Luis Calabozo, director general de la Federación Española de Industrias Lácteas, urge a que la Ley de la Cadena prohíba la financiación cruzada de márgenes.

Es martes por la tarde. El director general de la Federación de Industrias Lácteas (Fenil), Luis Calabozo, acaba de aterrizar en Galicia. Llega a la comunidad que produce el 40 % de la leche de España directamente del Senado, donde se tramita ahora el proyecto de ley por el que se modificará la norma de medidas para mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria del 2013, un documento que traspone la directiva europea de prácticas comerciales desleales. En un momento en el que el aumento de costes de la energía y de los insumos están estrangulando a un sector productor que clama un aumento de precios de su materia prima, lo que ha hecho Luis Calabozo en la Cámara Alta es desgranar los argumentos de una industria que no solo defiende «la prohibición de venta a pérdidas al consumidor». También urge que se vete «la financiación cruzada de márgenes o, lo que es lo mismo, que la venta a pérdidas de la leche o sus derivados no pueda compensarse con el mayor margen impuesto a otros productos porque entonces estaremos como estábamos al restar valor al sector lácteo». Y pone como ejemplo para indicar dónde nos encontramos ahora el resultado de un estudio encargado por Fenil que muestra que el «56 % de la leche clásica de consumo se vende en el lineal con un margen negativo de 7 céntimos por litro».

—El funcionamiento del sector lácteo en la UE es complejo. Ha pasado de estar sobreprotegido a tratar de irse liberalizando, pero eso no es nada fácil. La Ley de la Cadena ya prohíbe vender un producto por debajo de sus costes de producción, pero por lo que se ve, no funciona. ¿Por qué hay que modificar la norma y qué tendría que incluir?

—Este es un sector en el que el legislador tiene que tener en cuenta que la producción es diaria y que los costes de producción también son diarios. Para la industria, la norma actual no es simétrica. Es verdad que la ley fue endureciéndose con los años, cada vez que hubo un golpe de ciclo con una crisis de precios, se buscaron fórmulas que protegieran al ganadero. El tema de los contratos, por ejemplo. Aunque al principio costó, ahora se tratan de hacer a largo plazo para garantizar una estabilidad. Pero nos encontramos que eso que funcionaba con la primera transacción del producto, no lo hace después. Entonces, entendemos que la ley tiene que ser simétrica. Que esas condiciones de contratación se lleven hasta la distribución y al consumidor, evitando la venta a pérdidas para garantizar la recuperación de valor por parte del sector lácteo.

—¿Eso es un fenómeno exclusivo de España?

—No encuentras leche a sesenta céntimos en el lineal en Francia. Con precios de la materia prima muy parecidos, no hay un cartón con marca de distribución por menos de 75 u 80 céntimos. Las condiciones de producción son prácticamente las mismas, el precio de la leche es prácticamente el mismo, ahora un poco superior en Francia. Romper con eso es romper con la financiación cruzada de márgenes.

—Ahora parece que hay una guerra de precios con los yogures…

—La distribución cree que poniendo esos productos más baratos en el catálogo va a generar más consumidores a los que poder cargar márgenes superiores en el resto de categorías, no solo las agroalimentarias. Eso puede valer para un distribuidor que lo hace con una sola categoría de productos, pero no para unas plataformas de distribución que usan un sector como polo de atracción para cargar más márgenes en otros sectores. Con esas prácticas, lo que están haciendo las plataformas de distribución es convertirse en prescriptores de la estructura económica de un país porque están trasladando el valor del sector lácteo a otros sectores.

—¿Eso acabaría destruyendo toda nuestra estructura productiva y transformadora de la leche?

—Claro porque acabaríamos importando productos lácteos transformados, dado que los países del norte no te dejan importar leche para transformar aquí. Al final el consumidor acabaría pagándolo más caro, pero el gran problema es que acabaríamos rompiendo nuestra soberanía y seguridad alimentaria en productos básicos como son los lácteos, que son esenciales para la población. Además, fijan población y son el segundo sector agroalimentario de este país. Lo harán consciente o inconscientemente, pero por eso queremos que el regulador evite la financiación cruzada de márgenes que resta valor al lácteo.

«La entrada del ganadero en la industria es buena, pero no por ello decidirá precios»
El sector lácteo se enfrenta a un gran reto. Es la búsqueda de la sostenibilidad medioambiental que exige Europa. Para Luis Calabozo, el esfuerzo que deberá hacer tanto el ganadero como la industria para cumplir con esos objetivos marcados por el Green Deal, debe tenerse en cuenta a la hora de evaluar los costes de producción: «El nuevo modelo que viene va a obligar a realizar una serie de inversiones como, por ejemplo, en el caso de la industria cambiar los envases, entre otros. ¿Eso quién lo asume? O lo paga el consumidor que es el que aspira a tener ese planeta mejor o destruimos todo lo que queríamos hacer. Cerrarán explotaciones, también industrias… Eso o lo paga la cadena o lo destruye la cadena», dice.

—Una de las cosas que sugiere el Plan Estratégico para el Sector Lácteo elaborado en Galicia es que los ganaderos entren en el accionariado de industrias cómo fórmula para mejorar sus precios. ¿Es un buen camino?

—Es un modelo muy bueno, que ya existe en España. El productor, además de proveedor se convierte en dueño de la empresa. Pero eso no garantiza que vayas a tener mayor poder de negociación a la hora de marcar los precios de la leche. Al ser accionista de esa industria puede, o bien incorporar el beneficio de esa industria al precio que percibe por su leche, o la cobra al final de año cuando se publiquen los resultados.

—¿Cree que se mantendrá la subida de consumo de leche experimentada en pandemia?

—La ciencia está de nuestra parte y se ha puesto de manifiesto la esencialidad de los lácteos. Durante la pandemia el consumidor se refugió en lo esencial. Por mucho que baje el precio no va a consumir más, ni va a consumir menos porque suba. Es esencial.

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