En la tercera semana de aislamiento el consumo domiciliario no equipara las ventas habituales. Crece el consumo de leche fluida en sachet y baja el de productos elaborados.

El consumo de lácteos se adapta al aislamiento obligatorio y termina impactando sobre la industria láctea.
Argentina tuvo siempre un alto nivel de consumo, que cuando se reciente responde a cuestiones económicas y no tanto por preferencias de gusto como sí pasa en otros países. En este contexto la llegada intempestiva del coronavirus modificó los hábitos y gustos, lo que impacta incluso a los sectores que a pesar de las medidas siguen trabajando.
Es decir, los lácteos no escapan a la consideración de los consumidores al momento de ir al supermercado o al mercado del barrio. Esto es apuntar, en general, a los productos necesarios.
Baja considerable
Algunos industriales se animan a decir que 2019 no fue malo. El precio de la leche creció para el productor, muy impulsado un año atrás por cuestiones derivadas de la baja productiva por calor, pero que se pudo sostener durante toda la temporada, con un consumo que fue respondiendo de una manera mejor a la esperada o promovida en tiempos de elecciones.
El 2020 comenzó como en todo verano con el momento más bajo del consumo, aunque con un 26 por ciento más de ventas de lácteos comparando contra el 2019, que puede entenderse estacionalmente con un mayor número de personas vacacionando en el país. En cuanto a la entrega de leche a los industriales, aumentó un 5,5 % contra el año pasado.
Ahora, la cuarentena lo cambió todo, ya no hay planificaciones de producción por mes, o por semana, sino que muchos van trabajando día por día.
Las compras son principalmente de leche fluida en sachet, que con programas de precios estandarizados provinciales o nacionales, se consiguen a partir de los 42 pesos, mientras que quienes quieren hacer su propio stock consiguen las envasadas en cartones desde los 55 pesos.
Del mismo modo, el queso cremoso parte de los 320 pesos en grandes supermercados y almacenes, con ofertas que varían en calidad y por marca, pero que permiten suplantar consumos de otros tiempos como los untables, fundidos o blancos que demandan inversiones de tres cifras ya.
Son pocos los que hacen fila para comprar leches con mayor valor agregado o quesos de pasta dura. La venta de grasas también cayó por razones económicas y aunque se cocina más, mantecas y cremas no están en las prioridades.
El dulce de leche es uno de los productos de mayor merma en la demanda. Al no haber clases, la venta para confitería cayó y en las panaderías se están vendiendo y produciendo menos tortas y facturas por un recorte de gastos diario.
¿Qué dicen las empresas?
Las industrias más grandes han volcado mucha de la materia prima al envasado de leches fluidas, para poder compensar las pérdidas y aunque no dejan ganancias, al menos permiten sostener el vínculo con los consumidores.
Grandes y chicas salieron esta semana a buscar más leche, ofreciendo en algunos casos hasta dos pesos más de lo que venían pagando por litro. Una pyme del sur santafesino ofertó hasta 20 pesos por la entrega de algún camión completo de leche cruda, en el intento por sumar mayor oferta en las heladeras.
Todo el sector cumple con normas de mayor resguardo en los procesos productivos, en el cuidado de los transportistas y con los requisitos para el tránsito, que en definitiva es el punto más complejo de este proceso de aislamiento. Hasta ahora el transporte en ningún momento corrió riesgo el aprovisionamiento de lácteos.
Pocos se animan a dar números, pero algún industrial pyme entiende que esta semana (con feriado incluido) la caída en la demanda de los mayoristas está rondando el 20 por ciento. Otros se animan a trepar hasta el 30 por ciento, dato que se agravaría con el paso de los días y a pesar de la inyección de dinero para la ayuda social destinado a alimentación.
Quienes realmente modifican el consumo son los asalariados, en blanco o en negro. Los que viven al día, que en una tercera semana de restricción en la circulación y el trabajo ya no disponen de fondos para comprar más que lo mínimo.
Este impacto en la economía real tendrá consecuencias inmediatas y a largo plazo, sobre todo porque las lácteas tienen un costo fijo por empleado muy elevado. Muchos indican que el costo por empleado está en los 150 mil pesos entre salario y aportes patronales y gremiales.
Sin actividad en la gastronomía de bares, restaurantes, catering y hotelería, el consumo domiciliario no equipara los números y el golpe del caso es intenso, tal como sucede en otros lugares del mundo.
Ya existen casos de pymes lácteas que acusan a bancos de quitarles respaldo. Cheques rechazados con el inicio del clearing dejaron a algunas industrias pyme en situaciones de quebranto, siendo el Credicoop el que tomó la delantera en esta estrategia para cubrir sus espaldas, descuidando a clientes de años.
La lechería sigue trabajando como cadena, pero no quedará excluida de los daños de esta crisis sanitaria con correlato económico que no dejará sector intacto y en la que se demoran medidas estructurales para preservar el entramado productivo e industrial nacional.

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