El recuerdo de dos emprendimientos que alimentaron a varias generaciones y brindaron numerosos puestos de trabajo
lácteos
Apogeo. De la fábrica “Sur-Lac”, en Quequén

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La columna radial semanal que se nutre del rico archivo de Ecos Diarios y que se lleva a cabo en el programa “Desde temprano”, por Ecos Radio, se refirió en esta oportunidad a la existencia de las dos fábricas de productos lácteos de la ciudad que funcionaran durante parte de la década del 60 y hasta avanzados los años ochenta.

En primer lugar, se recordó los viejos tiempos en los que los lecheros circulaban por las mañanas por distintos barrios, en carros tirados por caballos y trasvasaban la leche ordeñada y sin proceso alguno de tambores de 50 litros a hervidores u otros envases de cada vecino.

Ya en los 80 el reparto empezó a hacerse en camionetas.

Una cooperativa

Vinculado a las industrias locales, a mediados de los 60 nació la cooperativa “La Criolla”, integrada por un grupo de pequeños productores de leche en tambos de pequeños campos o quintas locales, entre ellos lecheros como Víctor Cavallo, Castresana, Lapolla, Sanchotena e Higinio Diez, éste último el lechero del barrio Norte, que tenía sus vacas y tambo en cercanías del actual estacionamiento del Club Del Valle en la ribera.

En otro pasaje de la columna radial a cargo del periodista Raúl Jáuregui, se dio cuenta que el logo de la nueva marca era una niña con trencita y vestido florido, semejando una criolla.

La cooperativa se empezó a solidificar al construirse la fábrica en un predio de 94 y 57, primero sin una cámara refrigeradora, donde empezaron a procesarse 7.000 litros diarios, que se envasaban en botellas de un litro retornables, o sea cada día el cliente devolvía una o dos y recibía las llenas.

En 94 y 57. Funcionó la cooperativa “La Criolla”
En 94 y 57. Funcionó la cooperativa “La Criolla”

La fábrica prontamente identificó al barrio en la cual estaba ubicada, cercano a la parroquia Santa Teresita, y el entusiasmo creció cuando salieron a la venta yogures enteros, en esos tiempos no se vivía la onda alimenticia ligth, primero en envases de vidrio retornables y prontamente en potes de plástico con los gustos de vainilla, frutilla, ananá y durazno, con trocitos de estas frutas, a la vez que también se empezó a vender dulce de leche en potes.

Lamentablemente la producción no se pudo sostener en el tiempo y en la década del 80 la cooperativa lechera “La Criolla” cerró sus puertas, quedando aun hoy en día las instalaciones en pie, pero abandonadas, producto de una quiebra comercial y usurpaciones.

Aún la pared que da hacia la calle 94 se puede ver el cartel borroneado con el nombre de “La Criolla” y el logo de los arbolitos que identifica a las cooperativas.

Despojos. De lo que fueran las instalaciones de la “Sur- Lac”
Despojos. De lo que fueran las instalaciones de la “Sur- Lac”

“Sur- Lac”, una industria de nivel

Coincidente con La Criolla, el mercado de producción láctea local tuvo desde 1964 otra empresa dedicada al sector: la “Sur- Lac”, instalada en Quequén, más precisamente a la altura del kilómetro 1 en la ruta 227 camino a Lobería, donde hoy se pueden ver las ex instalaciones abandonadas y semi destruidas, a pocos metros de los silos subterráneos de  la ex Cargill.

Se recordó en la columna de “Archivo de Ecos Diarios” que la “Sur-Lac”, cuya identificación era una vaquita de frente y al lado una especie de óvalo con el logo de la marca, fue la primera en envasar y vender la leche en sachets en la ciudad, revolucionando en ese momento el mercado.

El directorio de la empresa, unido tras la identificación de Unión Productores e Industrializadores de Leche, estuvo integrado por Lucas Cendoya, Carlos Llorente, Alberto Juan Bautista Caraffo y Lucas Bork, entre otros; y luego en la década del 70 se sumarian otros socios como Mario Premrou e Hildebrando Escandón

Prontamente la “Sur-Lac”, que había adquirido maquinaria de última generación en Dinamarca, equipos de frio y conservación, entre otro instrumental de avanzada, -de hecho la envasadora automática despachaba 3.600 sachets por hora-, se transformó en una empresa de alcance regional, ya que sus productos se llevaban y vendían en ciudades vecinas.

La fábrica, a la que se hacían visitas guiadas de escuelas, procesaba 20.000 litros de leche y además de los sachets de este alimento producía, crema, quesos, yogures, manteca y dulce de leche, entre otros productos.

Sur lac

La “Sur-Lac”, que llegó a tener 50 empleados, terminó sucumbiendo en la década del 80, ya que varios de los dueños se volcaron a la actividad agrícola y se dejó de producir leche, que en los últimos tiempos había que traer leche de Tandil y Balcarce y los costos pasaron a ser muy altos.

 

 

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