No sólo que la segunda parte de una versión original puede no ser igual a la primera, sino que también puede ser mucho peor que la antecesora.
Esa es la sensación que hoy tienen los productores de leche, de carne vacuna, de ave y de cerdo, y también algunos agricultores, con la entrada en vigencia de la versión Navidad del “dólar soja”.
Es que el productor que tenga disponible la oleaginosa y que decida venderla durante diciembre verá reflejado el mayor precio del grano en su declaración de Impuesto a las Ganancias. Lo mismo le sucederá si arrienda campo, ya que el salto en la cotización de diciembre va a impactar en el pago de los quintales acordados en el contrato.
No será así para los productores que conserven el grano sin vender. “Entendemos que por más que la pizarra muestre un valor determinado, el mismo está distorsionado por una decisión del Ejecutivo; por lo tanto, no sería un valor de referencia para el pago del Impuesto a las Ganancias”, indicó Mariano Echegaray Ferrer, especialista en temas tributarios del agro.
Sin embargo, quienes van a padecer una peor consecuencia del tipo de cambio diferencial son los productores lecheros y los invernadores intensivos (los feedlots).
Con el protagonismo que tiene la soja en la ración que consumen los rumiantes para producir leche y carne, los números del negocio durante el último mes del año se van a complicar.
En los tambos, la irrupción de la segunda versión del dólar soja es calificada como peor a la de septiembre.
En ese momento, aseguran los productores lecheros, la brecha entre el precio de un kilo de soja ($ 72) era de 14 pesos respecto del valor de la leche, que se pagó en el noveno mes del año alrededor de $ 58 el litro.
Ahora, con un valor disponible de la soja de $ 84 el kilo y un precio a cobrar por la producción de leche en noviembre de alrededor de 64 pesos –con un cálculo optimista-, la diferencia se estiró a 20 pesos.
Esto, traducido en un camión cargado con 30 toneladas de expeller de soja, representa un sobrecosto de 600 mil pesos durante noviembre. Un tambo con 400 vacas que produce 11 mil litros por día demanda por mes alrededor de 44 mil kilos del derivado proteico de la oleaginosa.
La complicación también viene por el lado del maíz, otro componente estratégico en la dieta lechera. “Por lo general, con un litro de leche se compraban dos kilos de maíz; ahora esa relación se redujo a 1,5; con la complicación de que no habrá maíz nuevo hasta junio, debido a que la sequía hizo fracasar las siembras tempranas, con lo que habrá más presión sobre el precio”, admitió con preocupación un tambero de la cuenca de Villa María.
La escasez de alimento –y también su mayor costo– está alterando los procesos de reposición en los tambos, con liquidación de futuros vientres. Es por eso que crece la oferta de vaquillonas que salen a la venta, con valores que repiten los conseguidos en mayo.
Lo mismo sucede con los feedlots, que venden el novillo terminado a un valor 35% más bajo que en mayo. “Es por eso que se están vaciando los corrales. A esos valores, y con los costos de los alimentos en alza, las pérdidas por animal son cada vez mayores”, aseguran los ganaderos.
UNIFICAR EL TIPO DE CAMBIO
La idea, descartada por el Gobierno, de devaluar y llevar, por ejemplo, el tipo de cambio oficial a la cotización del “dólar soja”, fue tema de análisis durante una jornada porcina organizada esta semana por la Cámara de Productores Porcinos de Córdoba.
No sólo que la segunda parte de una versión original puede no ser igual a la primera, sino que también puede ser mucho peor que la antecesora. Esa es la sensación que hoy tienen los productores de leche, de carne vacuna, de ave y de cerdo, y también algunos agricultores, con la entrada en vigencia de la versión Navidad del “dólar soja”.
Es que el productor que tenga disponible la oleaginosa y que decida venderla durante diciembre verá reflejado el mayor precio del grano en su declaración de Impuesto a las Ganancias. Lo mismo le sucederá si arrienda campo, ya que el salto en la cotización de diciembre va a impactar en el pago de los quintales acordados en el contrato.
No será así para los productores que conserven el grano sin vender. “Entendemos que por más que la pizarra muestre un valor determinado, el mismo está distorsionado por una decisión del Ejecutivo; por lo tanto, no sería un valor de referencia para el pago del Impuesto a las Ganancias”, indicó Mariano Echegaray Ferrer, especialista en temas tributarios del agro.
Sin embargo, quienes van a padecer más las consecuencias del tipo de cambio diferencial son los productores lecheros y los invernadores intensivos (los feedlots).
Con el protagonismo que tiene la soja en la ración que consumen los rumiantes para producir leche y carne, los números del negocio durante el último mes del año se van a complicar.
En los tambos, la irrupción de la segunda versión del dólar soja es calificada como peor a la de septiembre. En ese momento, aseguran los productores lecheros, la brecha entre el precio de un kilo de soja ($ 72) era de 14 pesos respecto del valor de la leche, que se pagó en el noveno mes del año alrededor de $ 58 el litro.
Ahora, con un valor disponible de la soja de $ 84 el kilo y un precio a cobrar por la producción de leche en noviembre de alrededor de 64 pesos –con un cálculo optimista-, la diferencia se estiró a 20 pesos.
Esto, traducido en un camión cargado con 30 toneladas de expeller de soja, representa un sobrecosto de 600 mil pesos durante noviembre. Un tambo con 400 vacas que produce 11 mil litros por día demanda por mes alrededor de 44 mil kilos del derivado proteico de la oleaginosa.
La complicación también viene por el lado del maíz, otro componente estratégico en la dieta lechera. “Por lo general, con un litro de leche se compraban dos kilos de maíz; ahora esa relación se redujo a 1,5; con la complicación de que no habrá maíz nuevo hasta junio, debido a que la sequía hizo fracasar las siembras tempranas, con lo que habrá más presión sobre el precio”, admitió con preocupación un tambero de la cuenca de Villa María.
La escasez de alimento –y también su mayor costo– está alterando los procesos de reposición en los tambos, con liquidación de futuros vientres. Es por eso que crece la oferta de vaquillonas que salen a la venta, con valores que repiten los conseguidos en mayo.
Lo mismo sucede con los feedlots, que venden el novillo terminado a un valor 35% más bajo que en mayo. “Es por eso que se están vaciando los corrales. A esos valores, y con los costos de los alimentos en alza, las pérdidas por animal son cada vez mayores”, aseguran los ganaderos.
UNIFICAR EL TIPO DE CAMBIO
La idea, descartada por el Gobierno, de devaluar y llevar, por ejemplo, el tipo de cambio oficial a la cotización del “dólar soja”, fue tema de análisis durante una jornada porcina organizada esta semana por la Cámara de Productores Porcinos de Córdoba.
“¿Qué pasaría en el sector si el tipo de cambio oficial se actualiza hasta 230 pesos?”, preguntó uno de los asistentes a la jornada. La respuesta estuvo a cargo del economista Juan Manuel Garzón. “Como la mayor parte de los insumos, en especial los granos para la alimentación, están en dólares, ahí vas a tener un alza en los costos que de ninguna manera va a ser acompañada, en un principio, por un incremento en el valor del capón en pie”, sostuvo el economista jefe del Ieral.
Enseguida, muchos recordaron el efecto de la devaluación de agosto de 2019, cuando a las granjas porcinas el margen bruto se les tiño de rojo y les costó casi seis meses volver a pintarlo de azul.
Si bien está claro que hoy una devaluación perjudicaría a las producciones de carne y de leche, las distorsiones también dificultan su desempeño y tarde o temprano habrá que dar una solución.