En el Magdalena, ganaderos de Nueva Granada como Álex Ruiz, luchan por recuperar su producción tras meses de intenso verano y lluvias irregulares.
En sus palabras, “el ordeño ha bajado mucho. En algunas fincas cayó hasta en un 40 %”. La causa está relacionada con un verano prolongado que secó los pastos, debilitó al ganado y redujo drásticamente la capacidad productiva del municipio. Aunque las lluvias han comenzado a aparecer, la recuperación está lejos de completarse.
En Nueva Granada predominan dos sistemas: la producción de leche, siendo la más fuerte, y el levante de ganado. Sin embargo, la sequía reciente dejó cifras preocupantes.
“El pasto apenas está empezando a revivir”, comentó Ruiz, mientras señaló que aún hay zonas del departamento donde no ha caído ni una gota de agua.
Más precio, menos ganancia
Paradójicamente, mientras cae la producción, los precios suben. La leche se paga entre $1.700 a $2.100 por litro, y hasta $3.000 en casos de leche de búfala. El ganado de descarte, que antes se vendía por $4.900 y ahora puede alcanzar más de $6.600, lo cual se traduce en un alivio económico.
Lluvias desiguales
A inicios de abril comenzó a llover en ciertas parte del departamento, pero el efecto ha sido limitado. En Nueva Granada, “hay lugares donde no ha llovido nada. En las zonas altas donde yo estoy, no se han presentado inundaciones, pero tampoco hemos recibido suficiente agua para reactivar del todo los forrajes”.
Los arroyos corren por días y luego se secan. La humedad aún no es suficiente para hablar de una recuperación sólida. De acuerdo con el productor, aún no se ha superado la crisis del verano.
Se asoma el veranillo
La estadística climática del campo les dice que mayo traerá lluvias más constantes. Pero la calma podría ser breve, pues junio y julio traen consigo el veranillo de San Juan, una sequía corta pero intensa que podría frenar cualquier mejora.
Según Ruiz, “nosotros solo nos preparamos con reservas de alimento para el verano fuerte de diciembre. Para este veranillo, rara vez guardamos pasto porque no nos hemos recuperado todavía”.
La situación en Nueva Granada es reflejo de muchas otras zonas rurales de Colombia, donde hay clima impredecible, precios inestables y producción golpeada.
Aun así, los ganaderos no se detienen, aprende, se adaptan y resisten. “El campo no se detiene, pero cada vez cuesta más sostenerlo”, concluyó Ruiz.