Diana Guillén, ingeniera agrónoma que trabajó varias décadas en el área de sanidad vegetal del Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) fue la primera mujer en convertirse en la presidenta del organismo entre 2013 y 2015, último tramo del gobierno de Cristina Kirchner, quien veía con muy buenos ojos esa decisión. Volverá a ocupar ese lugar, debido a su buena relación con la ex presidenta, a quien secundo luego desde el Instituto Patria, y a la necesidad de cumplir con los cupos femeninos en la primera línea de funcionarios del Ministerio de Agricultura.
Julián Domínguez había decidido el viernes, tal como anticipó este medio, designar a Guillén como nueva presidenta del Senasa en reemplazo de Carlos Paz, otro veterano dirigente del kirchnerismo agropecuario. También ordenó desplazar del cargo al vicepresidente Carlos Milicevic, y reemplazarlo por el veterinario Rodolfo “Colorado” Acerbi, quien ya había pasado por el organismo en tiempos de Bernardo Cané y que ahora trabajaba ligado al frigorífico Gorina, uno de los más importantes del Consorcio ABC.
La remoción de la conducción del Senasa dispuesta por Domínguez, quien impulsó a Guillén para ese cargo luego de quitarle las funciones de jefa de Gabinete en el Ministerio de Agricultura y con el argumento de que debía cumplir con el cupo femenino en el área, no estuvo exenta de cuotas de suspenso.
Como informó Bichos de Campo todo el fin de semana, Paz y Milicevic se enteraron de su despido prácticamente por los rumores y los medios, y no por una comunicación formal con Domínguez. Por eso ensayaron una suerte de resistencia. Incluso lograron más de 70 funcionarios de carrera dentro del organismo firmaron una carta de respaldo a su gestión, en la que consideraban que la cuestión de género esgrimida para producir el cambio era un simple excusa de Domínguez para ganar espacios de poder.
Domínguez no se sobresaltó y esperó todo el lunes. Pero este mediodía, tras largas reuniones, logró que se concretara la renuncia de Paz y Milicevic a la conducción de Senasa. Eso le dejó el terreno libre para la asunción de Guillén y Acerbi en sus cargos.
En realidad, en su armado de poder interno dentro de Agricultura, que incluirá cambios de nombres en las principales secretarías y también en los organismos descentralizados, Domínguez siempre intentó designar en el Senasa a su amigo personal Jorge Ruiz, un entrerriano que proviene de la Federación Agraria y referente de la FUCOSA (Fundación de Sanidad Animal) de la provincia. Pero su origen en esa suerte de servicio veterinario paralelo o paraestatal (viene de la época de las fundaciones de lucha contra la aftosa en los 90) motivaba el rechazo de toda la estructura de técnicos del Senasa.
Por eso finalmente se decidió esta fórmula: Guillén dejaría su puesto como jefa de Gabinete de Agricultura a Jorge Ruiz, mientras ella regresaría a su puesto en el Senasa, donde seguramente se siente más cómoda.
Pero la situación no evitó que quedaran heridas abiertas. Y de hecho, la carta de renuncia de Paz y Milicevic, ambos funcionarios de origen santacruceño (al menos en lo que a política se refiere, porque hubo un diario que aclaró que Paz había nacido en otro lado) estuvo dirigida al presidente Alberto Fernández y no al ministro Domínguez.
Solo una frase basta para mostrar el malestar que produjo Domínguez con su irrupción en el Senasa. “Lamentablemente, en estos últimos días hemos recibido un destrato personal e institucional, que desde nuestro punto de vista es inaceptable”, dijeron los renunciados, que ignoran olímpicamente a Domínguez y agradecen en cambio al ex ministro Luis Basterra.
El texto es el siguiente:
https://bichosdecampo.com/wp-content/uploads/2022/02/NO-2022-14497423-APN-PRESSENASA-1.pdf
“Encontramos un SENASA, caído, estigmatizado, con sus agentes profundamente golpeados. Humildemente le decimos que nos vamos con la absoluta conciencia que dejamos un Servicio mejor. Las muestras de apoyo, tanto públicas, como de los agentes, funcionarios y de gran parte de la representación gremial nos reconforta”, dijeron Paz y Milicevic.
Los dos santacruceños también dejan en claro de dónde provienen. A diferencia de Guillén, que bien podría ser considerada simplemente una “cristinista”, ellos manifiestan que “ambos llevamos muchos años de trayectoria profesional y política aportando desde diferentes roles técnicos, profesionales y públicos. Queremos entonces recordar en este momento al Doctor Néstor Kirchner, nuestro mentor, amigo y conductor por tantos años. Así también a nuestros compañeros y amigos de este camino; Carlos Cheppi, Jorge Amaya, Carlos Casamiquela y Javier de Urquiza, por nombrar sólo algunos de tantos amigos y compañeros”.
No hace falta mucho más. Por h o por b, esta lista es la señal más inapelable de que el equipo original que acompañó el desembarco kirchnerista en el gobierno nacional a partir de 2003 ya es simplemente un recuerdo. No queda nadie en funciones.
Una curiosidad de este recambio es que -seguramente sin proponérselo, el gobierno de Alberto y Cristina están repitiendo el derrotero de la gestión de Mauricio Macri en Agricultura. En aquella ocasión, el ministro original en 2015 fue elegido a último momento y cuando llegó ya tenía todo el equipo armado por la Fundación Pensar. Se trataba de Ricardo Buryaile.
En octubre de 2017, cuando recién comenzaba a acomodarse y en una movida palaciega que nada tenía que ver con la política agropecuaria, el formoseño fue reemplazado por el ex titular de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, que tampoco pudo llegar a nombrar su propio equipo de colaboradores. Cuando empezó a hacerlo, la crisis había estallado, el gobierno subió las retenciones, y el macrismo cayó derrotado en las elecciones. En los cuatro años de gestión, Agricultura no produjo ni fu ni fa. Fue finalmente intrascendente.
En la nueva etapa, también a último momento asumió Luis Basterra con todo el equipo prearmado por negociaciones previas. Cuando pasó la pandemia y éste funcionario comenzó a esbozar algo, fue reemplazado en octubre de 2021 -a mitad del gobierno- en una movida palaciega que nada tenía que ver con la política agropecuaria, por Julián Domínguez.
Ahora el político chacabuquense comenzó a mover sus piezas. Para atrás todo fue tiempo perdido. Para lo que queda para adelante hasta fin de 2023, lo más probable es que su gestión sea igualmente intrascendente.