Durante los primeros seis meses del 2021 las principales productoras de alimentos de la Argentina lograron mejorar sus performance financiera y de negocios a partir de aplicar fuertes planes de restricción de costos y de reestructuración de deudas.
A esto le suman otros factores adicionales que no dependen de estrategias propias sino de la evolución económica del país como mejoras incipientes en el contexto de negocios; baja del costo financiero; desaceleración del ritmo de la devaluación de la moneda local y la posibilidad de recuperar parcialmente algunos de los importantes aumentos de costos asociados, principalmente, a la suba persistente de las materias primas impulsadas a nivel internacional.
De todos modos, y como ya vienen soportando desde hace por lo menos tres años, sus números están lejos de permitirles una recuperación sostenida, ya que los escenarios que impiden este objetivo se mantienen. Es decir, los cepos oficiales, la suba de la inflación, el incremento de costos, el estancamiento de las ventas y los efectos generados por la pandemia del Covid-19.
Para las compañías es necesario que la economía local siga mejorando sus ratios y logrando que se despejen las dificultades del contexto que se hacen notorias en los niveles de consumo.
También confían en la recuperación paulatina de la economía pero advierten que solamente será posible en la medida que la pandemia comience a controlarse y, a partir de allí, se pueda alcanzar un nivel de rentabilidad acorde.
De hecho, la mayoría evidenció caídas de ingresos y de sus ventas, a pesar de haber informado balances semestrales positivos que contrastaron con los resultados negativos que habían mostrado en igual período del 2020.
Por caso, Molinos Río de la Plata mostró en su balance semestral una fuerte caída de ingresos por la retracción del consumo y el impacto del Covid-19, a pesar de haber ganado casi $1.000 millones entre enero y junio pasados, contra los $608 millones que ganó en igual semestre del 2020.
Es que sus ventas no siguieron el mismo camino y cayeron un 12%, evidenciando que el período de inestabilidad que atraviesa el sector alimenticio se mantiene y las ganancias no alcanzan para revertir la caída de ingresos.
En el informe que la alimenticia envió hace unos días a la Comisión Nacional de Valores (CNV), la alimenticia propiedad de la familia Perez Companc informó ventas por $28.000 millones, que representan una baja del 12,2% respecto del mismo período del año anterior y reflejan menores operaciones en casi todos las categorías de alimentos, que retrajeron sus volúmenes comparados con los del 2020 y hasta con los del 2019, en especial en categorías importantes para Molinos como fideos, arroz, harina, yerba.
De acuerdo al documento, entre enero y junio pasados el consumo de sus principales categorías en el mercado doméstico “ha tenido un importante descenso de acuerdo con los registros de las principales consultoras especializadas”.
Dicho escenario no fue suficiente para analizar una buena performance de Molinos, a pesar de que cerró este primer semestre con una rentabilidad de $998 millones que es equivalente al 3,6% sobre las ventas reportadas que logró gracias a “una férrea disciplina financiera, un agresivo foco en los programas de eficiencia y un estricto control de gastos”.
En el primer trimestre, Molinos había presentado el mismo escenario, reportando ganancias por $1.180 millones pero con ventas 14,5% menores a las del primer trimestre del 2020, y que alcanzaron los $11.246 millones.
El mismo escenario sufrió durante todo el 2020 cuando logró mitigar en parte la situación de crisis a partir de una operación inmobiliaria como fue la venta de sus oficinas centrales en la localidad bonaerense de Victoria y de esa forma equilibrar su balance general.
Se trata de un establecimiento que se encuentra ubicado en la calle Uruguay 4075 de la localidad de Victoria, que fue cedido a un grupo inversor a cambio de u$s20,7 millones, aunque la empresa acordó con los nuevos dueños mantener sus oficinas comerciales y administrativas.
Fuera de esa venta, entre el 2017 y el 2020, la empresa acumuló pérdidas por $5.000 millones, situación que recién parece comenzar a revertirse este año a partir de los resultados que Molinos viene informando sobre la evolución de sus actividades durante el primer trimestre y ahora en todo el semestre.
Arcor y Mastellone
Diferente es el caso de Arcor que, en base a planes de reducción de sus costos internos y de ventas en el exterior, pudo generar un nuevo resultado positivo por $8.806 millones y ventas 10,3% mayores al primer semestre del año pasado, que alcanzaron los $119.796 millones y representaron el 7,4% de las ventas consolidadas.
El holding con sede en la ciudad cordobesa de Arroyito considera posible la aceleración de sus planes a partir de los números que logró durante el primer semestre de este año traccionadas por la recuperación de los volúmenes en el exterior y por una reducción del cargo en los resultados financieros, generada por la apreciación en términos reales del peso.
Las operaciones en el país constituyeron el 66,6% de las ventas consolidadas del grupo, mientras que las ventas en el exterior representaron el 33,4% restante.
Y a partir de estos datos, la multinacional cordobesa de la familia Pagani focaliza su estrategia en los negocios principales como son los de consumo masivo (golosinas, chocolates, helados, galletas, alimentos y productos funcionales); packaging y agronegocios.
También, en un proceso de fusión de varias de sus sociedades para reducir costos y el desarrollo de proyectos de asociación estratégica con compañías y grupos internacionales.
Además, busca seguir priorizando la liquidez y su estructura de financiamiento para asegurar el cumplimiento de sus obligaciones y compromisos, como también la gestión del capital de trabajo y la contención de los gastos fijos con el objetivo de obtener fondos que le permitan llevar a cabo las operaciones y proyectos de inversión en carpeta.
Como parte de este proceso financiero, Arcor fue siguiendo de cerca los planes de reestructuración de deuda y préstamos firmados de sus sociedades controladas.
El caso paradigmático es el de Mastellone Hnos, donde el grupo posee el 49% del capital, y que lanzó una oferta de canje por u$s199,7 millones o el 81,50% del valor nominal total de sus ON Clase “F”, a una tasa fija del 12,625% con vencimiento el 3 de julio pasado.
Mastelone recibió ofertas mayores al 81,5% de los tenedores de las ON a canjear (la Clase F) en el marco de una operación que fue coordinada por los bancos Citigroup, JP Morgan y Santander Investments.
Como resultado de la propuesta, emitió ON por u$s110,9 millones, y efectuó la cancelación en efectivo por u$s53,4 millones a los inversores que ingresaron en el canje, mientras que quienes lo rechazaron recibieron en efectivo el dinero.
De esta forma, pudo descomprimir su delicada situación financiera generada precisamente por la imposibilidad de trasladar a sus precios los aumentos de costos.
A partir del éxito del canje, la láctea eliminó de sus previsiones la manifestación que había incluido en sus estados financieros del 31 de marzo pasado, mediante la cual indicaba la existencia de una incertidumbre que podía generar dudas significativas importantes sobre la capacidad de la asociada para continuar como empresa en funcionamiento.
La dueña de La Serenísima también logró reducir sus pérdidas durante el primer semestre, con un rojo que llegó a los $607 millones, contra $1.440 millones de igual período del 2020.
Lo hizo a partir de mejoras en sus precios y mayores ventas y luego de haber atravesado varios períodos de incertidumbre financiera y millonarias pérdidas que la llevaron, incluso, a estar al borde del del default.
La cifra también es menor a los $828 millones que perdió en el primer trimestre debido, fundamentalmente, a la imposibilidad de recuperar vía los precios de venta de sus productos todos los aumentos de costos registrados durante el período.
En ese momento, también logró reducir en un 44% su resultado negativo con respecto a los $1.470 millones que había perdido entre enero y marzo del 2020 cuando su rojo anual superó los $2.287 millones.
Ese año, los problemas de Mastellone se fueron acumulando debido al congelamiento de precios ya que el 80% de sus productos se encontraban bajo alguno de los regímenes oficiales de precios controlados.
En ese sentido, y si bien durante los primeros seis meses del 2021 logró achicar de manera importante sus pérdidas, la empresa todavía sigue padeciendo el arrastre de los cepos y de un aumento sostenido de sus costos, particularmente en lo referido a la materia prima láctea.