El envejecimiento de la población es uno de los grandes desafíos sanitarios del siglo XXI. En las próximas tres décadas, el número de personas mayores de 65 años a nivel global se duplicará, superando los 1.500 millones. En este contexto, la ciencia avanza para comprender no solo cómo vivir más años, sino cómo hacerlo con mejor salud.
Un creciente cuerpo de evidencia científica apunta al microbioma intestinal —el conjunto de microorganismos que habitan el intestino— como un factor central en el proceso de envejecimiento. La pérdida de diversidad microbiana se asocia con fragilidad, inflamación y mayor riesgo de enfermedades crónicas. Sin embargo, aún se sabe poco sobre por qué algunas personas alcanzan una longevidad extrema con buena calidad de vida.
El caso que despertó el interés científico
Un estudio reciente analizó en profundidad a Maria Branyas Morera, quien fue considerada la persona más longeva del mundo antes de fallecer en 2024 a los 117 años. Nacida en 1907, Branyas mantuvo una notable salud física y cognitiva hasta edades muy avanzadas, incluso superando una infección por COVID-19 a los 113 años.
Un equipo internacional de investigadores realizó el análisis más exhaustivo hasta la fecha sobre una persona con longevidad extrema, aplicando un enfoque multiómico que incluyó el estudio de su genética, metabolismo y microbioma intestinal. Para ello, se tomaron muestras de sangre, saliva, orina y heces, que luego se compararon con las de otras mujeres de su misma región.
Los resultados mostraron que, aunque su cuerpo presentaba signos normales de envejecimiento, diversos mecanismos biológicos la protegían frente a enfermedades habituales en la vejez. Su perfil genético reveló variantes asociadas a menor riesgo cardiovascular y neurodegenerativo, junto con bajos niveles de inflamación sistémica y un perfil lipídico favorable.
Un intestino “más joven” de lo esperado
Uno de los hallazgos más relevantes estuvo en su microbioma intestinal. Branyas presentaba niveles inusualmente altos de Bifidobacterium, una bacteria beneficiosa que suele disminuir con la edad. Este microorganismo cumple un rol clave en la reducción de la inflamación, la protección de la barrera intestinal y la producción de ácidos grasos de cadena corta, fundamentales para la salud metabólica e inmunológica.
Según los investigadores, un factor determinante podría haber sido su consumo diario y sostenido de yogur, que habría contribuido a mantener un ecosistema intestinal más equilibrado y funcional. Durante las últimas dos décadas de su vida, Branyas incorporó yogur de manera regular en su alimentación.
Alimentación, hábitos y longevidad
Más allá de su genética, los científicos destacan que la longevidad de Branyas también estuvo asociada a hábitos saludables: dieta mediterránea rica en alimentos de origen vegetal, fibra y compuestos bioactivos; actividad física regular; vida social activa; ausencia de consumo de tabaco y alcohol; y estimulación cognitiva constante.
Estudios previos ya habían observado que personas que superan los 105 años presentan una mayor abundancia de bacterias intestinales asociadas a la salud, como Bifidobacterium, Akkermansia y Christensenellaceae, lo que refuerza la hipótesis del vínculo entre microbioma y envejecimiento saludable.
Más años, pero con calidad de vida
Los investigadores coinciden en que envejecer no implica necesariamente enfermar. Si bien no existe una fórmula única para alcanzar una longevidad excepcional, la evidencia sugiere que la alimentación y el estilo de vida juegan un rol central en la prevención de enfermedades asociadas a la edad.
Aunque las conclusiones se basan en un caso excepcional, los resultados aportan información valiosa sobre cómo una dieta equilibrada —con presencia de alimentos fermentados como el yogur— puede contribuir a un envejecimiento más saludable, abriendo nuevas líneas de investigación sobre nutrición, microbioma y longevidad.
Fuente: Gut Microbiota
