Hasta fin de octubre, el volumen de lácteo producido y remitido por los tambos uruguayos fue 2% menor que en el mismo período de 2021, según el Instituto Nacional de la Leche (Inale).
De todos modos, ese eslabón de la cadena láctea nacional se destaca por su relativa producción alta en promedio diario, como la argentina y la chilena, superando a la del resto de los países de la región. Sin embargo, están lejos de los niveles medios de remisión logrados por los establecimientos de Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos.
Esas diferencias responden, en parte, al amplio número de pequeños tamberos que caracteriza a los sistemas de producción en América Latina.
En ese sentido, “uno de los desafíos para mejorar el nivel de productividad en la región puede estar asociado con incrementar la eficiencia de escala”, señala el estudio Más allá de la finca lechera: enmarcando el diálogo de política lechera en América Latina, elaborado por especialistas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Federación Panamericana de Lechería (Fepale), que se publicó recientemente.
También la industria láctea latinoamericana es heterogénea en lo que respecta al volumen de recepción de leche. Entre las 25 de mayor porte, la empresa más grande (la mexicana Lala) procesa alrededor de 1.700 millones de litros de leche por año, mientras que la más pequeña del grupo, la colombiana Alpina, industrializa cerca de 380 millones.
Conaprole figuró sexta en la lista con unos 1.300 millones de litros industrializados. La suma de la captación de leche de estas 25 compañías representa aproximadamente el 30% de la producción total de América Latina. Este eslabón industrial tiene una escala pequeña cuando se lo compara con las principales industrias lácteas a escala global.
Según los autores, eso tiene dos implicancias principales: en primer lugar, el tamaño facilita la integración de las empresas en las cadenas globales de mayor valor; segundo, la dimensión de la empresa está asociada con economías de escala que afectan el nivel de competitividad del sector en la región.
Productividad
En otro capítulo, los especialistas de la FAO y la Fepale midieron el nivel de productividad total y parcial de los factores del sector lechero en un grupo de países de América Latina. Constataron, en el primer caso, que el incremento entre 2008 y 2017 fue “modesto”, de 0,7% anual en promedio.
El análisis de la productividad parcial de los factores “destaca que uno de los principales desafíos para mejorar el nivel de sostenibilidad económica de los sistemas lecheros en la región está asociado a incrementar la productividad de la mano de obra, seguido por la productividad de la tierra y el capital”, afirman.
Uno de los elementos que permiten explicar el bajo nivel de la productividad parcial de los factores es el tamaño del sistema de producción, asociado a la pequeña escala. Entre los países con mejor desempeño en términos de la productividad total de los factores se destacan Brasil (aumento de 4% anual) y Costa Rica (3,3%), logrado por avances simultáneos tanto en innovación como en eficiencia.
Respecto de la productividad de la mano de obra, el estudio constató una amplia heterogeneidad en la región. Entre los países analizados, el más productivo en este aspecto fue Argentina, con un promedio de 16 toneladas de sólidos (grasa más proteína) por unidad de mano de obra, seguido por Uruguay, con 12, y Chile, con seis toneladas.
En países centroamericanos como Honduras y Costa Rica la productividad fue estimada en dos toneladas y cuatro toneladas, respectivamente. Comparado con zonas referentes del sector lácteo en el mundo, la productividad media en los países analizados del Cono Sur de ocho toneladas por unidad de mano de obra se compara con 22 toneladas en la Unión Europea, 39 en Estados Unidos y 50 en Nueva Zelanda.
“En otras palabras, en estas tres regiones de referencia, la productividad promedio de la mano de obra es más de cuatro veces más alta, en comparación con el promedio de los seis países de América Latina estudiados”, remarcan los autores. Insisten con la cuestión del tamaño de los establecimientos como un factor explicativo.
La productividad de las explotaciones más grandes puede llegar a duplicar o triplicar la de aquellas más chicas, como es el caso de Argentina, Uruguay y América Central. Por otro lado, el estudio de la FAO y la Fepale analizó la productividad de la tierra, entendida como la relación existente entre la cantidad de litros de leche producidos y el número de hectáreas utilizadas.
Al respecto, concluyó que la productividad bruta en las regiones templadas del sur de América de 8.040 litros por hectárea no es muy diferente que en Centroamérica (7.686). Un análisis de la productividad ajustada reveló que las diferencias se amplifican, alcanzando el 31% a favor de los sistemas del Cono Sur.
“Esto implica que las productividades relativamente altas de algunos sistemas centroamericanos se deben a la compra de alimentos fuera del predio. Sin embargo, esto se traduce en un aumento de costos de producción y no en una mejora efectiva” de la productividad, interpretan los investigadores. Para el análisis de la productividad del capital tomaron como indicador aproximado la relación entre el precio del litro de leche y el costo de producción (en efectivo más depreciaciones, deducidas las ventas de subproductos).
Tomando ocho sistemas de producción del Cono Sur, surgió que la productividad del capital es mayor en las explotaciones más grandes. Pero hay importantes diferencias; por ejemplo, en Argentina, mientras que la productividad del capital en el sistema más grande es cercana al 30%, en aquellos más chicos no llega al 5%.
“Llama la atención Uruguay, en donde la productividad del capital negativo indica que el retorno obtenido apenas permite cubrir los costos variables de producción, pero no genera excedentes para apoyar la capitalización del sistema.
Esta situación refleja el alto nivel de vulnerabilidad de productores de pequeña escala a la volatilidad del precio de los insumos”, señalan. Con un promedio de 23 centavos de dólar por litro de leche en Argentina, 25 en Chile y 27 en Uruguay, el costo de producción en el Cono Sur “es razonablemente competitivo en el ámbito internacional”, según el estudio.
Este es uno de los factores que “ha permitido la expansión del sector”, si bien estos sistemas de producción son vulnerables “a fluctuaciones en el precio internacional, así como a la tasa de cambio”.