*Nota publicada originalmente en el Periódico del Meta
“Soy parte de ese relevo generacional que hoy está dándose. Le apostamos a la conservación porque nos hemos dado cuenta de que es necesario devolverle a la tierra lo que le quitamos”, cuenta Ana Mildred Mejía, docente escolar y pequeña ganadera del municipio de San Juan de Arama (Meta).
La finca ganadera de Ana Mildred es una de las que vienen trabajando desde hace más de dos años, bajo el liderazgo de WWF y la Fundación Horizonte Verde, en el proyecto “Paisajes lecheros resilientes”, con la implementación de acciones dentro y fuera de estos predios que protejan las fuentes de agua y los parches de bosque existentes, y contribuyan a mejorar su productividad. Ella y su familia, desde hace más de diez años, decidieron abandonar prácticas como la tala y la quema. En vez de eso, por ejemplo, ahora están recuperando los relictos de bosque de su propiedad.
San Juan de Arama y el sistema ganadero ‘doble propósito’
Por la carretera 65, a 119 kilómetros y dos horas y media desde Villavicencio (Meta), se llega al municipio de San Juan de Arama. La vía atraviesa grandes potreros con ganado bovino. Por un lado, los interrumpen, a lo lejos, la cordillera Oriental, y por el otro, el ‘indio acostado’, una formación rocosa que hace parte del escudo guyanés y que configura el cañón del río Güejar.
Con poco más de siete mil habitantes, San Juan de Arama está ubicado en la cuenca media de este río, en el piedemonte llanero, una zona de transición entre los Andes, la Amazonía y la Orinoquía, de una riqueza biológica, cultural y arqueológica muy importante para el país.
El municipio colinda con el Parque Nacional Natural Sierra de la Macarena, un área protegida declarada a finales de los años ochenta, junto con el Área de Manejo Especial de La Macarena (Ley 1989 de 1989), de la que hacen parte otros 14 municipios del departamento. Muy cerca se encuentra también el páramo de Sumapaz, que tiene su propio parque nacional y es donde nace el río Güejar.
La ganadería es la actividad económica principal del municipio, con 81.962 cabezas de ganado y una producción diaria de 38.000 litros de leche, bajo el sistema de doble propósito. “A diferencia de las grandes lecherías especializadas, aquí la gente compra unas vacas, criollas generalmente, para cruzarlas y tener leche. Esta se convierte en la ‘caja menor’, en la venta diaria, mientras que, al año o año y medio, pueden vender un ternero para carne. Por eso se le llama ‘doble propósito’, porque tienen leche y carne”, explica Lourdes Peñuela, directora de la Fundación Horizonte Verde.
Precisamente, para Cammaert, de WWF Colombia, en un escenario de conservación, las condiciones de este paisaje productivo hacen de este proceso un ejemplo innovador en el marco de la ganadería sostenible. “En otras partes del mundo, hablar de sostenibilidad se enfoca en lecherías industrializadas, en áreas muy transformadas y con poca biodiversidad. Aquí, en cambio, la ganadería se realiza en un co ntexto de alta biodiversidad, de gran importancia biológica y cultural, con pequeños productores de fincas entre 3 y 300 hectáreas”, explica.
De bosques a potreros
Muchos de los relictos de bosque que permanecen en esta zona, se encuentran dentro de algunas fincas ganaderas. © Simón de Man- WWF Colombia
Aunque hoy la ganadería predomine en este paisaje productivo, antes el territorio era básicamente bosque. Luis Hernando Moreno, un pequeño ganadero y miembro de la Asociación de Ganaderos de San Juan de Arama (AGASANJUAN), llegó a la región en 1978, proveniente de Boyacá, cuando “el panorama era verde”. Con la presencia de cada vez más colonos, muchos huyendo de la violencia en otras regiones del país, la deforestación aumentó.
Hoy, la cuenca media del río Güejar está transformada en un 84%. Solo quedan unos pocos parches de bosque, muchos de ellos dentro de 651 fincas ganaderas doble propósito del municipio.
De los nacimientos de agua de estos relictos dependen los pequeños ríos (o caños) como el Curía, el Choriaro y el Tacuya, la quebrada Honda y el mismo río Güejar. Algunas de estas fuentes, además, alimentan el acueducto local. De ahí la urgencia de conservarlos y mejorar la productividad de las fincas de una forma sostenible. “Ya no hay que tumbar, sino que hay que reconstruir el bosque”, concluye Luis Hernando.
Conservación y productividad: acciones en finca
El agua y la biodiversidad presentes en los pequeños bosques de la zona son fundamentales para la productividad ganadera. Ni hablar de los suelos y los pastos, que son la fuente principal de alimento del ganado. Por ello, “se llegaron a acuerdos con cada propietario para proteger los bosques y las fuentes de agua”, comenta Yeison Bautista, profesional del proyecto.
Entre las acciones concertadas se cuentan el aislamiento de bosques, nacederos y riberas quebradas y caños para el ingreso del ganado. Sus pisadas afectan el suelo del bosque, impidiendo su regeneración natural, mientras que las heces contaminan el agua. “En este corto plazo hemos visto que muchas nuevas plántulas están apareciendo en el suelo del bosque”, resalta Yeison.
Adicionalmente, la instalación de acueductos ganaderos, con mangueras y bebederos ubicados en los potreros, permite que los animales tengan disponibilidad de agua. Y es que, como lo explica Luis Hernando, se trata de que “el agua vaya donde está el ganado, y no el ganado donde está el agua”.
Así, uno de los principales beneficios recibidos por las 37 fincas participantes es el acompañamiento técnico, enfocado en mejorar su productividad. Por ejemplo, el establecimiento de cercas vivas con la siembra árboles nativos, al crecer, no solo atraerán especies locales y ayudarán a conectar los parches de bosque, sino que además le permitirán al ganado descansar en sombra. Un aumento excesivo de su temperatura disminuye la producción de leche.
También se incluyeron acciones como la división de potreros para rotar el ganado, y garantizarle siempre el mejor pasto posible para su alimentación, e incluso el establecimiento de bancos de forraje, otra manera de que los animales tengan disponibilidad de alimento, aun en la época seca.
“Cuando dejamos de talar, cuando aislamos el bosque para impedirle la entrada al ganado, aunque fuera un área muy pequeña, empezó a cambiar el paisaje”, dice Ana Mildred. “Además, nos dimos cuenta de que no se afectaba la producción, porque los animales siguieron aumentando en peso y talla. Hoy tenemos más árboles, más animales y más agua para el ganado y para nosotros”.
Fortaleciendo la cadena láctea local
Todas las mañanas, luego de recorrer la llamada ‘ruta de la leche’, un camión llega a descargar al centro de acopio de la asociación ganadera Fénix del Ariari. Esta junto con AGASANJUAN participan en el proyecto, el cual también busca su fortalecimiento organizacional y mejorar la productividad de sus miembros.
Durante las capacitaciones de las asociaciones “caímos en cuenta de que parte de los problemas en la producción eran por la falta del bosque”, resalta Luis Hernando, quien hace parte de AGASANJUAN. Además, luego del proceso, los asociados de las fincas participantes tienen más conocimiento en temas de sanidad animal con productos orgánicos, mejoramiento genético del ganado, bienestar animal, manejo de pasturas y elaboración de quesos naturales.
“Fortalecer las asociaciones les permite tener acceso a un mercado más justo para su leche, así como mejorar los niveles de producción y de calidad de leche en finca”, comenta Jorge Clavijo, de la Fundación Horizonte Verde. En los últimos 10 años, las asociaciones han jalonado al menos una decena de proyectos productivos.
En la actualidad, el municipio de San Juan de Arama registra casi 14 mil millones anuales por venta directa de leche cruda, pese al reto que le ha significado a las asociaciones su comercialización. Por ello, Fénix del Ariari y AGASANJUAN están construyendo una alianza para adecuar una planta de transformación de lácteos y producir quesos, un paso muy importante para la cadena láctea local.
“Queremos que esa materia prima que es nuestra leche, no se vaya únicamente para la empresa que nos la compra actualmente, sino que empecemos a pensar como empresarios”, dice Ana Mildred, que además es miembro de Fénix del Ariari.
Pero el trabajo con las asociaciones también se propone que los productores puedan tomar mejores decisiones, bajo criterios de sostenibilidad económica, social y ambiental. “Este trabajo de fortalecimiento de las dos organizaciones, tanto en lo administrativo-financiero como en su política ambiental, ha conducido también a que, hoy, la asociación Fénix del Ariari haga parte del Acuerdo de Cero Deforestación en la cadena láctea”, comenta Cammaert
De esta manera, se sigue construyendo una apuesta para la región que busca ayudar a mantener la dinámica y funcionalidad naturales, así como los procesos productivos que mueven su economía. “No es que por un lado va la conservación y por otro va la producción. Hay que conservar para producir mejor, y hay que producir conservando”, concluye Lourdes Peñuela, de la Fundación Horizonte Verde.