La leche se consolida como un alimento esencial en todas las etapas de la vida, no solo por su valor nutricional, sino también por su rol preventivo frente a enfermedades asociadas al envejecimiento, como la osteoporosis y la sarcopenia.
Gracias a su combinación de calcio, vitamina D y proteínas de alto valor biológico, el consumo regular de leche contribuye al desarrollo y mantenimiento de huesos y músculos fuertes, además de favorecer el correcto funcionamiento del sistema inmunológico.
La osteoporosis se caracteriza por la pérdida de densidad y calidad ósea, lo que incrementa el riesgo de fracturas, especialmente en adultos mayores. En este contexto, la leche cumple un rol clave al aportar calcio, un mineral esencial para la formación y conservación de la estructura ósea. La presencia de vitamina D facilita su absorción intestinal, mientras que el fósforo contribuye al proceso de mineralización de los huesos.
De acuerdo con las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y las Guías Alimentarias para la Población Argentina, el consumo regular de leche y otros lácteos durante la infancia, adolescencia y hasta los 25 años resulta fundamental para alcanzar una adecuada reserva de masa ósea. En la adultez, cuando la formación de hueso nuevo disminuye, mantener una ingesta suficiente de estos nutrientes ayuda a retrasar la aparición de osteoporosis.
Por otro lado, la sarcopenia —la pérdida progresiva de masa y fuerza muscular asociada al envejecimiento— representa uno de los principales desafíos para la calidad de vida en edades avanzadas. La leche aporta proteínas completas, que contienen todos los aminoácidos esenciales necesarios para la reparación y el mantenimiento del tejido muscular.
Diversos estudios señalan que una alimentación que incluya lácteos de manera regular favorece la preservación de la musculatura y ayuda a prevenir la debilidad muscular propia de la edad. Además, el calcio y otros minerales presentes en la leche intervienen en la función contráctil del músculo y en el metabolismo energético.
Tanto la osteoporosis como la sarcopenia suelen desarrollarse de forma silenciosa. En el primer caso, los signos más frecuentes aparecen cuando se producen fracturas ante traumatismos mínimos, reducción de la estatura o dolores persistentes de espalda. En la sarcopenia, los síntomas iniciales incluyen dificultad para realizar actividades cotidianas, pérdida de fuerza y mayor riesgo de caídas.
Más allá de la salud ósea y muscular, la leche aporta vitaminas como la B12, fundamental para el sistema nervioso y la formación de glóbulos rojos, vitamina A para la salud visual y cutánea, y minerales como el magnesio, clave en numerosos procesos metabólicos. Su consumo también se asocia a un menor riesgo de obesidad, hipertensión arterial y algunos tipos de cáncer, cuando forma parte de una dieta equilibrada.
En cuanto a la elección del tipo de leche, las Guías Alimentarias recomiendan priorizar las versiones descremadas o parcialmente descremadas en adultos, ya que aportan los mismos nutrientes esenciales que la leche entera, pero con menor contenido de grasas saturadas. No obstante, en niños, adolescentes, embarazadas o personas con mayores requerimientos energéticos, la leche entera puede ser una opción adecuada, siempre bajo orientación profesional.
Fuente: Infobae






