Treinta asociados llevan adelante una cooperativa biodinámica de trabajo en un predio de 130 hectáreas, a 7 km. de Luján, que supo ser del político argentino Bernardo de Irigoyen. “Nosotros seguimos con esta forma de producción que ya venía de años atrás, desde 1983, sin ningún tipo de químicos, lo más natural posible, y con una pasteurización a baja escala para mantener todos los nutrientes de la leche”, explica María Elena Talavera, Presidenta de la cooperativa. Es que para La Choza los productos tienen vida y eso hay que mantenerlo para que llegue al consumidor: “Nuestra granja se diferencia por trabajar con las energías vitales de la naturaleza. Nutrimos a la tierra y a los animales con organismos vivos y orgánicos. De esa manera, logramos alimentos beneficiosos en calidad y nutrición”, detalla.
Cuentan con un sistema productivo completo, compuesto por huerta, producción con animales, un lugar de elaboración y gente que vive en el campo. De este modo, conforman áreas que se ocupan del tambo, los productos frutihortícolas, la fábrica, la administración, la logística y las tiendas. Además de la leche de vaca, producen derivados, como yogures, manteca y quesos. También se nutren de otros productores para abastecer de verduras a los clientes, porque no tienen una producción a gran escala. Pero lo que destaca, claro, son los sabores y la calidad, con un trabajo casi artesanal para ofrecer algo tan distinto como necesario. Y así lo cuentan desde el campo, donde falla la conexión, pero no las ganas de relatarlo.
Con eje en el cuidado de los animales y la tierra
“Algunos vivimos en el predio y otros en la zona de General Rodríguez”, especifica Talavera y recuerda que les ofrecieron las viviendas, porque anteriormente ya había gente que las habitaba. “Aceptamos vivir acá -recuerda- con el compromiso de estar siempre cuidando el lugar”. Natalia Cardiello, Secretaria y encargada de las tiendas minoristas, quien participa en la conversación desde su auto (en una pausa de su recorrido por los locales) define al grupo como “amigos, familia y compañeros que amamos lo que hacemos, porque sabemos que es saludable”. Comenta, a su vez, que visita el lugar una vez por semana, ya que es la única que no está instalada en el predio, que pertenece a la Fundación La Choza, a quien lo alquilan para gestionarlo desde 2011, siguiendo con los mismos preceptos y la concepción del trabajo agropecuario al servicio de la vida social.
Otra particularidad de La Choza, cuenta Lucas Gallardo, Tesorero y encargado del tambo, es que el rodeo está conformado mayoritariamente por vacas Jersey, si bien hay alguna cruza Holando y Rojo Sueco. “Al ser una vaca más chica, se adapta mejor al pastoreo intensivo y rotativo que tenemos nosotros, donde comen varias parcelas por día, para dar tiempo a que el pasto vaya creciendo. Por ende, podemos tener más vacas en menos espacio y con menos requerimientos. Además, pueden transformar más fácil pasto en leche, contando también con más sólidos en su producción”, refiere. Hoy tienen 50 vacas en ordeñe y están sacando un aproximado de 700 litros por día. Y, además, aclara que “todo se hace acá: desde la ternerita chica hasta que llega al tambo”.
De la producción a la distribución para el consumo
En el predio hay también ovejas y gallinas. Si bien, por el momento, los huevos se usan para consumo de los integrantes de la cooperativa, el proyecto es empezar a producir para la venta, iniciando la cantidad de gallinas con las propias. “Vamos creciendo de a poco”, analiza Gallardo. Es que siempre priorizan el cuidado de la granja, de los animales y del suelo, sobre la cantidad. No persiguen el ideal de la producción a gran escala en pos de un menor costo y una mayor cantidad de ventas. Por eso pueden asegurar desde sus redes sociales: “Al consumir nuestros productos no sólo estás adquiriendo un alimento, sino que estás llevando a tu casa algo natural, con pocos ingredientes y sustentable. Es que nuestro mayor objetivo es producir alimentos con la menor cantidad de ingredientes posible”.
Desde el campo se distribuye, tres veces por semana, a las dietéticas de CABA y AMBA, desde donde llegan al público minorista, ya sea a través de la tienda online o por la compra física en los locales. Así se aseguran de que siempre haya productos frescos, principalmente leche, que una vez envasada dura 5 días y requiere una buena conservación. A su vez, tienen dos tiendas propias: una en Martínez y otra en el barrio de Coghlan, que se inauguró el año pasado. Se abastecen de todos sus productos, así como de otros productores que sigan los mismos principios: sin agroquímicos ni conservantes. “La idea es que la gente pueda alcanzar una alimentación más saludable y consciente, amigable con el medio ambiente”, dice Cardiello. En este sentido, las botellas y los frascos son de vidrio, por lo que se pide a los consumidores que los retornen. Luego, en la fábrica se esterilizan y reutilizan.
Seguir impulsándose y creciendo
Consideran que La Choza no solamente es un emprendimiento único, sino también sumamente importante para la gente y el respeto al medioambiente. “El daño ambiental -reflexiona Cardiello- a veces no es tan fácil de ver. Por eso, las tiendas son tan importantes”. Talavera coincide en que es muy valioso lo que están haciendo: “Es un proyecto muy lindo. Quisiéramos llegar a brindarles esto a muchas más personas, pero estamos limitados en la producción”. Revela, así, que tienen acacias en un sector del campo, de alrededor de 40 hectáreas, y no se puede utilizar para el pastoreo de las vacas. Si bien hay una planificación para hacer esa limpieza, todavía no les alcanzan los fondos para efectuar el desmonte.
Sueñan, claro, con seguir sumando tiendas propias dentro del mismo radio, para que no deje de ser algo amigable con el medio ambiente. Aunque distribuyen en la provincia de Córdoba, les resulta más difícil de llevar a cabo por la contaminación y la durabilidad. Otra opción que también ofrecen es que la gente visite el campo y adquiera allí los productos, inclusive a menor precio. Además, anualmente, por la primavera, planifican un evento a donde invitan artesanos y se puede recorrer el predio: los espacios de producción y el casco histórico compuesto por la casa señorial y una capilla campestre, que supo ser del político y diplomático argentino dueño original de la estancia. Confían, de un modo u otro, en más o menos tiempo, quizás con la ayuda de algún donante consciente, desprenderse de las acacias. También imaginan el día en que los consumidores comprendan todos los eslabones que se encadenan para consumir sus productos (trabajo cooperativo, materia prima noble, respeto de los ritmos naturales). Hasta que ese momento llegue seguirán produciendo como saben hacerlo: entre amigos, con amor por la naturaleza.
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