Los españoles van al supermercado cada semana para hacer la compra. Y entre uno de los imprescindibles encontramos la leche. Aunque su dispendio se ha visto reducido en estos dos últimos años, la leche de consumo directo sigue siendo el producto lácteo más consumido en España, un 41%, a diferencia de la mantequilla u otros derivados según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en el mes de mayo de 2020.
Con esta demanda de leche de consumo directo y con los consumidores cada vez más informados e interesados por los orígenes de lo que consumen, tanto en términos de inocuidad alimentaria, como del uso de antibióticos o sistemas de producción. Ya son muchas las marcas lecheras que han añadido a sus bricks de leche el sello de “Bienestar Animal”. Esta es una certificación en la cual las medidas de bienestar de los animales han sido inspeccionadas y están basadas en el propio animal, en el manejo y en las instalaciones en las que este vive.
Origen del certificado de Bienestar Animal
El certificado de Bienestar Animal o Welfare Quality, nace como un proyecto de investigación de la Unión Europea entre los años 2004 y 2009. Se crea ante la demanda de un consumidor preocupado por el origen de los productos que consume, la necesidad de crear sistemas de gestión de seguridad alimentaria, y la actual consciencia de que el bienestar animal afecta al producto final.
A España llega en el año 2013, cuando varias empresas de certificación, consultaron al IRTA (el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de Cataluña), sobre la creación de certificados de bienestar animal en granjas de vacuno, porcino, pollos y gallinas. Y en el año 2014, fue otorgado el primer certificado para vacuno lechero, junto con la Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR).
El proyecto de Welfare Quality tiene como objetivo el desarrollo de un sistema de valoración del bienestar animal. Está formado por un consorcio de 44 instituciones y universidades, el conjunto de 13 países de la Unión Europea y 4 países de América del Sur. Son los encargados de la actualización y del refinamiento de los protocolos, al igual que de las reuniones anuales, en las cuales el IRTA participa de manera activa.
El IRTA es también el encargado de impartir los cursos de Bienestar Animal a los veterinarios que realizan las inspecciones, para verificar el buen estado de las granjas productoras, y de los animales que viven en ellas. Los futuros auditores competentes, recibirán la capacitación en inspecciones de bienestar animal, de acuerdo con el reglamento de la Welfare Quality. Se trata de un requisito esencial para respaldar la calidad de la certificación. En cooperación con diversos expertos de la Red de Welfare Quality, se organizan regularmente cursos de capacitación y competencia para auditores. Los cursos duran de 3 a 5 días y tienen lugar en las instalaciones del IRTA en Monells (Girona).
¿Qué es el bienestar animal?
El llamado bienestar en los animales, se define como un conjunto de medidas adoptadas para el mantenimiento de una correcta alimentación, un justo alojamiento y cuidado adecuado. Todo ello junto con el tratamiento y la prevención de enfermedades. Está también basado en las llamadas “cinco libertades” de los animales: la ausencia de hambre y de sed, la inexistencia de disconfort, de dolor o daño, la convivencia sin miedo o estrés, y la expresión normal de su comportamiento.
Cuando hablamos de estrés, podemos clasificar este en cinco grupos. Los sociales, con el que se quiere evitar el aislamiento del animal; y los ambientales, que pretenden modular la temperatura, luz, ventilación y ruidos correctos. De manejo, con el cual se responsabiliza al ganadero del trato que reciba el animal. Alimentarios, que evitan el estrés mientras el animal tenga acceso a agua y una alimentación equilibrada. Y por último el estrés por motivos patológicos, porque haya animales que sufran dolores o enfermedades.
Por otro lado, el bienestar en los animales también está regulado legalmente. En el Real Decreto 348/2000, en relación con la protección de los animales en granjas, el estado fija una serie de normas mínimas de protección que constituyan el bienestar animal. Se debe contar con un número suficiente de personal que inspeccione como mínimo una vez al día a los animales, y se deberá disponer de una iluminación correcta. Si alguno de los animales mostrara signos de estar enfermo o herido, deberá recibir inmediatamente un tratamiento apropiado o se consultará con el veterinario. Para el correcto aislamiento de cualquiera de los animales enfermos, se deberá disponer de un lazareto o enfermería.
Los ganaderos deberán tener un registro con los tratamientos administrados a los animales, guardado como mínimo por tres años. No se podrá tener a los animales encadenados o atados de manera continuada, pudiéndoles causar daños o sufrimiento. Las condiciones ambientales deben ser óptimas, evitando la formación de gases o polvo, la oscuridad permanente o luz artificial incesantemente. Son recomendables seis horas al día de acceso a pasto. Deben de estar protegidos ante inclemencias climáticas, enfermedades y depredadores como zorros, lobos o buitres.
Si se dispone de equipos automáticos o mecánicos como ordeñadoras, circuitos que llevan la leche desde la ordeñadora al tanque, ventiladores… estos deben ser inspeccionados mínimo una vez al día, y en caso de estropearse, se arreglarán de inmediato. Se administrarán las cantidades suficientes de alimentos y agua de calidad, ubicados de manera que sea fácil su acceso y se evite la competencia y discusión entre animales. Y por último, ningún animal podrá ser mutilado.
¿Cómo se valora el bienestar animal?
Acompañamos a Jesús Castillo, uno de los veterinarios formados por el IRTA que trabaja efectuando auditorías de bienestar animal en granjas lecheras de diferentes municipios de Cantabria. En los últimos tres meses, ha realizado más de cuarenta inspecciones, de las cuales tan solo el 6% presentaron alguna incidencia. Por ejemplo, cuenta que en una de las incidencias, tuvo que avisar al ganadero de que “los comederos eran de hormigón y estaban rotos, por lo que no mantenían las condiciones higiénicas óptimas. Pero, se le advirtió sobre el fallo, se volverá a esa granja, y si ha arreglado el comedero pasa el control y queda aprobado.”
Una auditoría en una granja dura una media de 4 o 7 horas, dependiendo de las dimensiones de la granja y el número de animales. Estas comienzan con una entrevista al ganadero, en la cual el veterinario realiza una “formación in situ” sobre Bienestar Animal. Cuando el 75% de los animales han vuelto de la sala de ordeño, comienza la inspección. Se realiza un croquis de la explotación lechera, con información general sobre la distribución de los animales y las zonas en las que conviven. Esta es muy importante, ya que “las vacas que tienen que esperar mucho tiempo en fila para ser ordeñadas, o no tienen sitio para tumbarse después de comer, sufren lesiones en las pezuñas, que causan dolor y pérdida en la producción”.
Después el veterinario procede a examinar el estado y comportamiento de los animales. Para ello, por ejemplo, está el test de huida, en el cual se analiza la reacción de una vaca ante el acercamiento humano. Si el animal no se asusta, esto indica que se encuentra cómodo en su entorno.
Durante las horas siguientes, se observa la higiene y se desarrolla la “clínica”, es decir, el veterinario verifica que ninguna vaca esté enferma o muestre signos de estarlo. Cojeras, enfermedades en ubres, alopecia… Si por ejemplo, una de las vacas tiene el rabo amputado, práctica ilegal que realizan algunos ganaderos, se penaliza como maltrato animal y puede ser expulsado de la marca para la que se suministre la leche. Por último, se comprueban los comederos y bebederos; que tengan el espacio suficiente para todas las vacas, las condiciones higiénicas de estos, verificando también la naturaleza de la comida y del agua.
Todo ello es puntuado numéricamente por el veterinario. Dichas puntuaciones se componen del 1 al 100. Siendo la nota más cercana a 100, la mejor explotación lechera, y el suspenso, todas las notas por debajo de 50. Al terminar se envían las calificaciones e incidencias a la cooperativa agroalimentaria correspondiente. Y en esta, se examinan los resultados que determinarán si la marca de leche, para la que trabajan esas granjas de vacuno lechero, es digna de recibir el sello de Bienestar Animal que aparecerá en sus bricks.
En concreto, Jesús nos da acceso a los resultados de las auditorías de sus tres últimos meses. Como se nombra anteriormente, solo un 6% de las auditorías presentaron una incidencia y una calificación por debajo de 50 sobre 100, es decir, estas son granjas de vacuno lechero que deberán volver a ser revisadas. El 64% lo representan las explotaciones lecheras que tienen una puntuación entre 50 y 70 sobre 100. Por último, un 30% son granjas lecheras que cuentan con una puntuación entre 70 y 100, estas últimas son las mejores puntuadas, y las que mejores condiciones para el bienestar de los animales muestran.
La importancia del certificado de bienestar animal
Actualmente existe un debate sobre el sello de Bienestar Animal, pues son muchos los que recelan de las técnicas y normas existentes, que ven el sello como una simple estrategia de marketing. Y aunque es verdad que dicho sello sirve como marca diferenciadora, pudiendo subir el precio de la leche con el certificado, este también es de una gran importancia.
En una ocasión, durante una auditoría de bienestar animal, mientras el veterinario realizaba la (evaluación de comportamiento cualitativo), que consiste en la observación de los animales en distintos puntos de la explotación lechera durante 20 minutos, para conocer el estado de ánimo (activo, agitado, sociable, juguetón…) y movimiento de los animales, el ganadero hizo un comentario burlesco, tachando la situación de “irreal”.
Sin embargo, resulta que una de sus vacas mostró una cojera. Pero, ¿qué tiene que ver una cojera con la producción de leche? Consultamos con Javier Blanco, profesor de la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, experto en vacuno lechero, reconocido como uno de los mejores en su campo. Las cojeras, producidas tanto por accidente, por una pelea con otro animal, o por una infección, son muy frecuentes en estos animales de granja. “Las consecuencias son dolor, falta de movimiento, no comen, no beben y por supuesto, no producen leche.”
Aquí es donde entra la importancia del bienestar animal. Javier Blanco lo califica como “una obligación por parte del productor”, ya que está directamente relacionado con la reducción de las enfermedades y el aumento de la producción. El experto nos pone el ejemplo de algunas granjas en California donde “la introducción de ventiladores industriales y sistemas de vaporización, consiguió disminuir el estrés por calor, mejorar la vida de las vacas y aumentar su fertilidad y producción.”
El papel de los veterinarios en el bienestar animal
Alberto Antoine Díez, veterinario en la Universidad Complutense y también experto en vacuno lechero, alega que determinar el bienestar “requiere unos conocimientos en etología inherentes a la profesión veterinaria.” Además de que el veterinario es conocedor del medio y “es la persona mejor formada para hacerlo”.
En la carrera de Veterinaria se aborda el bienestar animal desde diversos puntos, existiendo asignaturas que están centradas únicamente en el ello. En algunas asignaturas se estudia “la definición en sí de lo que es el bienestar animal y cómo alcanzarlo”. Daniel Álvarez Campos, estudiante de cuarto curso de Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, explica que se basan en la pirámide de Maslow (que trata sobre la jerarquía de las necesidades). Analizan y se instruyen en el comportamiento de los animales, estudiando su etología, y por supuesto, se aprende “la forma de poder dar a esos animales las mismas condiciones que tienen si estuvieran en un estado de vida libre.”
Muchos estudiantes en la carrera, y en concreto Daniel, ven las inspecciones de Bienestar Animal como una oportunidad de trabajo para proteger los derechos de los animales. Luchando contra el maltrato, supervisando en auditorías esas granjas, y haciendo que se “cumpla incluso en los mataderos cuando se sacrifica a los animales, asegurando que se haga de la forma más rápida e indolora posible.”
Animalistas y sello de Bienestar Animal
Muchas organizaciones animalistas se han manifestado para poner en evidencia lo perjudiciales que son las explotaciones de vacuno lechero para estos animales. Cristina Ibáñez García, coordinadora en Barcelona de AnimaNaturalis Internacional, denuncia en su organización “las aberraciones que el ser humano comete con los animales que considera que están en el mundo para su provecho.” Al igual que en la fundación Igualdad Animal, que acusa a estas granjas lecheras de inseminar artificialmente, “en contra de su voluntad” a las vacas, para luego separar a las madres de sus terneros. Estos últimos sufrirán una “temprana anulación de la lactancia natural y su sustitución por compuestos lácteos”. Pues la finalidad es que su leche sea para consumo humano y “no siga el proceso natural de ser ingerido por su cría.”
La veracidad que dan los animalistas a los certificados de bienestar animal es casi nula. Cristina Ibáñez los tacha de “papel mojado y tramposo”, pues “no es posible que un animal puede gozar de bienestar animal cuando está encerrado en una granja en contra de su voluntad.” Mientras que en la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA), su director Alberto Díez Michelena, pide una mayor colaboración de organizaciones animalistas en la creación de estos sellos. Y tacha a los sellos del sector lácteo de “cerrados”. Lo cual indica que en muchas ocasiones “el sello no hace sino que arropar, un sistema de producción intensivo e industrial, barato, sin mayor consecuencia positiva para los animales.”
Encontramos otra gran polémica, en la diferenciación entre una certificación de Bienestar Animal en granjas pequeñas, con no más de 100 animales, y otro dado a macrogranjas en las que conviven más de 200 animales. Desde ANDA se cree que “una macrogranja jamás podrá satisfacer las expectativas de un producto alternativo en lo que respecta a la sostenibilidad medioambiental y al desarrollo rural.” A lo que Cristina Ibáñez, afirma que “a mayor número de animales, menos se controla ese supuesto bienestar animal.”
Por otro lado, el veterinario Javier Blanco, aclara que “por el solo hecho de tener pocos animales, no son mejores o garantizan el bienestar de los animales”, pues siempre han de tenerse en cuenta cómo son las instalaciones, el manejo de los animales y su nutrición en esa explotación.