El cierre de la restauración y la competencia de otros países europeos han perjudicado al sector de los quesos en España, que se refugia en las ayudas al almacenamiento privado y en la apertura de canales de venta alternativos como vía de escape a la crisis.

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En un primer momento, la pandemia del coronavirus trajo consigo un aumento de la demanda de alimentos en los supermercados y el queso no se quedó atrás.
Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), los hogares españoles compraron en marzo un 15 % anual más de leche líquida y derivados lácteos.
Dicho consumo se centró sobre todo en productos básicos, frescos y de menor valor. En la cadena de supermercados Mercadona, por ejemplo, las ventas de queso rallado se incrementaron en más de un 60 % durante la cuarentena.
Sin embargo, como sucediera en otros sectores, la demanda familiar, que con el paso de las semanas se fue estabilizando, no compensó el abrupto cierre del canal de la hostelería y la restauración.
Dificultades añadidas
“El cierre de un mercado tan importante afectó fundamentalmente a los quesos de mayor valor añadido, los tradicionales de oveja, cabra y de mezcla, o aquellos con denominación de origen, muchos de los cuales se consumen en bares y restaurantes”, afirma a Efeagro el director general de la Federación Nacional de Industrias Lácteas (Fenil), Luis Calabozo.
Explica que en al inicio hubo que desviar la leche de otros canales para el acopio en hogares, acelerando la actividad para garantizar la recogida y transformación de un producto que, de pronto, no tenía salida al mercado.
Igualmente huérfanos de clientela se quedaron los quesos que suelen venderse en los mercadillos, que han estado clausurados en su mayoría hasta el inicio de la desescalada.
La tímida reactivación de los mercados de proximidad y la hostelería ha devuelto la esperanza a muchas queserías, pero sigue pesando la incertidumbre mientras la situación del mercado exterior tampoco ayuda.
El responsable de Fenil subraya que los grandes exportadores de quesos del norte de Europa han tenido dificultades logísticas y producto acumulado en los puertos, coincidiendo con un pico de producción láctea.
Denuncia que parte de esos excedentes de quesos de bajo precio han acabado en el mercado español.
Entre enero y marzo, las importaciones de queso sumaron 70.100 toneladas, por debajo del récord de 73.100 toneladas del primer trimestre de 2019, según datos recogidos por la federación, que recuerda que el año pasado España importó 310.000 toneladas de queso y exportó 110.000 toneladas.
La opción del alamacenamiento
Ante la crisis de la covid-19, España, Italia e Irlanda han sido los primeros países europeos en agotar los cupos asignados por la Comisión Europea como medida excepcional para reducir la oferta y recibir ayudas al almacenamiento privado.
En España, el máximo era de 4.592 toneladas de queso, finalmente repartidas en 37 solicitudes que suman 181.705 euros de ayuda a 60 días y 402.121 euros a 180 días, según el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA).
Esas cantidades para gastos fijos de almacenamiento y contractuales se limitan, por lo general, a un mínimo de media tonelada de quesos con denominación de origen o indicación geográfica protegida que hayan sido almacenados, entre otras condiciones.
Desde la Organización Interprofesional Láctea (Inlac) consideran que esas medidas son “insuficientes” porque los excedentes retirados temporalmente seguirán presionando precios y mercados.
Abogan por otras posibilidades como reducir la producción europea con ayudas, fortalecer la promoción y apoyar la vertebración sectorial, el fomento de la competitividad, la innovación y la internacionalización.
Otros canales de venta
La Red Española de Queserías de Campo y Artesanas (QueRed), que engloba a unas 220 empresas, se quedaron prácticamente sin vender nada en las primeras semanas del estado de alarma.
La mayoría de ellas, además, tenían animales que siguieron produciendo leche y les obligaron a mantener la elaboración de quesos.
La coordinadora de QueRed, Remedios Carrasco, sostiene que quedan fuera de las ayudas al almacenamiento, que por volumen “va dirigido a la industria”, y pide a las autoridades facilidades que les permitan comercializar y promocionar nuevos productos.
“Nos hemos sentido bastante desamparados”, asegura Carrasco, quien reclama más apoyo financiero y compras públicas para llevar su producto a hospitales o residencias.
Mientras, algunos productores artesanos se han lanzado a activar el reparto a domicilio y la venta por internet, como ha hecho la quesería Amado Charra, donde elaboran queso fresco y curado a partir de su rebaño de cabras y ovejas de razas autóctonas.
Su responsable Rubén Martín explica que optaron por terminar de desarrollar la tienda “online” y ahora están distribuyendo pedidos, también de queserías afines, desde Plasencia hasta Valladolid.
“Esto ha sido la tabla de salvación, pero no podemos mantenernos así en el tiempo; necesitamos que todo vuelva a dinamizarse para vender todo el queso”, precisa Martín.

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