Estos dispositivos, cada vez más comunes en las explotaciones modernas, registran información detallada sobre el proceso de ordeño, permitiendo definir nuevos caracteres genéticos que optimizan la producción y bienestar animal.
Uno de los avances más destacados es la evaluación genética de la «Velocidad de Ordeño». Este carácter funcional, que se recoge en la mayoría de las comunidades autónomas a través del control lechero, ha mostrado una heredabilidad del 11%.
Esto indica que, aunque existen factores ambientales influyentes, es posible seleccionar genéticamente animales con velocidades de ordeño óptimas.
Estudios han revelado que vacas con ordeños muy rápidos tienden a presentar un mayor recuento de células somáticas y un riesgo elevado de mastitis, debido a una mayor apertura del esfínter del pezón que facilita la entrada de patógenos.
Por lo tanto, se busca criar animales con una velocidad de ordeño equilibrada, ni muy rápida ni muy lenta, para asegurar una ubre más sana y un manejo más sencillo. En la población de frisona española, aproximadamente el 18% de las vacas tienen un ordeño rápido, el 72% normal y el 10% lento.
A diferencia de la clasificación subjetiva de la velocidad de ordeño realizada por los ganaderos, el flujo proporciona información más precisa y ha demostrado tener una heredabilidad tres veces superior.
La correlación genética entre ambos caracteres es significativa, lo que sugiere que, aunque relacionados, representan aspectos distintos de la ordeñabilidad.
Estos avances en la recopilación y análisis de datos, facilitados por la tecnología de robots de ordeño, permiten a los ganaderos y genetistas tomar decisiones más informadas.
Al seleccionar animales con características genéticas favorables, se busca mejorar la eficiencia productiva y la salud del rebaño, adaptándose a las demandas de la industria lechera moderna.