Marcos y Guillermo son programadores, pero hace 13 años tomaron una decisión: cambiar de rumbo para salvar el tambo familiar, dejar la ciudad y dedicarse al campo.

Marcos y Guillermo Echeverría son hermanos y programadores, pero desde hace 13 años también son hombres de campo, desde que decidieron cambiar las computadoras por las vacas para salvar el tambo familiar de la liquidación.

Al igual que su hermano mayor Javier, Marcos y Guillermo conocen el campo desde niños porque sus padres y tíos tenían un tambo cerca de Santa Lucía. Pero nunca tuvieron intención de vincularse a la producción, lo que les gustaba más eran las computadoras.

Los tres siguieron los mismos pasos: se fueron a Montevideo a estudiar y se dedicaron a la informática, pero varios años después, cuando su padre y su tío decidieron dejar de trabajar en el tambo –empresa familiar que comenzó su abuelo– los hermanos más chicos dejaron la ciudad por el campo y emprendieron un nuevo camino, el de la producción.

El primero que se fue al campo fue Guillermo y luego Marcos lo siguió. Si bien de chicos iban al tambo y conocían un poco cómo funcionaba, debieron aprender mucho para empezar a trabajar, desde cómo ordeñar a gestionar los números de la empresa, qué pasturas sembrar en cada época y cómo repartir los horarios de trabajo.

Trabajan con ganado Holando, Jersey y sus cruzas.
Trabajan con ganado Holando, Jersey y sus cruzas.

Aprendieron a optimizar

Al principio, según recordó Marcos en diálogo con El Observador, lo que les llevó más tiempo fue organizarse. Iban cerca de 16 horas al tambo, luego, con el paso del tiempo, se dieron cuenta de que podían optimizar algunas de las tareas, dividirse y delegar más, y el trabajo comenzó a mejorar.

“Aprendimos a complementarnos y a optimizar tareas”, destacó. Ajustando pequeñas tareas, cambiando la metodología, pudieron “ganarle” tiempo a algunos trabajos, lo que les permitió tener más rapidez en los procesos y un mejor ordeñe.

La transición fue rápida y “muy abierta”. “Desde el momento en que pisamos nos empezaron a enseñar las cosas”, comentó. Durante su inicio en el tambo el aprendizaje se dio gracias a su padre y tío, pero también por asesoramiento externo y por el vínculo con otros productores.

Una de las preocupaciones que tenían cuando entraron al sector era todo el universo de cosas que tenían para aprender, porque, “un tambero sabe de todo, no es solo ordeñar”, destacó.

Los hermanos se unieron a un grupo de tamberos de Santa Lucía con el que realizaban jornadas de visita a los predios, en instancias en las que podían ver cómo sus colegas trabajaban. “Aprendimos muchísimo y estamos aprendiendo todavía”, dijo Marcos.

Los hermanos, programadores, salvaron el tambo familiar de la liquidación.
Los hermanos, programadores, salvaron el tambo familiar de la liquidación.

Conaprole: algo que no se abandona

Históricamente el tambo de los Echeverría remitió su producción a Conaprole. Desde sus comienzos, y cuando los hermanos Marcos y Guillermo entraron en la empresa su tío y su padre fueron muy abiertos a la toma de decisiones, pero hubo una cosa que no les permitieron cambiar, y tiene que ver con la cooperativa.

Su tío, tambero experiente, les dio riendas sueltas para hacer del tambo su lugar de trabajo. Antes allí se trabajaba con toros, y los hermanos le plantearon a su tío comenzar a inseminar a las vacas, a lo que él les dijo que sí; luego le preguntaron si podían llevar al campo un ingeniero agrónomo para que los asesorara, y también lo aceptó. Pero cuando los hermanos encontraron una industria que pagaba $ 1 más por litro de leche (que significaba $ 600 más por día por la remisión que tenían en ese momento, de 600 litros), se negó rotundamente, recordó Marcos.

La razón estaba en que con Conaprole no tuvieron nunca un problema de pago, y el trabajo siempre fue bueno, por lo que su tío les recomendó no ver ese peso de más, sino “otros valores agregados que tiene la cooperativa, como el respaldo”.

Con el tiempo los jóvenes tamberos le dieron la razón a su tío, porque incluso, años después, aquella empresa cerró.

El tambo familiar era administrado por su tío y su padre.
El tambo familiar era administrado por su tío y su padre.

“Siempre hubo fidelidad con la empresa porque nos dan un respaldo impresionante. Como productor te da una seguridad impresionante porque si el día de mañana quiero crecer tengo todos los números para armar un proyecto. El negocio está clarito y es seguro”, sostuvo.

Un cambio de vida

Acostumbrados a los ómnibus, el movimiento de la ciudad, las oficinas y la gente, irse a trabajar al campo fue un cambio de chip para estos hermanos. No solo los horarios cambiaron, porque empiezan el día sobre las 4.30 de la madrugada, sino también la rutina de trabajo. En vez de estar sentados frente a una computadora en medio de la capital, hoy están en las guacheras, la sala de ordeñe o las chacras.

Ambos están muy conformes, “fue un cambio de vida y estamos muy conformes porque la familia está orgullosa de cómo seguimos adelante”, comentó.

Hace 13 años que los hermanos dejaron la computación para dedicarse al campo.
Hace 13 años que los hermanos dejaron la computación para dedicarse al campo.

Cuando los hermanos llegaron al tambo había 80 vacas en ordeñe. Actualmente, el predio ubicado en Paraje Rincón, a 7 kms de Santa Lucía, tiene un rodeo de 250 vacas Holando, Jersey y sus cruzas, con una producción individual diaria de 19 litros. La remisión a la industria es de 4750 litros de diarios.

Los hermanos gestionan 300 hectáreas, sumando las propias y otras de campos arrendados.

“No hay nada que nos haya costado un disparate, siempre todo con asesoramiento y ver cómo se hacen las cosas en otros lados”, valoró el tambero, quien aseguró que no se arrepiente de la apuesta de dedicarse al campo, primero porque “trabajar en familia está buenísimo”, y porque producir le gusta mucho.

“Agarras una tierra en la que no había nada, la sembras, la recorres, ves cómo va creciendo lo que plantaste, después la vaca va, come y te da la leche. Sentir que sos productivo está muy bueno”, mencionó.

Con $ 2 millones de gastos mensuales que, entre mano de obra, servicios e impuestos, “van para Santa Lucía”, el tambero reflexionó: “No sé si a veces se ve todo lo que genera un tambo, por cómo hace circular la economía. Y eso está muy bueno, sentir que uno produce y trabaja da una buena sensación”, concluyó.

Marcos aseguró que irse a trabajar al campo fue "un cambio de vida".
Marcos aseguró que irse a trabajar al campo fue “un cambio de vida”.

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