Hace muchos años, Alfredo Fissore compró tierras en Marull, en el norte de Córdoba, para desarrollar planteos de producción de carne y leche. Durante mucho tiempo trabajó con parientes en el marco de una empresa familiar.
En la década del 80, armó el primer tambo modelo de la zona con siete bajadas para 100 vacas; producía 30 litros de leche por vaca y por día con inseminación artificial y muy buena alimentación.
Sus animales ganaban trofeos en las exposiciones en las que se presentaba. Sin embargo, el tambo funcionó solo durante dos años porque era difícil conseguir mano de obra para el ordeño y porque Alfredo tenía predilección por la producción de novillos. Así, un día cargó toda las vacas y los terneras Holando hacia la feria.
Con el correr del tiempo se fueron generando cambios en la de la empresa familiar con la integración de nuevas generaciones y en la década del 90 se volvió a desarrollar la actividad tambo, pero con un planteo pastoril más extensivo, con pocas vacas en ordeño, bretes a la par y servicio natural.
Ese tambo funcionó hasta 2005, “cuando se decidió virar hacia un esquema más moderno, con fosa y 12 bajadas, para ordeñar 200 vacas en tres horas”, rememora hoy Nicolás Fissore (32) quien, tras el fallecimiento de su padre en 2021, tomó las riendas del campo de 1200 hectáreas, parte del cual alquila a otros integrantes de su familia.
Intensificación paulatina
En 2007 Nicolás terminó la escuela secundaria y empezó a colaborar con el tambo que manejaban otros integrantes de su familia, que seguía con un planteo pastoril. En un momento, una tormenta con piedra provocó muchos daños en el campo y obligó a encerrar toda la hacienda con suministro de silaje y concentrados como única dieta.
“Al encerrar las vacas, vimos que producían más”, destaca Nicolás y agrega que “luego empezamos a trabajar con inseminación artificial con semen de toros Frisios, para producir terneros con conformación carnicera que sirvieran para la recría en un feedlot que también desarrollaba la empresa”.
A partir de la tormenta, los Fissore tomaron la decisión de que el sistema productivo pasara de 100% pastoril a un dry lot (vacas en piquetes al aire libre donde reciben alimentación, sin acceso al campo), que permitió aumentar la producción individual, luego de tomarle la mano al sistema durante un tiempo.
Con ese sistema, los Fissore también fueron alimentando mejor a sus vacas utilizando silaje, heno de alfalfa y expeller, lo que permitió pasar de los 16 litros por vaca y por día de 2009 a 25 litros en 2012.
“Con mejor alimentación, observamos que la genética empleada era útil para producir carne, pero no era la más indicada para la producción lechera en un sistema intensivo. Entonces, comenzamos a trabajar con Enrique Toderi, de Select-Debernardi, quien hizo una selección severa de los animales: de 370 vacas en ordeño y secas descartó 185, por ser animales muy rústicos, con desprendimientos de la ubre, reiteración de mastitis y otros caracteres negativos.
Simultáneamente, se utilizó semen de toros con los rasgos propios para alta producción de leche. El descarte de las 185 vacas no fue inmediato. Primero se cargaron las repetidoras de mastitis y el resto se fue vendiendo luego de paridas esperando que se secaran.
Otro paso
El paso siguiente fue utilizar semen sexado. “Con buen manejo de la guachera y de la recría y semen sexado, llegó un momento en que sobraban hembras para reposición”, resalta Fissore.
Para esa época, en 2014, con los aportes de la alimentación y de la genética de calidad, se había llegado a 33-34 litros por vaca y por día como promedio anual, con picos de 37-39 en los meses de otoño e invierno, pero con caídas severas en verano por el estrés calórico y por la menor cantidad de partos en esa época.
En 2015 Nicolás viajó a Estados Unidos con otros productores para evaluar distintos sistemas de producción lechera, tras lo cual maduró la idea de seguir con la intensificación. Fue así que en 2019 la familia Fissore decidió construir un galpón con cama fría para dar mayor confort a las lecheras y aislarlas de las inclemencias del clima.
La instalación se inauguró en enero de 2020, luego de una inversión realizada con fondos propios. El galpón se construyó con 150 metros de largo por 55 de ancho, con patios. El techo es de chapa y tiene una cumbrera cuyo diseño permite un “efecto chimenea” ayudado por los 13 metros de altura del galpón. De esa forma hay una permanente circulación de aire, que evita la concentración del calor y vapores. En épocas normales, este diseño permite diferencias de 4-5°C entre el interior y el exterior del galpón.
La representación más común de la lechería intensiva en Estados Unidos es el free stall (instalaciones donde las vacas están estabuladas todo el año con espacios predeterminados para alimentarse y moverse) pero, a juicio de Fissore, el sistema tiene muchos gastos de mano de obra para el mantenimiento.
Por eso pensó en algo distinto: un galpón con cama de estiércol traído de los piquetes del dry lot. “Se preparó una cama de 30cm con ese material seco, que se remueve dos veces por día con un cincel que mezcla las capas, complementado con un rolo que desterrona las bostas. Con ese sustrato, Fissore asignó 36 metros cuadrados a cada vaca, entre lo que ocupan en el galpón (50%) y en los patios externos.
Los free stall de Estados Unidos asignan menos: de 9 a 15 metros cuadrados por animal, sin patios. En el galpón de Fissore, los patios son muy visitados a la mañana temprano y a la tarde en verano y en los momentos de sol en el invierno.
El galpón asegura la estabilidad de la producción de leche y de los ingresos. “Con el dry lot hubo años con buen clima en los que se alcanzaron 37 litros por vaca por día como promedio, con picos de 44 litros, pero esos niveles se derrumbaban en verano, por las altas temperaturas y el barro”, recuerda Nicolás. Entonces, al poco tiempo, entusiasmado por los resultados y apoyado por los constructores y el personal, se construyó un segundo galpón.
Antes, los Fissore habían agrandado la sala de ordeño para llegar a 36 bajadas y tres ordeños diarios de 600 vacas. El empresario justifica los movimientos de las vacas porque mide un plus de 18% en la producción de leche por los tres ordeños versus dos, si se realiza con buen manejo. Cada ordeño se lleva a cabo con un grupo de trabajo integrado por varias personas.
La alimentación en el galpón es responsabilidad de otro equipo que diariamente hace la lectura de los comederos de cada categoría de hacienda. Luego, el encargado, desde su smartphone, con una aplicación, va cargando los volúmenes remanentes y establece lo que habrá que repartir ese día.
Normalmente la ración incluye grano y silaje de maíz, heno de alfalfa y expeller y harina de soja, aunque puede sufrir variaciones de acuerdo la disponibilidad de subproductos. El grano y el silaje de maíz son de producción propia. También se cosecha soja, que se canjea por expeller y harina. Los rindes de la zona fluctúan de 70 a 80qq/ha de maíz, con extremos de 50 y 110, y 25-28qq/ha de soja, con variaciones de 28 a 45.
Los granos también son empleados en el feedlot de 600 cabezas de la firma, que compra terneros muy livianos mestizos u Holando -de 100 a 130 kilos- y los recría hasta pesos de invernada.
El heno y la fibra se compran porque la alfalfa no desarrolla bien en la zona, a raíz de que las napas están muy profundas. En la superficie que ocuparía, resulta más conveniente sembrar maíz para silo o grano.
Un veterinario es el encargado de atender la clínica de las vacas. Además, Fissore cuenta con el asesoramiento de Mauro Gorgerino quien, mediante un sistema de semáforos, monitorea la evolución de la reproducción, de la nutrición y de otros puntos clave del tambo.
En la empresa se viene utilizando inseminación artificial desde hace tiempo. Con esa herramienta, se puede emplear semen sexado -por ejemplo en vaquillonas y en vacas de primera y segunda parición- lo que incrementa la cantidad de terneras para reponer el descarte y lleva hacia arriba el estándar genético general del rodeo.
Con todas las mejoras introducidas en el campo a lo largo del tiempo, y sobre todo con la ayuda de los galpones, Fissore logró evitar los “baches” productivos frecuentes en la zona, y alcanzó estabilidad en la producción de leche y en los ingresos de la empresa.
Crianza de terneros y manejo de purines
La crianza de los terneros está dispuesta en un tercer galpón más chico, con capacidad para 120 animales. Desde el nacimiento hasta los 30 días están bajo un sistema de crianza individual, en boxes con cama de viruta de madera, tras lo cual pasan a un sistema colectivo. Toman leche dos veces por día y están sometidos a una vigilancia constante evaluando comportamiento y sanidad.
Fissore le presta mucha atención al cuidado del ambiente y de los recursos. Por ello, dos o tres veces por año desparrama el estiércol de los piquetes del dry lot en los lotes.
Los efluentes del tambo, de la guachera y de los galpones se separan en sólidos (quedan amontonados en un lugar a la espera de que fermenten) y líquidos, que van a un digestor que genera Biol, que es un abono producto de la descomposición anaeróbica de los desechos animales, que también es desparramado en los potreros. “El correcto manejo de purines es una herramienta indispensable los tambos intensivos para asegurar el cuidado del ambiente y mantener la fertilidad en campo”, resume Fissore.