El despido de empleados en la histórica planta de Suipacha, propiedad de un grupo venezolano, desató una marcha multitudinaria y paralizó por completo la producción.
La crisis que atraviesa la histórica planta láctea La Suipachense, en la provincia de Buenos Aires, ha escalado dramáticamente a una situación de conflicto total. El despido de nueve empleados administrativos por parte del grupo venezolano Maralac, dueño de la firma, fue el detonante que llevó a los 140 trabajadores de la compañía a realizar una multitudinaria marcha por las calles de Suipacha. La movilización, que contó con el respaldo de la comunidad, sus familias y autoridades locales, buscó visibilizar la grave situación y exigir una respuesta de los propietarios.
En respuesta a los despidos, el gremio lácteo Atilra profundizó sus medidas de fuerza y tomó el control del acceso a la fábrica, bloqueando por completo la entrada de camiones. Este bloqueo ha provocado que la producción de leche se detenga por completo. La planta, que hasta la semana pasada procesaba apenas 40.000 litros de leche diarios, una cifra muy lejana a los 250.000 litros que procesaba en su mejor momento, ha visto su actividad reducida a cero.
El conflicto, sin embargo, tiene un trasfondo más profundo. Se remonta a fines de julio, cuando los trabajadores ocuparon la administración de la planta por la ausencia de directivos que se hicieran cargo de la situación. Ante la falta de comunicación, los empleados argumentaron que la ocupación se hizo para poder pagar salarios y garantizar insumos, mientras que los dueños denunciaron una “toma forzada”. La reciente decisión de los despidos, enviados con un lenguaje “duro”, dinamitó cualquier posibilidad de diálogo.
La situación financiera de la planta es insostenible. El artículo destaca que se acumulan deudas millonarias con proveedores y prestadores de servicios, y que en algunos casos, los atrasos salariales alcanzan hasta dos meses. A raíz de esta incertidumbre, la relación con los productores tamberos también se cortó: el número de proveedores de leche cayó de 180 a solo 40, y hoy ha llegado a cero.
El conflicto ha puesto en evidencia el delicado tejido económico y social de Suipacha. Con 75 años de historia, la planta es un motor de la economía local. Ante la falta de una representación clara del grupo venezolano para negociar, el gremio insiste en la necesidad de una intervención del Gobierno y de una conciliación obligatoria. El futuro de la fábrica, su producción y sus empleados es cada vez más incierto, con la inminente amenaza de una paralización definitiva.
Fuente: La Nación