Muchos yogures comerciales están cargados de azúcares, lo que los convierte en un postre, no en un alimento saludable”, advierte el nutricionista Fran Susín, quien explica que buena parte de los productos que se venden como yogures en los supermercados en realidad no lo son.
Según el especialista, un yogur verdadero es leche pasteurizada fermentada exclusivamente con dos bacterias: Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus, en una proporción mínima de diez millones de unidades por gramo o mililitro. Si el envase dice “leche fermentada” o “postre lácteo”, no se trata de un yogur, sino de un producto que carece de fermentos vivos y de los beneficios digestivos asociados.
La clave está en leer la etiqueta: un yogur auténtico solo debe contener leche y fermentos lácticos. Cuantos menos ingredientes, mejor. Los expertos también recomiendan evitar los envases con azúcares añadidos, jarabes o almidones, y optar por versiones naturales, incluso caseras, que conservan bacterias vivas beneficiosas para la microbiota intestinal.
El interés por los yogures volvió a crecer tras un estudio sobre la longevidad de María Branyas Morera, la mujer más longeva del mundo, que vivió 117 años y consumía yogur tradicional a diario. La investigación, publicada en Cell Reports Medicine, destacó que su microbiota intestinal se mantenía tan activa como la de una persona joven.
Elegir un yogur auténtico —natural, simple y con fermentos vivos— no solo mejora la digestión, sino que contribuye al equilibrio intestinal y al bienestar general.
Fuente: Saber Vivir TV
