Han tirado millones de litros de leche, han reducido la producción y vendido vacas viejas. Los Gobiernos mundiales intervinieron con estímulo en efectivo, el cual proporcionó un alivio temporal muy necesario e impulsó los futuros de leche de Chicago a casi el doble de su cotización en dos meses. Pero una vez que el dinero de la ayuda comience a agotarse, muchos productores se enfrentarán nuevamente a decisiones difíciles: aguantar las pérdidas, o dejarlo todo y cerrar la granja.
Pasará mucho tiempo antes de que los restaurantes vuelvan a servir platos mantecosos y con queso a la escala del mundo pre-pandémico. Si bien las medidas de confinamiento se están aliviando, el crecimiento económico más lento significa que los consumidores reducirán las comidas fuera de casa e incluso los pedidos a domicilio.
Es un golpe que la industria láctea no puede sobrellevar. Incluso con miles de millones en estímulo, la contracción de los rebaños de EE.UU. probablemente llegará a niveles récord este año, según la Federación Nacional de Productores de Leche. También se esperan descensos en Europa y Australia, otras dos regiones clave para las exportaciones mundiales.
“¿Va a estar la gente en casa todavía en tres o seis meses, pidiendo pizza para ver un partido de fútbol? ¿O van a guardar el dinero y dejarán de pedir?, dijo Matt Gould, editor de Dairy & Food Market Analyst Inc. “En ningún momento hemos visto la luz al final del túnel, e incluso ahora con los precios en alza, podríamos estar en un hoyo en tres a seis meses”.
El sector de los lácteos es uno de los mercados de alimentos más importantes del mundo. Según las Naciones Unidas, el sector representa aproximadamente el 14% del comercio agrícola mundial y más de 150 millones de agricultores tienen al menos un animal productor de leche. La industria está valorada en alrededor de US$700.000 millones, pero se enfrenta a un importante ajuste. Durante años, la demanda de leche ha disminuido en los países desarrollados. La tendencia se aceleró recientemente a medida que más consumidores recurrían a alternativas vegetales por preocupaciones ambientales.
Cuando el coronavirus provocó el cierre de los países, los mercados de productos lácteos fueron entre los más afectados en el mundo de los alimentos. Resulta que los consumidores de todo el mundo comen mucho más queso y mantequilla cuando cenan fuera que en casa. Cuando los restaurantes cerraron, los granjeros quedaron con un excedente abrumador. Se tiraron millones de litros de leche.
El panorama era relativamente sombrío hasta que los Gobiernos intervinieron. Estados Unidos prometió US$2.900 millones en su rescate a los productos lácteos. La Unión Europea prometió 30 millones de euros (US$34 millones), y Australia también ha destinado fondos para la industria. Eso hizo que los futuros de la leche en Chicago se dispararan después de tocar un mínimo de diez años en abril.
El agricultor de Wisconsin y consultor de productos lácteos Daniel Olson apuesta a una contracción.
Es probable que muchos productores estén obteniendo más beneficios ahora que antes de la pandemia, dijo Olson, pero él está haciendo todo lo que puede para asegurar los precios, con futuros que aún se negocian cerca de US$ 21 por 100 libras, el nivel más alto desde 2014.
“Es solo cuestión de tiempo antes de que baje a tan solo US$10”, dijo Olson. “Estoy aprovechando esta oportunidad para no ver nunca US$10 en nuestra granja”.
Tony Sarsam, líder ejecutivo de la empresa en quiebra Borden Dairy Co., espera que más personas continúen comiendo en casa, especialmente a medida que la pandemia derive en una recesión, lo que podría empeorar la demanda de lácteos. A ello se le suma el problema a largo plazo de los consumidores que dejan de beber leche.
“Todavía queda por ver cómo la leche líquida fresca se convierte de nuevo en un alimento básico”, dijo. “No se resolverá con un programa del Gobierno. Los consumidores quieren nuevas ideas, alimentos indulgentes, opciones saludables y conveniencia, y la industria láctea tiene mucho trabajo que hacer ahí”.