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3 Dic 2024
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La decisión oficial de mantener congelados determinados productos pega de lleno en las arcas de las compañías, que venden menos y gastan más en insumos.

Cada una en su contexto y con sus respectivas particularidades, las compañías que en gran medida lideran la producción de alimentos en la Argentina también atraviesan los tiempos de pandemia afectadas por un consumo paralizado. Y el arrastre de números en rojo de una recesión que no es nueva, pero que ganó en velocidad a partir de la pandemia.
A la par de la pérdida del poder adquisitivo que evidencian los consumidores, el incremento de la inflación en los insumos añade ahora una pizca extra de complicaciones a empresas que encaran la segunda parte de 2020 sumidas en una incertidumbre económica total.
Desde lácteas como SanCor pasando por “pesos pesado” como Molinos Río de la Plata o Ledesma, y sin dejar de lado lo que ocurre en Molino Cañuelas, las dificultades con las que Arcor inicio el año, o las vicisitudes que complican a un enorme pelotón de pymes, las empresas que motorizan la generación industrial de alimentos evidencian un drama comercial que se potenció a partir del Covid-19.
La decisión del Gobierno de mantener “pisado” el precio de varios productos en góndola incrementó la dificultad económica de compañías que, desde el inicio de la cuarentena a esta parte, reconocen un incremento de al menos un 15 por ciento en el grueso de sus insumos.
“Los costos se dispararon por variables como la logística. Y a la par de esa suba, fue perdiendo aire la demanda. Muchas compañías están comercializando productos como los quesos a los mismos precios que el año pasado. El problema para la mayoría de las empresas de alimentos es que no se permite recomponer los valores para al menos estar a la altura de la inflación. El pronóstico es preocupante porque entendemos que la demanda seguirá bajando por el menor poder adquisitivo”, dijo a iProfesional Pablo Villano, presidente de la cámara láctea APYMEL.
Entre las empresas del ámbito de las leches y los quesos, esta segunda parte del año es observada por los actores de la actividad como un escenario en el que habrá sobreoferta de materia prima. A partir de esa variable, lo que se prevé es una caída en los precios que profundizará el rojo financiero de las compañías del rubro.
En el ámbito explican que esta sobreoferta responde, también, a un incremento en la producción que tomó forma en el primer cuatrimestre del año, con una suba en el caudal de leche del orden del 8 por ciento respecto del mismo período pero de 2019. El incremento en cuestión ocurre, justamente, en un contexto de demanda retraída y exportación en baja.
“Lo ideal sería vender afuera todo ese sobrante, pero el mercado externo está totalmente paralizado por la expansión del coronavirus. Por otro lado, también los lugares de destino de la producción argentina que sale al exterior paralizaron todo o compran muchísimo menos. China es un ejemplo de eso”, dijeron a iProfesional desde una de las compañías con más participación en el segmento lácteo.
Semejante escenario complica cualquier atisbo de recuperación para SanCor, cuyo funcionamiento es apadrinado por el Gobierno. La firma se encuentra a punto de recibir una inyección de $1.500 millones a partir de un fideicomiso consensuado con el Ministerio de Desarrollo Productivo.

Preocupación de aquí a diciembre

“En un principio, el objetivo era recuperar espacio en la góndola y volver a jugar en la exportación. Que se logre pasar de los 600.000 litros diarios de leche procesada a un volumen superior a 1,5 millones. Todo esto, en el transcurso de seis meses. El freno que muestra el consumo, la cadena de industrialización de la leche, y las dificultades operativas de la misma compañía enfriaron las expectativas”, reconoció ante iProfesional una fuente cercana a la interna de la láctea.
Mientras tanto, la firma sigue acumulando deudas con el fisco: cerca de $6.000 millones, que en cuanto reciba los fondos frescos deberá comenzar a pagar tras negociar sendas moratorias con la AFIP.
El contexto tampoco le está jugando a favor a La Serenísima. En mayo pasado, Mastellone Hermanos reconoció una pérdida integral de $1.470 millones entre enero y marzo pasado contra un rojo de $661 millones en el mismo período del año pasado.
Dicho de otra forma, en tan sólo tres meses y sin tener todavía en cuenta los efectos económicos de las medidas para combatir el coronavirus, la láctea incrementó su rojo en 801 millones de pesos.
Desde el entorno de la compañía reconocieron ante iProfesional que el parate del sector gastronómico y la merma de la demanda en supermercados desalientan cualquier idea de recuperación de ventas de aquí a diciembre.
“Desde la perspectiva de que la recesión desalentará el consumo, probablemente asistamos a una ampliación de las ofertas. Precios promocionales para que el consumidor se lleve más de una leche larga vida, por ejemplo. Acciones similares para los quesos cremosos, las alternativas blandas. Si el sobrante no se va a poder exportar, entonces habrá que ingeniárselas para hacer de la venta interna una vía de escape”, anticiparon fuentes consultadas.

La fabricante de los 9 de Oro, complicada

Aunque también afectada por un consumo en detrimento, el momento de incertidumbre que transita Molino Cañuelas representa más bien una consecuencia de los números en rojo que arrastra desde hace al menos tres años.
Dueña de etiquetas reconocidas como los bizcochos 9 de Oro, los aceites Cañuelas y la harina Pureza, la firma -según pudo confirmar iProfesional- se mantiene al borde de la liquidación de activos a partir de un endeudamiento cercano a los 1.400 millones de dólares.
Consolidada en el segmento alimenticio como la mayor procesadora de trigo de la Argentina, Molino Cañuelas podría ceder hasta el 90 por ciento de su estructura a los bancos acreedores.
Bajo control de la familia Navilli, Molino Cañuelas mantiene deudas con Banco Nación, Macro, HSBC, Provincia y Santander, además de incumplimientos con CMF, COMAFI, Hipotecario, BBVA, Ciudad y Galicia. Según se detalla en la base de datos del Banco Central (BCRA), Molino Cañuelas tiene compromisos a saldar por más de 20.000 millones de pesos.
Las sucesivas devaluaciones, sumadas a una baja en los números de comercialización, terminaron acentuando la crisis de una compañía que ya en 2018 debía más de 760 millones de dólares. No es la única empresa de Navilli en problemas: su controlada Compañía Argentina de Granos (CAG), dedicada al acopio de cereales y oleaginosas, también se ve aquejada por un endeudamiento multimillonario.

Molinos Río de la Plata y Ledesma

Afectada por la caída de la demanda y la imposibilidad de trasladar los mayores gastos al precio de sus productos, Molinos Río de la Plata es otro de los “peso pesados” de la alimentación con balances en rojo.
La firma en cuestión concluyó 2019 con pérdidas por encima de los $1.000 millones y ya en los primeros tres meses de este año sumó otro balance negativo por $114 millones.
“Los incrementos de costos no trasladados en su totalidad a precios impactaron en un significativo deterioro del margen bruto”, advirtió Molinos Río de la Plata en un comunicado enviado a las autoridades de la Bolsa porteña durante la primera mitad de mayo.
La imposibilidad de incrementar los valores en las góndolas a partir del congelamiento establecido por el Gobierno para determinados productos impide, al menos por ahora, comenzar a torcer los malos resultados que la compañía viene acumulando en los últimos tiempos.
Por el lado de Ledesma, la azucarera perdió más de $1.500 millones en 2018, reconoció un rojo superior a los $1.100 millones llegando al final del año pasado, y en medio de la cuarentena avanzó con el pedido de ATP para cubrir los salarios de su plantel de empleados.
A fines de abril, la compañía que controla la familia Blaquier informó a sus trabajadores la decisión de reducir los sueldos un 30 por ciento “de acuerdo a la necesidad de la firma de convocarlos o no a cumplir tareas en el contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio”, según confiaron fuentes gremiales.
El interrogante en el ámbito de las grandes pasa por el acontecer de Arcor que, a diferencia del rojo con que concluyó diciembre del año pasado, cerró el primer trimestre del 2020 con una ganancia del orden de los 476 millones de pesos.
Justo después irrumpió la pandemia, el aislamiento con merma en la demanda de determinados alimentos, la afectación intensa del poder adquisitivo de los consumidores. Es decir, se consolidó un escenario negativo imposible de anticipar para la dirigencia de la compañía.
Resta saber, superada la primera mitad del año, cuán afectados resultaron los números de Arcor por la pandemia y, por supuesto, el pronóstico comercial de cara a un segundo semestre con -lo presupone todo el sector alimenticio- menos dinero en el bolsillo de los eventuales clientes.

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