Una severa crisis ha estallado en el corazón de la industria láctea argentina. La histórica empresa La Suipachense, ubicada en la localidad bonaerense de Suipacha, ha denunciado públicamente una situación de “anarquía” y “violencia” por parte del gremio ATILRA. La compañía, que desde 2012 es propiedad de un grupo inversor extranjero, asegura que ha enfrentado un nivel de hostilidad sin precedentes que está poniendo en jaque sus operaciones y su futuro.
La empresa ha detallado una serie de graves incidentes ocurridos en las últimas semanas. Según La Suipachense, el sindicato habría llevado a cabo acciones que incluyen amenazas y amedrentamiento hacia directivos y sus familias, e incluso llegó a “retener” a gerentes dentro de la planta bajo presión. La situación escaló a tal punto que el gremio habría tomado el control de facto de la administración durante varios días, sentándose en las oficinas de los directivos y tomando decisiones operativas sin la autorización de la empresa.
El conflicto, originado por un atraso en el pago de salarios a raíz del “estrés financiero” que atravesó la empresa en el primer semestre, ha tenido un impacto directo y devastador en la producción. La Suipachense ha reducido a la mitad su nivel de procesamiento de leche, pasando de un promedio mensual de 4 millones de litros a poco más de 2 millones. Esta drástica disminución no solo genera cuantiosas pérdidas para la compañía, sino que también afecta a toda la cadena, desde los tamberos que ven comprometida la colocación de su producción hasta los clientes y consumidores.
Aunque el conflicto ha bajado de intensidad, la empresa asegura que la “anarquía” persiste y que el clima de hostigamiento es constante. Para contrarrestar la situación, se ha nombrado a un nuevo director general, Pascual Bensadón, con la misión de restablecer el orden. Mientras la empresa busca normalizar sus operaciones, el sindicato, por su parte, sostiene que sus medidas son una respuesta a la deuda salarial y a los despidos de trabajadores, una versión que marca el contraste entre las posturas del gremio y la empresa.
En conclusión, la crisis en La Suipachense es una llamada de atención sobre la fragilidad del sector lácteo argentino y los desafíos que enfrenta la inversión extranjera en el país. La empresa ha dejado claro que su intención es mantener la fuente de empleo, pero ha advertido que la continuidad de sus operaciones dependerá de que se garantice el respeto a la institucionalidad. La resolución de este conflicto es crucial no solo para la producción de leche en la región, sino para sentar un precedente sobre el respeto a las reglas del juego en la industria nacional.
Fuente: Clarín