Desde hace nueve meses, Andrea Passerini, productora tambera del partido bonaerense de Carlos Casares, vive una rutina de resistencia frente a una inundación que rodea su establecimiento, aislándolo de los accesos tradicionales y transformando cada traslado de leche en una odisea.
Los caminos rurales se han convertido en “verdaderos ríos”, con tramos intransitables incluso para vehículos todo terreno. Muchos campos quedaron prácticamente aislados. “Desde marzo veníamos advirtiendo que esto podía suceder”, relata Passerini. En su tambo, llamado La Arboleda y habitado por 12 familias, las lluvias constantes borran cualquier esfuerzo semanal: “Avanzás dos casilleros y retrocedés cuatro”, describe.
Para poder sacar la leche —unos 14.500 litros diarios— la productora recurre a una solución extrema: conectar el tanque de frío a un viejo acoplado cisterna con manguera, engancharlo a un tractor y trasladarlo hasta un punto accesible. Desde allí, la carga es trasvasada a un camión que ingresa por ruta. Esa maniobra se repite a diario, a pesar del desgaste logístico y del riesgo.
Passerini no duda en decir lo que muchos sienten: “Lo que más duele es que no nos registren”. Aun en una situación de emergencia, siente que las autoridades y los discursos políticos invisibilizan a los productores del interior. “Desde este lugar veo campañas electorales donde los productores no existimos”, denuncia.
La gravedad de la crisis trasciende lo productivo: la salud y la seguridad de las familias están comprometidas. En el campo sólo existe una sala de primeros auxilios, caminos intransitables y ninguna ruta de emergencia habilitada. En una ocasión, una de las ordeñadoras resultó con quemaduras y tuvo que ser trasladada 9 km a través de un trayecto imposible.
Afuera del campo, la solidaridad vecinal se convirtió en salvavidas. Los productores compraron 200 toneladas de piedra para rellenar tramos críticos, donados a la municipalidad local, con la esperanza de recuperar algo de tránsito. “Si seguimos enojándonos, nos ahogamos todos”, reflexiona Passerini.
El impacto de esta emergencia supera lo climático: revela un déficit estructural de infraestructura rural, falta de respaldo estatal y el riesgo creciente de abandono productivo en el interior.
Fuente: La Nación — “Lo que más duele es que no nos registren”: la odisea de una productora para sacar la leche del tambo en medio del agua LA NACION