La manteca es un producto lácteo milenario que se obtiene a partir del batido de la crema de la leche, sin más. Su origen se remonta a los pueblos africanos y asiáticos, que luego le enseñaron a griegos y romanos cómo prepararla. Por aquellas épocas su consumo distinguía a los nobles.
Una buena manteca es sólida y homogénea, su aroma, sabor y color son muy característicos, pero ¿por qué si sólo contiene leche es amarillenta? Las grasas que se encuentran en la leche retienen en su interior pigmentos conocidos como betacarotenos, al romperse durante el batido, salen al exterior coloreando el producto final.
La manteca tiene un alto valor energético, es rica en vitaminas A, D, E y en sustancias carotenoides, sin embargo, nutricionalmente es inferior a la leche que la compone, porque carece de calcio y proteínas entre otros.
Hasta no hace mucho, encontrábamos la manteca en los supermercados, en un espacio muy definido, con empaques tan característicos que no dejaban lugar a dudas, incluso para el que no pudiera leer las etiquetas.
Sin embargo, es cada vez más común encontrar que los productos que compramos toda la vida, con total seguridad de lo que eran, sin tener que ir a cerciorarnos de que lo fueran, ya no son exactamente lo que aparentan ser sino un “producto a base de”.
La polémica se desató en Twitter estos días, cuando un inocente desprevenido llegó a su casa con algo que aparentaba ser manteca, que sacó de la góndola de las mantecas, y que tenía el envoltorio típico de una manteca, de una marca tradicional que tenía ganada su confianza, pero que si prestaba mucha atención iba a ver que en chiquitito decía “producto untable a base de crema y aceite vegetal”: no era manteca.
Se sintió, obviamente, estafado. Qué decirles, en mi época las margarinas venían empaquetadas de otra manera y no era todo lo mismo. La manteca era manteca y la margarina era margarina ¿Será que la góndola de los lácteos no está siendo ajena a la diversidad de géneros?
Y no, ni en la vida ni en la heladera da todo lo mismo. En términos de lo que es saludable, la margarina no es mortal, pero no es mejor que la manteca. En una receta de repostería, tampoco ¿Y para la ley? Porque en realidad, hay truco en todo lo que nos haga pensar, adrede, que algo es lo que no es. Por más que estemos en tiempos donde ser y percibirse intenta imponerse como lo mismo. No se es, lo que no se es.
La margarina “vegetal” es 100% de aceites vegetales; y la margarina “a secas” puede tener crema de leche o alguna grasa animal. En todos los casos la recomendación es leer bien las etiquetas.
La margarina se elabora a partir de la hidrogenación de aceites vegetales, es un proceso industrial que permite solidificar un aceite vegetal y hacerlo estable y untable. Este proceso convierte las grasas insaturadas en saturadas pasando de ser grasas buenas a grasas no tan buenas. Aclaremos que no está mal consumir grasas, y hasta es necesario, en las porciones correctas dentro de una dieta balanceada, pero las grasas saturadas son poco saludables, y junto con las grasas trans, aumentan el colesterol malo y reducen el colesterol bueno.
Aunque originalmente los aceites vegetales con los que se hace la margarina no contienen colesterol, al ser hidrogenados se convierten en grasas trans. La margarina es la alternativa más barata, aunque no más saludable, de la manteca.
Alimento bebible a base de, pero que no es leche ni yogur; aderezo a base de, pero que no es queso rallado… ¿Están buscando las empresas engañar a los consumidores o están trabajando en generar alternativas para que, en tiempos de crisis, no tengamos que hacer cambios tan drásticos en nuestra manera de alimentarnos?
Ellos pueden seguir vendiendo sus productos y nosotros seguirnos alimentando ¿Por qué habría de estar mal, o ser considerado una estafa? El “piensa mal y estarás en lo correcto” es un arraigadísimo concepto que nos tiene en permanente desconfianza, y tanto la experiencia como ciertos modos de proceder de las empresas que nos proveen bienes y servicios no nos ayudan a pensar distinto.
Existe hoy día una gran gama de alimentos “símil”, que antes no existían, y por eso no había que leer tanto, no había tantas opciones. Pueden variar nutricionalmente de sus “parecidos”, hay que fijarse en las etiquetas que no son adornos, son herramientas de información acerca del producto que estamos eligiendo, porque al comprar, es exactamente eso lo que estamos llevando a cabo: una elección, que puede ser más o menos recomendable, pero si de algo podemos estar seguros es que los alimentos que se comercializan son controlados, son inocuos, y no son puestos en el mercado con mala fe.
La inocuidad de los alimentos no es un tema menor del qué preocuparnos, tan importante es, que existe un Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, que se celebra cada 7 de junio con el objetivo de crear conciencia e inspirar acciones para ayudar a prevenir, detectar y gestionar los riesgos transmitidos por los alimentos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) son las entidades de la ONU encargadas de coordinar esta celebración en colaboración con los Estados miembros y otras organizaciones pertinentes. Así cada país tiene sus organismos de control para que estemos seguros de que los alimentos que compramos en el supermercado son, entre otras cosas, seguros para nuestro consumo.
Hay cientos de productos nuevos. No son malos, pero pueden ser distintos de los que solíamos comprar, y comparten con ellos los espacios en los mercados. Eso nos obliga a mirar mejor, no para no ser “engañados”, sino para no equivocar la elección.
Hoy tostadas con manteca para desayunar… Porque consumir lácteos hace bien, pero como les conté al principio, la manteca no la reemplaza en nutrientes, así que vos ¿ya tomaste tu vaso de leche hoy? ¡Yo voy por el mío!
¡Consumir lácteos hace bien!
Valeria Guzmán Hamann
eDairyNews