Su huella de carbono no es la misma, te explicamos por qué.

La sostenibilidad es un concepto con el que hay que comprometerse para asegurar el futuro del planeta. No siempre es cuestión de tomar grandes decisiones que nos cambien la vida. A menudo bastan pequeños gestos cotidianos para mejorar las cosas.

Uno de ellos es saber si resultan más sostenibles los envases de vidrio o los tetrabriks y decantarse por unos o por los otros. Pero la respuesta no es tan obvia como parece. Y es que el asunto se debe valorar desde muchos aspectos, no todos evidentes para el consumidor.

Si lo observamos desde el punto de vista de la reutilización, no hay duda de que los envases de vidrio son mucho más sostenibles, porque se pueden utilizar casi infinitamente. Basta con higienizarlos en unos casos para volverlos a utilizar, mientras en otros hay que fundirlos y reaprovechar el material resultante.

Un transporte pesado y contaminante

Sin embargo, si lo que se estudia es su huella de carbono, el resultado es que la del vidrio es 12 veces superior a la que deja el envase de cartón y similar al de las latas de aluminio sin materiales reciclables. Si estas tienen un 70% de componentes reaprovechables, emiten el doble de CO2 que los cartones.

Para que quede algo más claro, la huella del carbono viene a ser la cantidad total de gases de efecto invernadero que se generan en todas y cada una de las fases de vida de un producto.

Cuenta desde la extracción de los materiales necesarios para fabricarlo hasta el momento en que queda totalmente inutilizado y descartado.

El índice de los envases de vidrio es tan elevado porque las fábricas donde se elaboran son contaminantes en sí. Pero no es todo, ya que hay que sumar otros factores, como por ejemplo el transporte.

La huella de carbono del vidrio es 12 veces superior a la que deja el envase de cartón

Puesto en números, una botella de vidrio de un litro y medio de un solo uso emite entre 265 y 503 gr de CO2, mientras que una que se rellena hasta 30 veces no llega a 25 gr. Un tetrabrik está entre los 18 y los 60 gr de emisiones, mientras que un envase de plástico de un solo uso alcanza entre 44 y 633 gr.

Un factor clave es que, debido al mayor peso del vidrio, se necesita más combustible para el transporte, con las consecuentes emisiones de gases contaminantes en la atmósfera.

Mientras una botella de medio litro pesa unos 400 gr, una de plástico, aluminio o cartón de la misma capacidad no pasa de los 10 gr. También hay que decir que los fabricantes están estudiando la posibilidad de utilizar materiales más ligeros.

La huella del carbono disminuye con el tiempo

Tampoco ayuda que tengan una forma redondeada, que no permite optimizar el espacio tanto como cuando se trata de briks o incluso de latas de aluminio (las menos pesadas).

Y no solo hay que contar el camino de ida de la fábrica a la envasadora, la distribuidora y el punto de venta; también el viaje de vuelta desde el contenedor donde lo desechan los consumidores (o la basura) hacia el punto de reciclado.

En el lado positivo de la balanza se debe contar, sin embargo, que, al poder reutilizarse tantas y tantas veces, el valor de la huella del carbono va disminuyendo, porque se evita una parte importante del proceso de fabricación.

Reciclando, pero no tanto

Otro aspecto que tienen en cuenta los expertos es qué envases son los que más se recuperan en la práctica. Es decir, los que más se llevan a los puntos de recuperación.

Aunque vaya por delante que no depende exclusivamente del grado de conciencia de los consumidores, sino en mayor medida de las políticas y la implicación de los gobiernos en dar soluciones a la crisis climática.

Los envases de vidrio son los que más se llevan a los punto de recogida

Y es que está comprobado que no todos los envases que se recuperan acaban siendo reciclados. Ni tampoco hay total transparencia sobre qué materiales pueden y cuáles no ser reaprovechados. Pero esa es otra cuestión.

El caso es que, en general, los envases de vidrio son los que más se llevan a los punto de recogida. Aunque en España, según datos del Ministerio de Transición Ecológica, un 9% llegan al contenedor amarillo (el de plásticos y briks) frente a un 8% que se depositan en el verde (el del vidrio).

En España, como en el Reino Unido y otros países europeos, el acceso a instalaciones de reciclado es relativamente fácil. Se ha calculado que se reciclan un 85% en Gran Bretaña, mientras que en Estados Unidos apenas alcanza el 40% y en China un escaso 25%. Y resulta curioso comprobar que países supuestamente implicados en la salvaguarda del medioambiente, como Dinamarca, incineran el 33% de los briks, con la consiguiente contaminación que ello supone (y que también cuenta al calcular la huella del carbono).

En España, según Ecovidrio, se reciclan 7 de cada 10 envases de vidrio. Casi el 80% de los envases de plástico acaban en vertederos, incinerados o arrojados al medio ambiente y del total de los producidos el 40% son de un solo uso.

El concepto de reciclaje también tiene su importancia en esta cuestión, ya que se considera que para que un envase se considere reciclable debe cumplir un ciclo circular, es decir, empezar y terminar su vida útil con un mismo uso.

Lo que el cartón oculta

En el caso del vidrio está claro que es así. Pero, ¿qué ocurre con el tetrabrik? Estos envases, que nos parecen de cartón, y por lo tanto fácilmente recuperables, son engañosos. Porque esconden varias capas interiores, incluso hasta 12, de distintos materiales.

Un 75% es cartón (procedente de la madera), un 20%, polietileno (que es un tipo de plástico) y el resto, aluminio. Son muy útiles para preservar los líquidos y alimentos que contienen, porque evitan la contaminación y los conservan en buenas condiciones, pero un dolor de cabeza a la hora de reciclarlos.

En términos de impacto sobre el medio ambiente, los mejores envases son los de cristal, seguidos de los de aluminio
Para conseguirlo verdaderamente se deberían separar todos sus elementos y volver a formar otro tetrabrik con ellos. Lo que es literalmente imposible. Entre otras cosas, porque hay que usar cartón virgen para evitar posibles contaminantes del ya usado, o, porque el resultante es de una calidad insuficiente para contener productos alimenticios.

Tampoco es nada fácil separar las láminas de plástico y aluminio y a menudo se reutilizan juntas en forma de polímeros, que se emplean en la industria del cemento o en la construcción de viviendas de bajo coste.

Es positivo que acabe aprovechándose y no en un vertedero, pero eso no permite considerar que es la “solución verde” al envasado. En términos de impacto sobre el medio ambiente, los mejores envases son los de cristal, seguidos de los de aluminio.

Como buena parte de los envases de este material se llevan a reciclar, la huella del carbono acaba disminuyendo hasta en un 96% y al final es similar a la del vidrio reutilizable o a los tetrabriks.

Si hubiera que hacer una lista de más a menos sostenibles, el primer lugar lo ocuparían las botellas de vidrio reutilizables, seguidas de las de plástico reciclaje y, finalmente, los briks. Siempre y cuando se trate de un país con buenas prácticas de reciclado.

Luego estarían las latas de aluminio, con esa misma premisa, y finalmente el plástico reciclado de un solo uso. El último lugar lo ocuparían las botellas de vidrio no reutilizables.

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