La industria láctea argentina –seguida de lejos por la molinera– es la más perjudicada por el congelamiento de precios de alimentos básicos instrumentado por orden del gobierno nacional.
En el último año, según los últimos datos publicados por el Indec, la “canasta láctea” mostró una inflación interanual del 20.8% versus un 43.9 % el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).
Casi todos los productos de la “canasta láctea” están comprendidos en el congelamiento de facto dispuesto por el Estado nacional (leche fresca en sachet, leche en polvo, queso cremoso, queso pate-grass, yogur firme y manteca). La única excepción es el queso sardo, cuyo elevado valor impide realizar ajustes significativos de precios en la actual coyuntura de crisis económica.
En segundo orden se encuentra la “canasta farinácea” con un ajuste interanual del 39.9%, aunque con contrastes marcados entre los diferentes productos. Mientras que las galletitas de agua ajustaron un 52.5%, el paquete de harina de trigo y el pan francés apenas subieron 30.9% y 31.6% respectivamente.
El pollo entero logró casi empatar al promedio inflacionario general al registrar en la ciudad de Buenos Aires un ajuste interanual del 42.2%, al tiempo que la suba de la docena de huevos fue de 55.3%.
La canasta cárnica bovina –integrada por asado, carne picada, nalga, paleta y cuadril– es la menos comprometida al experimentar en el último año un ajuste superior al promedio con una suba de 56.3%.
El pasado 31 de agosto la secretaria de Comercio Interior, Paula Irene Español, ordenó a las empresas que producen bienes de la canasta básica seguir subsidiando con recursos propios un extenso listado de alimentos hasta el próximo 31 de octubre. La medida, implementada desde marzo pasado, afectó especialmente a las industrias lácteas.
En la actual coyuntura no es extraño que el último informe mensual realizado por el Instituto Argentino de Profesores Universitarios de Costos (Iapuco) en conjunto con el INTA muestre que las Pymes lácteas vienen perdiendo dinero desde agosto de 2019, al tiempo que las grandes empresas del sector a partir de julio pasado volvieron –en promedio– a operar sin rentabilidad.