Solo un accionista distraído podría sentirse defraudado por las multimillonarias pérdidas de empresas como Arcor, La Serenísima y Molinos. Es lo que sostienen quienes siguen los pasos de esas líderes en alimentos al argüir que vienen de soportar compras de materias primas e insumos dolarizados que no pueden seguir trasladando a precios por la caída de ventas.

Los rojos de esos balances son una muestra de lo que pasó, cuando esas firmas, consideradas un oasis en términos de innovación tecnológica y eficiencia productiva, comenzaron ofrecer quebrantos, tras tres años seguidos de caída de la demanda.

De acuerdo con Daniel Funes de Rioja, presidente de Copal, la cámara que las agrupa, muchas de estas compañías pusieron el foco en preservar las plantas y los puestos de trabajo, “pese a un derrumbe del 50% al 70% en la demanda de sus productos insignia”. Fundamenta que la industria en su totalidad recortó 140.000 empleos en estos años, mientras que la alimentación ajustó en unos 2.000 puestos. “Las empresas están aguantando, recurriendo a suspensiones, adelanto de vacaciones, pese a lo que implica por el aumento de costos fijos”, sostuvo ante Clarín.

En el sector, mientras tanto, ya se hacen a la idea que 2020 será un año de aminorar el impacto de la crisis, pero que difícilmente “será un tiempo de despegue”.

Arcor informó en su último balance una pérdida de $ 2.160 millones en los primeros nueve meses del año. Contabiliza una deuda de US$ 500 millones que vence en 2023. La compañía, dirigida por Luis Pagani, informó que una caída del 5% en sus ventas y el aumento del precio del dólar dañaron los resultados.

Hay un contraste bien marcado ya que sus filiales en el exterior tuvieron un crecimiento de 12,6%. Y entre enero y setiembre sus exportaciones crecieron 20%.

La facturación anual de Arcor ronda US$ 2.700 millones. Y en sus 70 años de historia sólo tuvo tres balances con números en rojo.

En la nota a la Bolsa, Arcor señaló que están en plena “reducción de costos fijos y un estricto control de la eficiencia operativa, con miras a proteger los márgenes y fortalecer su rentabilidad”.

Para el mismo período, Mastellone (La Serenísima) en la que Arcor es accionista con el 47,48%, declaró un quebranto de $ 2.449,8 millones.

Molinos, a su vez, informó un resultado negativo de $1.356 millones para esos 9 meses. La compañía de la familia Pérez Companc, lo atribuyó a “la imposibilidad de trasladar a los precios de su cartera de productos los aumentos de costos”.

De acuerdo con el balance, los ingresos disminuyeron 1,5% respecto al año anterior, alcanzando los $22.335 millones. Y los costos por ventas se incrementaron 6,4%. Molinos informó que “el impacto de la devaluación sobre la deuda financiera asciende a, aproximadamente, $1.100 millones. Este costo tampoco pudo ser trasladado a precios debido a la situación del consumo”.

Por cierto, en el caso de Molinos los primeros nueve meses de 2019 no fueron muy distintos a los de 2017 y 2018 cuando su rojos llegaron a $755 millones y $1.703 millones, respectivamente.

Ayer también se conoció que el coloso estadounidense Mondelez paralizó la producción en su planta de Pacheco, con un plantel que asciende a 1.200 trabajadores. Fuentes cercanas a la empresa deslizaron que se trata de una decisión temporaria vinculada a una demanda muy debilitada.

Otra multinacional, esta vez la inglesa Unilever, comunicó que cerró definitivamente en La Rioja su fábrica Arisco que elaboraba ketchup, mostaza y salsas.