danilo Astori, un hombre que suele decir: “Hay distintos métodos para derrotar la inflación o promover el crecimiento. Lo que nunca he visto es que eso se logre en medio del desorden”.
El mismo kirchnerismo pudo mostrar variables económicas controladas en los inicios, cuando estaba el poderoso Roberto Lavagna, y al final, cuando Cristina Kirchner decidió entregar todo el tablero de controles a Axel Kicillof. Entre uno y otro, con ministros débiles o contradictorios, el país perdió el Indec, dilapidó la soberanía energética, recuperó la restricción externa, reincorporó la inflación a su vida cotidiana, sufrió cortes de luz masivos que duraban semanas, y una tragedia ferroviaria anunciada y evitable. Amado Boudou jugó un rol central en ese proceso de deterioro. Una economía pujante terminó agonizando mientras él se enredaba en un escándalo de corrupción inverosímil, y –para zafar—lograba que renunciaran el procurador general de la Nación y le quitaran su causa al juez y al fiscal que la habían iniciado: todo muy edificante.
La idea del ministro de Economía débil se ha reinstalado. Pero ahora, además, es un ministro acorralado y al que se lo intenta humillar en público casi a diario. Mientras Guzmán está en Europa, negociando junto al Presidente un acuerdo con el Fondo, Máximo Kirchner presenta un proyecto de ley para aumentar los subsidios que Guzmán quiere reducir, el titular del Enargas, Federico Bernal, se manifiesta en contra de la segmentación de las tarifas, que pide Guzmán, y el bloque de senadores del Frente de Todos emite un documento donde le impone límites muy estrictos al ministro (y al Presidente) en la negociación con los acreedores. Axel Kicillof se suma al intento de desestabilizar al ministro, al respaldar al funcionario que Guzman quería despedir y discutir en público el aumento de tarifas que Guzmán proponía. El ministro no puede despedir a un subsecretario, imponer su criterio en el manejo del gasto público, administrar las tarifas. ¿Qué podría salir mal?
El Presidente, en este contexto, respalda al ministro. Pero debe consensuar con quienes lo quieren desplazar, porque así es la dinámica de la alianza gobernante. Esta lógica, más tarde o más temprano, lo dejará afuera, porque el poder de fuego de quienes quieren derribarlo se ancla, como se sabe, en la poderosa vicepresidenta. Jamás se sabrá si el plan Guzmán es bueno o no, porque hay un sector que no piensa dejar que lo ponga en marcha. Entonces, el sucesor de Guzmán asumirá con absoluto conocimiento del rigor al que será sometido si no obedece a personas que, en otros tiempos, recibieron una economía consistente y pujante para dejarla, agonizando, en manos de Mauricio Macri.
En medio de todo esto, tal vez es lógico que los precios aumenten y todo enloquezca un poco. Pasa el tiempo, mes tras mes, y todo el mundo se sorprende. ¿Cómo? ¿Otra vez dio por arriba del 4 por ciento? ¿Cómo? ¿Otra vez se dispararon los alimentos y bebidas? ¿Cómo? ¿Otra vez la indumentaria? ¿A cuánto aumentará la pobreza a este ritmo inflacionario? ¿Le importará a alguien?
Esta fábula tiene su moraleja.
Así la expresó Álvarez Agis, el ex viceministro de CFK:
“No vamos a salir de la inflación del 50 por ciento anual haciéndonos los boludos”.
Pero demasiada gente está en otra cosa. No es un tema. Lo importante es marcarle el territorio a Guzmán. ¿O quién se cree que es este pibe?