El viernes Página 12 publicó un artículo titulado “Quiénes son los dueños de la mesa de los argentinos” donde citando “datos del sector privado y de los balances de las empresas” se escriben mentiras como esta:
“Según cifras del mercado privado, nueve de cada diez litros de leche fluida que se venden en Argentina son de una sola empresa, Mastellone. El 10 por ciento restante está en manos de Addeco Agro, Tregar y, en menor medido, la cooperativa SanCor, que en el marco de sus consecuentes crisis fue cediendo participación.”
El problema de estos mensajes no es que afecten al sector, todo el mundo que está en la lechería sabe que el mercado está más que atomizado y ninguna empresa llega a procesar el 13% de la leche argentina. El problema es que hay mucha gente indignada y quiere encontrar culpables.
El relato de que la culpa de la inflación es de los empresarios inescrupulosos y monopólicos se inició con la llegada del Secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti al gobierno.
Su plan de congelar precios vino con declaraciones que comenzaron a encender la mecha: “Los monopolios tienen que ser regulados; si no, ajustan por precio, no por cantidad”, dijo el funcionario.
Feletti no solo no fue desmentido por sus superiores, sino alentado, Máximo lo apoyó en su discurso ante militantes de La Cámpora, el Presidente presionó a los gobernadores para que se sumen a la quijotesca batalla contra los “formadores de precios” y así sucesivamente las voces se van sumando.
El legislador nacional y líder de la CTA de los Trabajadores Hugo Yasky además de propiciar la participación de trabajadores y trabajadoras de su central en los controles, afirmó: “hay que terminar con la prepotencia de los oligopolios.”
La progresión que vienen tomando los hechos se torna cada vez más peligrosa, la búsqueda de falsos culpables para ocultar la inoperancia propia puede tener consecuencias graves si las autoridades no llaman a la cordura.
El jueves pasado un grupo de manifestantes rompió las rejas del Ministerio de Desarrollo Social, policías y empleados resultaron heridos. Esto sucedió en medio de una “jornada nacional de lucha contra las empresas monopólicas de alimentos”.
El gobierno sufrió en carne propia las consecuencias de un monstruo que viene alimentando y si no se detiene pronto todo puede empeorar.
Así como manifestantes ingresaron a un Ministerio mañana alguien puede ingresar a una empresa o a un supermercado. ¿Cuánto faltará para que eso suceda? ¿Se hará cargo el gobierno de haber fomentado este clima antiempresarial?