En la actividad ganadera, la rentabilidad no es un factor aleatorio, sino el resultado de un equilibrio entre elementos clave que determinan el éxito del negocio.
Según Sebastián Puerta, zootecnista, ganadero y emprendedor, existen dos palancas fundamentales que impulsan la rentabilidad en la ganadería: las ganancias individuales y la capacidad de carga.
1. Ganancias individuales
Este primer factor engloba todo el desempeño genético de los animales, es decir, la selección de un biotipo que no solo se adapte al entorno, sino que también exprese su máximo potencial productivo.
Dentro de este componente, la nutrición juega un papel determinante para asegurar que los animales tengan un desarrollo adecuado y puedan cumplir con los objetivos productivos.
Puerta advierte que estos dos factores pueden confundirse, lo que puede generar decisiones equivocadas. Un error común es incrementar la carga animal sin considerar el impacto en las ganancias individuales. Por ejemplo, si un ganadero pasa de tener un animal por hectárea a tres, pero reduce la ganancia de peso individual de 500 gramos diarios a solo 150 gramos por cabeza, la rentabilidad no mejorará, sino que podría verse afectada.
El equilibrio: clave del éxito
El desafío para los ganaderos es mantener un equilibrio entre la carga animal y el desempeño individual. Al balancear ambos factores de manera adecuada, se logra una mayor utilidad por hectárea y una operación sostenible en el tiempo.
Sin embargo, Puerta enfatiza que hay una línea transversal en todo este proceso: los costos de producción.No siempre reducir costos significa aumentar la rentabilidad, ya que una reducción excesiva puede afectar negativamente el desempeño de los animales. Por ello, es fundamental evaluar detalladamente los costos y encontrar el punto de equilibrio que garantice la mayor rentabilidad posible.
En definitiva, la ganadería rentable no se trata solo de aumentar la cantidad de animales o reducir costos, sino de gestionar de manera inteligente la genética, la nutrición y el manejo del forraje, asegurando un balance adecuado entre productividad y sostenibilidad.