El predio de 58 hectáreas (ha) donde está ubicado el tambo pertenece al Instituto Nacional de Colonización (INC), tiene otras 18 ha propias en un campo lindero, y arriendan otras 60 ha en la misma zona. A fines de 2022, plena sequía, el tambo construyó un galpón de 84 metros de largo y 15 de ancho (1.260 metros cuadrados), con una estructura de madera tratada y nylon como cobertura.
En diálogo con , Falero comentó que muchos años atrás, junto al grupo de productores que integra (Raíces Lecheras) en la zona, surgió el interés de buscar alternativas que hagan foco en el “bienestar y confort animal”. Fue por ello que primero se avanzó con agua en la parcela y sombras naturales para el rodeo lechero. “Todo el tema de las caminatas de las vacas era algo que nos hacía ruido”, recuerda Falero.
En ese contexto, a instancias de los técnicos y asesores Ignacio Dodera y Sebastián Pagliano, se comenzaron a recorrer los sistemas de camas calientes que se estaban instalando en distintos puntos del país. “En mi caso personal, eso me hizo ver que era muy difícil realizar una inversión en cama caliente estrictamente en un predio familiar, por un tema de costos”, indicó. Sin embargo, junto con los técnicos se comenzó a evaluar la posibilidad de realizar una inversión en un galpón más pequeño, con una altura de 3,50 metros (en lugar de los 10-12 metros de una cama tradicional), algo que permitía una reducción sensible en la inversión.
“Siempre la evaluación fue que el sistema tenía que seguir siendo pastoril y no con un encierro permanente, pero que iba a tener al galpón como un apoyo para determinados períodos”, explicó Falero. El costo de la inversión en el galpón fue de unos US$ 40 por metro cuadrado.
La mitad de la inversión se financió con un crédito de Microfinanzas y el resto con la venta de animales y algo de ahorro. El tambero indicó que cuando la seca se pudo aprovechar de mejor manera el galpón para que los animales permanecieran en la cama junto a una plaza contigua de comida donde se le suministró la poca reserva que había en ese entonces. “Las vacas no sufrieron el estrés del calor ni la caminata y quedamos muy conformes con la respuesta productiva”, destacó.
En una situación totalmente opuesta al 2023, en este otoño el galpón de encierro estacional le permitió al establecimiento sobrellevar prácticamente sin problemas de calidad y caída de remisión lo ocurrido por el exceso de lluvias. “La verdad que estoy más que satisfecho con el resultado obtenido. No tuve necesidad de romper caminos ni pasturas implantadas. Las vacas prácticamente pasaron dos meses en el galpón, hasta fines de junio, cuando comenzamos a realizar los primeros pastoreos”, señaló.
La cama caliente del galpón se hizo con algo de abono seco, aserrín y cáscara de arroz. Falero dijo que hasta el momento no ha realizado un cambio de la misma, pero sí un movimiento diario con un rotovador o vibrocultivador mientras las vacas están en la playa de comida. Recientemente le incorporó algunos fardos de cáscara de arroz, porque conseguir aserrín seco era difícil. Actualmente, el galpón está quedando un poco chico porque lo ideal son 10 metros cuadros por vaca (hoy tiene 8 metros por vaca).
Falero indicó que con el tiempo se va aprendiendo sobre el manejo. Por ejemplo, por el exceso de lluvia se hizo “algo de barro (manejable)” a la salida y entrada del galpón. Dado que el resultado ha sido “muy positivo” el objetivo es ampliar el galpón y realizar esas salidas y entradas con hormigón. Otro distintivo que tiene el galpón de Falero es que se le puso cortinas en los laterales. Eso evita que entre agua los días de lluvia y también ayuda a mantener más fresca la cama durante los días de calor.
Falero destaca las ventajas en materia de sanidad (mastitis y rengueras) que tuvo durante este otoño lluvioso con la incorporación del galpón. “Creo que es un sistema que se va a ir sumando a los tambos más pequeños y medianos, como pasó con el agua en la parcela o la sombra”, consideró. A su juicio, es una “alternativa más que interesante” para que los productores de menor escala puedan tener cierta regularidad en sus niveles de producción y evitar los “serruchos” habituales que se dan cuando hay efectos climáticos adversos. En un principio, Falero accedió a pagar un seguro de US$ 100 anual para asegurar el galpón.
Sin embargo, en 2024 la empresa asegurada tomó esa infraestructura para lechería y no como un invernáculo como estuvo calificado originalmente. Ahí la póliza trepó a unos US$ 1.500 anual, por lo que decidió no tomarla. Indicó que el riesgo mayor ante un efecto climático adverso sería la reposición del nylon, algo que ronda el 20% de la inversión.
De todas formas, Falero consideró que sería positivo que se pueda buscar alguna opción que le dé más tranquilidad a los productores que tienen galpones de ese tipo y buscar alguna opción más económica para asegurar esas inversiones. Héctor Falero comentó que si bien hoy tener un precio de la leche sobre los US$ 0,40 “no es malo” en términos históricos y hay una relación favorable grano/litro de leche, se viene arrastrando una “mochila grande” de tres años de seca, que dejó secuelas en lo financiero y económico.
Además, indicó que el exceso de lluvias en el otoño provocó serios problemas a otros productores de la cuenca por problemas de rengueras, mastitis y rotura de caminos, algo que le “quitará potencial” a la recuperación de la producción para la próxima primavera.
En ese sentido, Falero consideró que quizás pueda aportar que la SPLF le otorgue un poco más de difusión en la cuenca de San Ramón sobre cuándo efectivamente está por la zona la maquinaría destinada a la reparación de callejones e infraestructura para el rodeo lechero. El galpón para las vacas tuvo como principios tres C (confort, calidad y continuidad).
La primera porque simplifica todo el proceso de ordeñe para el personal (vacas sin barro) y evita los traslados en días complicados. “Las vacas están a 20 metros del tambo”, dijo Falero. Además, la cama caliente evita que la vacas se echen en el barro, estén más resguardadas de la intemperie, y prácticamente no sufran el calor durante le verano. En lo que respecta a la calidad, sobresale un rodeo “sin problemas de patas” y con “problemas de mastitis controlados”. La última C (continuidad), permite, según Falero, darle una mayor “continuidad y confiabilidad” a la producción de leche de las vacas.
Conaprole organizó una recorrida junto a otros productores y técnicos por el tambo de la familia Falero para conocer un poco más sobre su funcionamiento. El tambo produce 1,3 millones de litros anuales en una superficie vaca/masa de 140 ha. La plataforma de pastoreo es de 98 ha con unas 160 vacas en ordeñe y un promedio que ronda los 25 litros/día. La carga animal es de 1,27 VM/ha.
Tiene un promedio de 4,04% de grasa y 3,49% de proteína y hace 17 meses tiene una calidad del 20% (el máximo). El tambo busca una distribución de partos que permita el máximo consumo de pasto en primavera. Se prioriza la cosecha de pasto, con bienestar de la vaca.
Por ello se cuenta con sombra y agua en verano y desde que está la cama caliente, encierre y evitar caminatas y echadas en el barro, cuando no está bueno para pastorear. Para lograr esa distribución de partos, se comienza a inseminar en mayo, 60 días post-parto con semen sexado, un servicio.
Después con semen común. Parte de la recría va al campo de recría de la SPLF. Las vacas atrasadas, así como las vaquillonas que paren en primavera, se continúan inseminando hasta el otoño.
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