«La nuestra es una historia de trabajo familiar en el campo. Tenemos tambo, algo de agricultura, un poco de cada cosa como se hace habitualmente para poder subsistir. Si no es una cosa es la otra. Soy la tercera generación, porque esto era de mi abuelo y luego siguió mi papá. Pero ahora se sumaron mis hijos, remándola a la par nuestra», contó en la mañana radial de Actualidad.
«Cuando papá vio que se acercaba su momento de dejar nos hicimos cargo, pero casi enseguida, en 2017, llegó el agua, la inundación. Volvimos a apostar, pero ahora estamos con el mismo problema del 2017. Regresamos al punto de partida», describió el duro presente tras las lluvias de las últimas semanas.
En 2017 el camino elegido para salir de la crisis fue el de toda la vida: arremangarse y arremeter. «Nosotros prestamos servicios. Mi hijo, pese a que era muy chico, buscó lugares que no estaban afectados por la inundación; y nosotros nos quedamos en nuestro campo, juntándonos con vecinos para poder sacar la leche. Eran días de 16, 18 horas en la calle. Y de un enorme esfuerzo para poder llegar a Bunge», describió esos tiempos de refundación.
Y un día el agua se fue. «Pero quedaron los pozos, que se taparon solos», cuenta, resignada. «Si yo te digo que algún vino alguien a decir que iba a tapar, que iba a poner la alcantarilla que tanto reclamamos, te estaría mintiendo. Pero no, nunca nada. El del Meridiano es un camino provincial que une cuatro provincias y en este momento es intransitable, tanto sea para Charlone como para Banderaló. Es como si no pasara nadie. No tiene cunetas, tiene una sola huella, mucha gramilla… si viene un camión de frente tenés que hacer malabares para poder pasar. Es un camino abandonado.»
Cuando el agua se fue, luego de la inundación de 2017, nadie colocó las alcantarillas necesarias, ni previó asegurar el rápido escurrimiento de las aguas en caso que el fenómeno se repitiera. Y un día el agua volvió. El enero de 2022 se presentó con lluvias superiores a 300 milímetros en varias zonas del partido de General Villegas. Y están otra vez igual que en 2017.
«Estamos igual, o quizás más complicados todavía, con el miedo de que Córdoba largue agua también, porque si lo hace en cuestión de horas la tendremos en todos lados. Pasa que Córdoba hizo las cosas bien, dando salida al agua como corresponde. Nos volvería a tapar el agua, es la historia de siempre: que el agua no llegue a Villegas, que no pase a este lado, que no pase a este otro, empieza a rebalsar, y nos inundamos de nuevo porque el agua no corre», en una continua pesadilla que Myriam quisiera olvidar.
Gente de laburo, de no bajar los brazos y de buscar siempre una salida, los Pires creen posible hace un canal paralelo al Meridiano y ya en Banderaló seguir el derrotero del Río Quinto. «Claro que se puede. Y también levantar el camino. Para decirlo en criollo, necesitamos máquinas trabajando. No máquinas paradas dos semanas en la orilla como nos pasó en el 2017, y cuando nos descuidábamos se iban a otro lado», lamenta aún.
Hoy por hoy la familia puede sacar su producción del tambo, pero todo puede cambiar en pocas horas: «Nosotros entregamos la leche a una fábrica de Córdoba, con un camión que es de Charlone y recorre tambos de Bunge, Piedritas, Villegas y Banderaló, llegando a nuestro campo por el camino del Meridiano, por el desvío, claro, porque hacia Banderaló, desde La Adela al bajo de La Gaviota es imposible pasar.»
«Vivimos en el campo, a 19 kilómetros de Charlone, 24 de Bunge y 30 de Banderaló. Y estamos yendo a Banderaló, el pueblo que más lejos nos queda. No se puede estar así, no se puede vivir ni trabajar así, con esta incertidumbre. No es fácil armar un tambo, y no es poca la gente que ha vuelto a hacerlo desde la anterior inundación. Lleva su tiempo y tiene su costo, pero cuando perdés todo volver a empezar, a pulmón, es muy difícil. Y ahora, cuando nos íbamos encaminando nos vuelve a pasar lo mismo. En su momento pataleamos de lo lindo, pero la respuesta fue ‘yo lo anoto en el cuadernito y lo paso a Villegas’… Pero nunca sabemos si lo anotaron o si lo pasaron», concluye Myriam, dolida pero jamás resignada.
Canalizar para que las aguas corran y nada ni nadie las retenga, tener un camino por el cual poder circular, dejar de mirar al cielo rogando que no llueva acá y en Córdoba, seguir apostando a la lechería y no ser unos de los tantos tambos que se perdieron para siempre en los últimos años. Ruegos, deseos, justos reclamos de los Pires y en su nombre de decenas de chacareros que producen y viven su vida en el partido de General Villegas.