El miércoles 4 de mayo por la mañana, el presidente de México anunció una estrategia contra el alza de precios llamada Paquete Contra la Inflación y la Carestía, el cual busca contener el problema inflacionario que ha afectado a México.
En palabras de Andrés Manuel López Obrador, la estrategia no se trata de control de precios, sino de un acuerdo para garantizar que la canasta básica de alimentos tenga un precio justo y, por ende, pueda ser consumida por las personas con ingresos menores de este país.
Al analizar la estrategia del Gobierno Federal para controlar la inflación, se puede ver que el plan es incidir por el lado de la oferta al aumentar la producción y combinarlo con un precio tope en ciertos artículos de la canasta básica.
Dado lo anterior, el Secretario de Hacienda busca tener un precio de garantía en 24 productos de la canasta básica en alimentos como huevo, frijol, leche, limón, aceite, arroz, atún, azúcar, bistec, cebolla, chile jalapeño, a la par de aumentar la producción de granos como el maíz, frijol y arroz.
Aunque una estrategia que permita el control de precios es necesaria en una economía con altas tasas de informalidad laboral y pobreza, el plan asume que los precios únicamente están influenciados por el factor oferta y que, aumentando esa variable, el problema queda resuelto.
En la actualidad, los precios están siendo fijados por diferentes factores que dificultan aumentar la producción de un día a otro tales como el estrés hídrico, reducción en las épocas de lluvia, menos terreno para producir y una excesiva interdependencia de insumos producidos en distintas partes del mundo.
En lo referente a lo climático, de acuerdo a datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, se necesitan 5,000 litros de agua para producir un kilo de arroz o carne; 2,000 litros para un kilo de frijol y 300 para un kilo de jitomate o cebolla.
Otro factor adicional al climático es el de la importación y dependencia con el exterior. Por ejemplo, en lo que se refiere al sector de la carne, de acuerdo a cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), del total consumido en México, el 10% fue comprado a Estados Unidos.
En lo que se refiere al maíz amarillo, el cual se utiliza para alimentar al ganado, México importa en promedio 17 millones de toneladas cada año (USDA), lo cual afecta al precio final de los bienes a pesar de que exista un precio de garantía al interior del país.
Por todo lo mencionado hasta este punto, vale la pena preguntarse si el Paquete Contra la Inflación y la Carestía puede contener los precios al alza y la respuesta es no.
La respuesta es no, ya que, producir granos y carne en medio de un problema climático y de dependencia comercial con otras naciones hace que el aumentar la producción no signifique reducir costos, sino todo lo contrario.
Durante años se estableció el concepto de economías de escala, es decir, una eficiente combinación de los factores productivos puede aumentar la cantidad producida y a la par, reducir los costos de producción, lo cual tendría como resultado final una baja en los precios de los productos ofertados.
En la actualidad, el concepto de economías de escala para producir alimentos difícilmente puede cumplirse, ya que, eso implica hacer excesivo uso de bienes muy escasos como el agua o depender de otros países para conseguir insumos que faciliten la producción y, por ende, acaben impactando de manera negativa en el precio final.
Lo mencionado en el párrafo anterior es algo a lo que se enfrentará México y por ende, le resultará imposible reducir precios vía aumento de la producción.
A pesar de que el Paquete Contra la Inflación y la Carestía tiene un objetivo deseable, lo que veremos en el corto plazo es la misma tendencia inflacionaria y que será imposible evitar mientras sigan los aislamientos y cierres en China y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.