El desarrollo y lanzamiento de este robot es iniciativa de Lely, una empresa holandesa que desembarcó en Argentina hace 8 años con otra de sus tecnologías más salientes, el robot ordeñador, que la misma empresa desarrolló hace más de treinta años.
Parece que la “vaca del futuro” verá cada vez menos humanos y caminará entre robots dentro de los establecimientos.
En la exposición Todo Láctea 2025, el representante de la marca en Argentina desde su desembarco, Federico Alonso, contó que la propuesta de la firma de Países Bajos nacida hace 75 años, es reemplazar la mano de obra en las tareas más básicas -e incluso poco felices- y así hacer de la lechería una actividad menos sacrificada. Para ellos, el trabajo ingrato esa es una de las razones, junto con el bajo precio de la materia prima, que ha generado el cierre de varios establecimientos y la concentración en pocas manos.
Entre la amplia gama de “chiches” que puede sumar un tambo hoy, además del robot de ordeño, está el sistema de alimentación automatizado y este de recolección de efluentes. Este último es el más reciente lanzamiento de Lely, y se trata de un robot que, con una tecnología similar a los hogareños, pasa por las “camas” de las vacas y absorbe los restos de heces y orina.
“Es como si fuese una aspiradora”, grafica Federico. El Lely Collector C2, que es el nombre comercial del producto, cuenta con sensores que lo hacen muy funcional para guiarse por los tambos estabulados, y además utiliza rociadores para una mejor recolección del estiércol.
Como es totalmente inalámbrico y no necesita de un sistema de canaletas, se lo considera una tecnología “de bajo estorbo”, que puede circular entre las vacas lecheras sin generar problemas ni accidentes. La frecuencia de uso se define mediante una configuración, y así se reemplaza las tareas manuales, que fueron desde siempre las únicas efectivas para limpiar el tambo.
Así y todo, la automatización de los tambos, un proceso que Europa encaró hace más de 30 años con los primeros robots de ordeñe de Lely, en Argentina es aún incipiente. Son pocos los establecimiento, generalmente los más grandes, los que encaran la inversión en robots ordeñadores, pero el crecimiento ha sido sostenido: Alonso señala que “para fines del 2026, 5% de la leche de Argentina va a venir de ellos”.
La incorporación de tecnología en esta actividad de antaño viene siempre de la mano de la mejora en la productividad. En cuanto al robot aspirador, no sólo se ahorra en mano de obra y se mejora la sanidad en el establecimiento, sino que permite luego usar esa materia orgánica para ser vendida como fertilizante o compost y así completar el ciclo de la economía circular.
En el caso del mecanismo de ordeñe automático, que lanzó Lely en 1992 y hace una década introdujo en el país el INTA Rafaela (aunque asociado con la otra gran marca De Laval), no sólo permite que se extraiga mayor cantidad de leche, sino que también incluye todo un análisis informativo que hace a un manejo muy particular del tambo.
Así funciona el Lely Collector C2:
“En vez de tener parámetros por rodeo, ahora estamos a nivel individual”, explicó el empresario, respecto a la información pormenorizada que le llega al productor de cada una de las vacas. Gracias a los sensores del robot, que miden desde la temperatura y el color de la leche hasta la frecuencia de producción de la vaca, hoy se puede analizar en detalle cada animal del establecimiento.
Eso significa, desde ya, que es posible anticiparse al desarrollo de las enfermedades. “Podés actuar antes de que aparezcan los síntomas, que son muy comunes en un ordeñe convencional”, afirmó Alonso.
Como toda tecnología de alto costo, está supeditada a la inversión privada y el financiamiento. Eso es lo que generalmente genera que se asocie al ordeñe automatizado con las empresas más grandes, pero lo cierto es que este desarrollo fue pensado para establecimientos chicos y hoy sirve para todo tipo de producciones.
“Hay tambos que tienen un robot, que sirve para 60 vacas, y otros con 48, que son para 3000 animales”, detalló Alonso. En esos casos, se suele dividir el rodeo de manera tal que las vacas queden distribuidas uniformemente y tengan a disposición 3 robots.
El mecanismo de ordeño automático funciona gracias a la voluntad propia de la vaca, que se alimenta con pasturas y granos pero se acerca por sus medios al robot porque allí hay un pellet especial -como si fuese una “golosina”- que la atrae. Una vez ahí dentro, gracias a que cada animal estopa identificado, el sistema define si es necesario ordeñarla o no.
“Es un sistema en el que se auto balancea. La vaca que más produce, más necesidad de energía tiene y más cantidad de veces por día va a venir a ordeñe”, afirmó Alonso.
Además, eso evita la pérdida de tiempo y hace que cada animal dé la mayor cantidad de leche posible. En vez de ordeñar a todos los animales dos o tres veces por día, el robot define en cuáles es necesario hacerlo y les da un mayor tiempo de reposo.
“Está probado que cuando la vaca tiene una hora más de descanso, produce un litro más de leche por día”, señaló Alonso. Eso, sumado al caudal de información que se produce a partir de todo el rodeo, permite tener un panorama mucho más completo de la producción y ahorrar en costos de reposición o de salud, por ejemplo.