Hace un tiempo que la leche y los lácteos están en el ojo de la tormenta y se han vuelto objeto de una disputa que hizo que por todos lados se cuestionen nuestros modos más tradicionales de alimentarnos. ¡Leche sí, leche no! Se riñen la ética, la salud y el medio ambiente ¡Qué comiencen los juegos del hambre!

Uno de los upgrades más significativos de la humanidad sucede hace alrededor de 10.000 años, cuando de ser cazadores y recolectores emergimos en una sociedad que, por primera vez, crió a sus animales y cultivó sus vegetales. La domesticación de especies surgió de manera espontánea, trayendo consigo cambios muy positivos en el modo de vida que facilitó nuestra evolución física, mental y social.

Entre las especies domesticadas, la más tradicional en lechería es la vaca, y su bienestar es clave en una explotación lechera. Dado que la producción de leche es resultado de un proceso fisiológico dirigido por hormonas cuya presencia o ausencia tienen todo que ver con su estimulación.

Siempre lo contamos: una vaca que no está feliz no da leche. Es por ello que en los establecimientos además de cumplir con las premisas de Bienestar Animal que son Ausencia de hambre y sed, Entorno adecuado (abrigo, descanso, confort), Ausencia de enfermedad, Expresión del comportamiento normal de la especie, Ausencia de sufrimiento mental (situaciones estresantes que produzcan miedo o ansiedad) se les brinda a los animales extras de confort, que además terminan redundando en extras de confort para las personas que trabajan con ellos. 

Existen posturas diversas basadas en cuestiones éticas o filosóficas, pero que resultan subjetivas y secundarias al contrastarse con la realidad de la práctica. No está de más decir que las personas que se dedican a la cría de ganado para lechería, tienen una afinidad muy particular con su rodeo, y un amor y una pasión en su tarea que no son compatibles con el maltrato animal.

El costado medioambiental en el que se estriba la resistencia, cuestiona la extensión de suelo que necesita ocupar y el impacto que supone que sufre el clima con la cría de ganado para la obtención de la leche y los lácteos.

La superficie sólida de la Tierra es de 15.000 millones de hectáreas, sólo 1.100 millones de hectáreas de suelos son agrícolas, otros 4.000 millones de hectáreas son suelos ganaderos donde por limitaciones de pendiente, pedregosidad, sodicidad, salinidad, exceso de humedad o exceso de drenaje no se siembra; sólo sirven para producción de forrajes, que son pastos de distintas especies, indigestibles para el humano, pero no para los rumiantes que pueden digerir celulosa y convertirla en proteína de alto valor biológico para alimentar a las personas. Los animales pastando, además ayudan a prevenir incendios en momentos de sequía, ya que reducen la carga ígnea de los pastizales. 

En 2006 la FAO presentó un informe que satisfacía a fuertes grupos anti-ganadería, que por mucho tiempo habían estado llamando a reducir drásticamente el consumo de alimentos de origen animal para “salvar el planeta”. “La Larga Sombra del Ganado”, tal como se tituló el informe, responsabilizó a la ganadería por el cambio climático, afirmando que producía más gases de efecto invernadero que todo el transporte del mundo. Frank Mitloehner, un investigador de la Universidad de California logró revertir ese informe con datos científicos, él explicó el ciclo biogénico del metano, en el que las plantas toman el carbono que necesitan para producir carbohidratos a partir del dióxido de carbono atmosférico; cuando las vacas pastan, convierten una parte en metano, que se libera cuando eructan y cuando el estiércol se descompone, permanece en el aire unos 10 años y se vuelve a convertir en el dióxido de carbono de donde vino. Muy diferente al ciclo de los combustibles fósiles, petróleo, carbón y gas, que se almacenaron en el suelo durante millones de años, y una vez extraídos, se queman y se apilan en la atmósfera por 1000 años. 

FAO corrigió su informe en 2013, pero no hay disculpas ni nuevo informe que reparen el daño que causó y sigue causando con su informe del 2006, que se convirtió en La Biblia de los Talibanes del Cambio Climático, y la piedra angular de la Agenda 2030, a la que los gobiernos del mundo se rinden dóciles a moldear el futuro de las personas en la Tierra.

En lo que a la salud respecta, la leche y los lácteos, son alimentos buenos por dónde los mires, salvo para quienes tienen problemas particulares de alergia a la proteína de la leche o intolerancia a la lactosa. Podemos ser alérgicos al maní, y nadie se atrevió a demonizar al maní por eso. También a estas alturas se ha descartado que la leche y los lácteos pueden contener hormonas o antibióticos que lleguen a nuestro organismo poniéndolo en riesgo.

La capacidad para digerir la leche adecuadamente depende de la enzima lactasa. Durante miles de años, solamente los niños pequeños generaron lactasa y a medida que crecían, el gen encargado de hacerlo se iba apagando. El humano evolucionó y hace aproximadamente 7.000 años, surgió una mutación genética y la tolerancia a la lactosa se fue haciendo cada vez más habitual en la población. 

Hay teorías que dicen que pudo ser durante una hambruna, en la que poder alimentarse con leche pudo ser una ventaja evolutiva. También se cree que pudo ser una respuesta adaptativa a la domesticación del ganado. La aparición de esta mutación es la acción normal de la evolución y no hay nada de antinatural en ello. No es antinatural tomar leche en la adultez, es fantástico poder hacerlo, porque es deliciosa, nutritiva y saludable, rica en proteínas, calcio y muchos otros nutrientes que no se igualan en calidad y cantidad en otros alimentos.

La leche y los lácteos forman un grupo de alimentos que aportan nutrientes claves para nuestra salud y a los que no hay por qué renunciar, tanto si estás preocupado por el bienestar de los animales, la ecología o seas intolerante porque existe en el mercado toda la gama de leches y productos lácteos reducidos en, o sin lactosa.

El hombre, ser racional, es la única especie que tiene completo dominio sobre su alimentación, y elige la leche y los lácteos por los amplios beneficios que le ofrece: el calcio necesario para formar huesos y dientes, una presión arterial equilibrada, una mente activa, músculos fuertes y longevos, un peso corporal saludable, una rehidratación inigualable en el deporte en reemplazo de las bebidas isotónicas o el agua.

Si somos razonables y apelamos objetivamente a la realidad y a la biología de las cosas, a la ciencia no amañada o ideologizada, Su Majestad La Leche ganará siempre todas las batallas. 

Consumir lácteos hace bien, la leche es un alimento único, que provee nutrientes como hidratos de carbono, proteínas, grasas, minerales y vitaminas, es el alimento más completo jamás creado; y producirlos es una noble tarea que da trabajo a millones de personas alrededor del mundo, que aman hacerlo, aman a los animales, velan por su bienestar y trabajan con empeño en cuidar cada día mejor el medio ambiente.

Vos ¿ya tomaste tu vaso de leche hoy?

 

coValeria Guzmán Hamann

EDAIRYNEWS

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