Jorge Giraudo, Director General del OCLA, anticipó que sin una mayor demanda que absorba el incremento estacional de la producción, la rentabilidad retornará al terreno negativo en la primavera. Ni el consumo interno ni la exportación podrían con ese desafío.

Excepto que la demanda de productos lácteos de una sorpresa en el corto plazo, algo improbable con un mercado interno deprimido y exportaciones complicadas por la escasa competitividad argentina en el comercio internacional, los tamberos entrarían (nuevamente) en zona de quebranto desde septiembre, cuando el encarecimiento de los costos producto de la devaluación se combine con la baja estacional de precios que genera el incremento primaveral de producción.

Es la conclusión que se desprende del análisis realizado por el Director General del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), Jorge Giraudo. Durante una entrevista con Radio EME de Santa Fe, aseguró: “estamos yendo hacia el pico estacional de máxima, que es en octubre, con un mercado externo que absorber sólo el 18% y sin perspectivas que demande mucho más; con un mercado interno que en lácteos tuvo aumento de precios superior al 90% interanual con salarios retrasados que hoy ubican el consumo 10% debajo que hace un año; entonces el escenario no es muy halagüeño porque a la queda normal de precios para la época se le suman estos factores”.

Pese a que ya pasó un mes de la devaluación post PASO, que recortó el precio en dólares al productor al tiempo que le encareció considerablemente los costos, los indicadores de agosto aún fueron positivos para el sector. Al menos el precio de la materia prima se sostuvo en pesos en $ 15,38 el litro promedio ponderado, +0,05% respecto de julio, según las liquidaciones electrónicas relevadas por SIGLeA (Sistema Integrado de Gestión de la Lechería Argentina). En dólares, en cambio, cayó de u$ s 0,36 a 0,29 pero aún estaría por encima del nivel rentabilidad positiva. Mientras espera los números de costos del mes, Giraudo estimó que “con las subas va a empardar en agosto el precio de equilibrio, que es el costo de producción más el costo de oportunidad al capital invertido; y de no darse una mejora -que es difícil preverla- entraríamos de nuevo en septiembre en zona de resultado negativo”.

Así se cortaría una racha de rentabilidad positiva que se extendió por 6 meses, desde el comienzo del año hasta el presente, a causa de una importante merma en la producción. “Otra vez en rojo a partir de septiembre si no cambia alguna circunstancia que tiene que venir por un mayor consumo interno o exportación”, reiteró Giraudo.

En cuanto a la coyuntura del mercado exportador, el ejecutivo mencionó dos problemas que afectan a los productos nacionales: “el precio internacional, que no es de los mejores pero tampoco es tan malos se encuentra con dos variables importantes: el tipo de cambio efectivo, mucho más bajo; y al exportar commodities en lugar de especialities no tenemos una productividad y eficiencia a nivel industrial para se competitivos”. En ese sentido mencionó que el principal producto exportable, la leche en polvo, “presenta costos de producción mucho más altos que nuestros competidores”.

Para explicar el alto costo industrial Giraudo recurrió a una habitual ecuación: compara la mano de obra empleada por unidad de producción. “La productividad por persona al día está cercana a los 1.000 litros, mientras nuestros competidores externos superan los 3.000 litros; eso nos pone en un plano muy desigual”. A eso deben sumarse otros costos “argentinos” como un flete “altísimo” y los “burocráticos domésticos muy caros”. Por otra parte, incide una alta ociosidad del sector industrial: “tenemos una producción de 10.000 millones de litros de leche al año con una capacidad que seguramente supera los 15.000 millones y eso genera costos de estructura que hay que pagar por más que no se use”.

Finalmente, Giraudo reflexionó sobre la relación de estos factores sobre el estancamiento que sufre el sector lechero nacional, que actualmente ordeña casi la misma cantidad de litros que hace 20 años (10.329 millones de litros en 1999 versus 10.527 en 2018) mientras países de la región, como Brasil o Colombia, han crecido exponencialmente. En ese sentido marcó una gran paradoja son fuerte sabor a injusticia: “estamos condenados al éxito por nuestras ventajas comparativas; tenemos las mayores condiciones para producir leche, porque tenemos recursos, sabemos hacer el negocio, tenemos clima templado y demás… pero carecemos de casi todas las condiciones competitivas: tenemos una economía con alta inflación, altas tasas de interés, alta presión impositiva, alta evasión…”.

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