Productos animales cultivados en laboratorios, packaging inteligente para detectar enfermedades, asistentes de cocina, robóticos, comidas gourmet listas en cinco minutos, sensores biométricos para detectar nutrientes faltantes en el organismo y colorantes a partir de hongos son tan solo algunas de las tendencias que están surgiendo en el mundo foodtech. Esta nueva industria, que fue protagonista de un boom de inversiones el año pasado, está convirtiendo el futurismo en el presente y se espera que desarrolle tecnologías impensadas en los próximos cinco años.
Decenas de emprendedores argentinos se subieron a esta nueva ola, impulsada por una incipiente conciencia de los consumidores sobre qué comen, cómo se producen sus alimentos y qué impacto tienen en el ambiente. Particularmente entre los jóvenes, crece una demanda a las empresas e industrias para que tiendan a una elaboración menos artificial y más amigable para el ambiente.
Este contexto hace sinergia con las nuevas tecnologías e innovaciones y dan como resultado un abanico impensado hace diez años de inventos e ideas que se están convirtiendo en realidad y están recibiendo cientos de millones en financiamiento. La Argentina está siendo protagonista de estos cambios, con emprendimientos que afloran con fuerza por la disponibilidad de recursos naturales en un país caracterizado por la agroindustria, un reconocido capital humano entrepreneur resiliente y la reciente presencia de venture capitals interesados en ingresar en un mercado, en su visión, virgen.
Un informe de Endeavor, en conjunto con Pepsico, reveló que estas nuevas compañías emplean a 29.000 personas en Latinoamérica y han recaudado US$1700 millones desde 2011. Las categorías que más están creciendo son logística y manejo de datos (22%), ventas (17%) y productos orgánicos, naturales o saludables (16%).
“Latinoamérica tiene el potencial de ser un poder mundial en la industria foodtech. Hay determinadas cualidades únicas a la región como recursos humanos, talento, diferentes ecosistemas, producción y recursos naturales que lo hacen posible. Foodtech es una de las industrias que puede cambiar la historia de Latinoamérica”, aseguró Bernardo Milesy fundador y managing partner de Glocal, una aceleradora en agtech.
En la Argentina se identificaron 41 empresas relacionadas con foodtech, con una característica que las diferencia de las de otros países de la región. La primera mayoría (22%) se dedica a la innovación en la industria alimenticia tradicional, mientras que en México, Chile y Colombia, los emprendimientos se concentran en nuevos productos, entre los que están los saludables, orgánicos, vegetarianos o veganos y en Brasil, prima el rubro de logística y desarrollo de datos. Además, es el segundo país con más acceso a financiamiento (68% de las empresas pudieron conseguirlo) y con más expansión a otros mercados (49%). En ambos casos, se ubica detrás de Chile, con 71% y 52%, respectivamente. Sin embargo, aunque la mayoría de los emprendimientos generaron inversiones, es el país con menos dólares en la industria, en términos nominales.
De acuerdo con el estudio, el contexto regional es propicio para el desarrollo de nuevas empresas por cinco factores. El primero tiene que ver con el crecimiento poblacional. Se estima que habrán 750 millones de personas para 2030, lo que generará un “drástico aumento” en la demanda de alimentos en las próximas décadas. En segundo lugar, Latinoamérica es responsable del 20% de la comida que se hecha a perder en el mundo, mientras que crecen los habitantes con malnutrición. Tercero, el 74% de los consumidores cambiaron sus hábitos a partir de la pandemia y tienden hacia una dieta más balanceada, con mayor porcentaje de frutas y verduras. En cuarto lugar, compran cada vez más por medios digitales y usan delivery. Por último, se encuentran el cambio climático y las consecuencias de la producción tradicional en la emisión de gases de efecto invernadero.
LA NACION conversó con ocho empresas argentinas, desenvueltas en distintos rubros, con diferentes valuaciones. Casi todas se fundaron hace cinco años o menos, muchas de ellas se lanzaron al mercado en plena cuarentena y se concentran en resolver un problema identificado claramente y estudiado en profundidad.
Michroma es una plataforma biotecnológica creada por Ricky Cassini, un emprendedor argentino que busca revolucionar la manera de producir los ingredientes de los alimentos que consumimos a diario. Su primer producto fue un colorante derivado de la fermentación de hongos. “Lo mismo que está en la comida, está en nuestros textiles. Queremos reemplazar los sintéticos, derivados del petróleo, relacionados con problemas de salud como cáncer, colitis, alergias e hiperactividad y dañinos para el ambiente, por una opción natural”, comentó.
Cassini no quiere detenerse en colorantes. Está diseñando una plataforma para producir más ingredientes, como preservativos, y convertirlos en una opción barata para las empresas, a medida Michroma escala y optimiza sus procesos de elaboración.
Frizata cumple apenas dos años de vida y ya factura US$15 millones anuales, está presente en cinco ciudades de argentina, Santiago de Chile, San Pablo, en Brasil y San Francisco, en Estados Unidos. Además, sus fundadores, Adolfo Rouillón y José Robledo lograron cerrar una ronda de inversión de US$5 millones el año pasado, liderada por SP Ventures, con participación de inversores como Marcos Galperin, fundador de Mercado Libre.
Su modelo de negocios se divide en dos. Por un lado, crearon Congelados del Sur, que busca ser una aliada estratégica en la producción de alimentos congelados y, por otro lado, fundaron Frizata, que vende directo a los consumidores e innova en inteligencia artificial y agricultura celular para la producción de alimentos para una dieta flexitariana.
“Vemos en el mercado una la conjunción de dos revoluciones. A nivel alimentos, las nuevas generaciones buscan una alimentación diferente a la de los últimos 50 años. Son conscientes del cuidado personal y del medio ambiente. No es solo plant-based, lo vegano o vegetariano. Es mucho mas que eso. La otra es a nivel de cómo se relaciona la persona con las marcas de consumo. Esa conjunción de los dos mundos es lo que nos define el norte”, contó José Robledo. En marzo llegarán a los 100 productos “en menos de un año de laburo”.
Los consumidores están demandando nuevos alimentos, con nuevos contenidos, nuevas formas de empaquetarlos, nuevas formas de comprarlos y recibirlos en sus casas. En toda la cadena productiva se abren oportunidades para que emprendedores innoven.
Eso buscaron hacer Juan Francisco Lago, Candelaria Nottebohm y Federico Weill cuando fundaron Mizu. Buscaron volcar los últimos avances en tecnología al diseño de superfoods, alimentos con alto nivel nutritivo por cada caloría que suman al organismo. Combinando ingredientes como colágeno, té verde, cúrcuma y jengibre, crearon suplementos para distintas necesidades físicas y edades.
Su sueño va más allá. En conjunto con un laboratorio de Rosario, están experimentando en alimentos personalizados en función de datos genómicos, requerimientos dietarios y preferencias del consumidor. Esperan que en el futuro los “wearbots”, como los relojes inteligentes, midan en tiempo real los metabolitos, y vitaminas del cuerpo para identificar que requiere en cada momento, en una suerte de laboratorio personal.
“En un par de años esperamos que Mizu se transforme en un producto como Nespresso. De acuerdo con sensores biotrackers, uno va a poder meter los cartuchos con los nutrientes y hacerse un jugo específico para cada día”, explicó Carla Cabral, digital marketing manager de Mizu. “El cambio de paradigma va a ser exponencial con respecto al consumo personalizado”, agregó Lago.
Otros emprendedores coinciden en el diagnóstico del futuro. “Lo mas loco es cómo se van a empezar a integrar soluciones en torno a la personalización y la conveniencia. Me imagino que uno pueda tener un GPS de la salud con sus objetivos nutricionales. De acuerdo a los patrones de consumo y los gustos, que las empresas puedan sumarse a ese trayecto y lo puedan ayudar a llegar a cierto objetivo”, opinó Tomás Iakub, cofundador de Simpleat, que logró levantar US$600.000 el año pasado.
Simpleat hizo foco en la conveniencia y creció en un momento en el que los consumidores necesitaban opciones fáciles, rápidas y a domicilio. Sus productos son lo más parecido al futurismo de los alimentos en películas como Volver al futuro. En su caso, un paquete de plástico especial contiene una plato gourmet completo para una persona. Tan solo hay que echarlo en una olla durante algunos minutos, sacarlo de su paquete y voilá.
Gaspard Hambückers es uno de los fundadores de Kitchenita. Con su emprendimiento, que levantó US$3 millones en financiamiento hace dos semanas, aplicó la tecnología digital, con algoritmos y data science a la comprensión de la demanda de delivery de comida en distintos barrios de la ciudad.
El sistema funciona así: su sistema de análisis detecta que en Caballito, por dar un ejemplo, no hay suficientes restaurantes de comida mexicana, y los vecinos tienen ganas de comer esa gastronomía. Entonces, Kichenita alquila locales sin venta a la calle, llamadas “dark kitchens”, y lanzan una marca que luego vuelcan en aplicaciones como Rappi o Pedidos Ya para atender la demanda de esas cuadras a la redonda.
Pero además, brindan un servicio a restaurantes con capacidad ociosa. Si el dueño de un comercio no está teniendo tanta demanda y, con el equipo y recurso humano con el que ya cuenta, podría cocinar más, Kichenita le ofrece los ingredientes, las recetas, la marca y el posicionamiento en las plataformas de delivery para que produzca más platos. “Se está dando una enorme inversión. Para poner en perspectiva, ningún fondo me pidió que dedique tiempo a explicar el tamaño del mercado. Es evidente. Somos 750 millones de latinos que comemos, en promedio, tres veces al día con una creciente tendencia a la personalización”, explicó Hambückers.
Otra empresa con un enfoque intermedio en la cadena productiva es Tomorrow Foods. Su modelo de negocios es B2B (servicio de empresa a empresa). Se definen como un aliado estratégico de las empresas alimentarias y pymes para ayudarlas a convertir su cartera de productos hacia alternativas vegetales, en línea con la demanda moderna. “Nos dimos cuenta de que el impacto positivo que hacemos podíamos agrandarlo si nos enfocábamos en meternos con todos los jugadores de la industria en vez de crear una marca propia. Volcamos esos recursos y energía a la investigación y el desarrollo”, explicó Agustín Belloso, cofundador de la empresa.
Encontraron una ventana de oportunidad para la Argentina. Creen que es importante cambiar el paradigma del modelo agroexportador. “Hoy el campo es el que tracciona al país y genera divisas. Lo hace de manera eficiente, con mucha tecnología. Pero esos granos se van en un barco a Europa o China y se valorizan afuera en ingredientes o alimentos innovadores. Las foodtechs podemos cambiar eso, innovando con las materias primas”, agregó Belloso.
Varios emprendedores coinciden que la tendencia hacia una dieta plant-based es evidente, en particular entre los más jóvenes. Para Belloso, la carne se convertirá en un lujo en los próximos 10 años. No dejará de consumirse, pero será mucho más espaciado, premium y reservado para ocasiones especiales. Algunos creen que el foco de los consumidores está puesto sobre la trazabilidad del producto. ¿Cómo fue la crianza de este animal? ¿Qué ingredientes contiene este alimento? ¿Son positivos para mi organismo?
En esa línea trabaja Cero Market, una franquicia de comercios sin plástico. El formato de venta no es una novedad, más bien al contrario, es la reinvención del almacén del siglo pasado. Los consumidores llevan sus recipientes y se stockean de distintos productos, desde fideos, a legumbres, galletitas o comida para perros. El concepto es reducir al máximo el uso de envoltorios, tanto en la compra a proveedores como en la venta a los clientes.
Según Ana Pierre, cofundadora del negocio, lo más difícil en el comienzo fue el desarrollo de proveedores que vendan a granel y, al mismo tiempo, garanticen tanto las condiciones de salubridad e higiene como el menor uso de envase posible. Llevó diez meses de desarrollo conseguirlos.
“A los locales llegan consumidores convocados por cuestiones ambientales. Es lo que se viene. Nuestros clientes son en su mayoría jóvenes, de hogares de una o dos personas y marcadamente femeninos”, explicó Pierre, que cree que el formato de sus tiendas con mayor automatización serán el futuro de la venta al público. “Sin laburo humano, todo con tolvas”, dijo.