En el caso de nuestro país, los productores de leche, base de la cadena productiva y de la seguridad alimentaria, avanzan en prácticas como medir el balance y certificar la captura de carbono en predios agropecuarios, identificando acciones que fortalezcan la generación de sistemas de producción carbono neutrales, y a la vez, los gremios en alianza con universidades y centros de investigación innovando en suplementos alimenticios (como algas) para las vacas que permiten mitigar las emisiones de metano, todo a fin de hacer que las prácticas sostenibles sean accesibles para las lecherías de todos los tamaños.
Estos buenos y amigables manejos con el medio ambiente se complementan con un uso eficiente de los recursos naturales, la conservación y preservación de la biodiversidad y bosque nativo, el uso de la energía solar y la generación de biogás, certificación de bienestar animal, etiquetado de origen y otras iniciativas que no solo permiten mejorar la eficiencia, sino también son una fuente de competitividad cualitativa de nuestros productos de cara a nuestros consumidores; es decir, dan cuenta de que son producidos para garantizar no solo la salud de las personas, sino también del planeta y los animales.
De esta manera, la producción sustentable en la producción de leche supone un propósito claro: ser un aporte para contribuir en frenar el calentamiento global y desmitificar completamente que las vacas son las principales