ESPMEXENGBRAIND

9 Ago 2025
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9 Ago 2025
En nombre de una salud “preventiva” —cada vez más prohibitiva y medicalizada— se nos alejó del sol, se demonizó la leche entera y se etiquetó como riesgoso todo aquello que estaba bien.
Sin sol y sin leche la factura de la salud está llegando
Y aunque la ciencia nunca haya sido concluyente con muchas de esas afirmaciones, la narrativa terminó imponiéndose por cansancio.

Durante décadas, la humanidad confió en lo que funcionaba. El sol era salud. La leche era alimento. El campo era vida. Pero las últimas generaciones decidieron dudar de todo eso. En nombre de una salud “preventiva” —cada vez más prohibitiva y medicalizada— se nos alejó del sol, se demonizó la leche entera y se etiquetó como riesgoso todo aquello que venía funcionando desde siempre.

Hoy, los resultados están a la vista. O mejor dicho, no están tan a la vista porque muchas de estas consecuencias son silenciosas. Invisibles. Como la deficiencia de vitamina D, que afecta ya a más del 60 % de la población brasileña, según informes recientes de la Sociedad Brasileña de Endocrinología y Metabología (SBEM). Un país tropical, soleado, lleno de leche… y sin embargo, con una población desnutrida en aspectos fundamentales.

¿Cómo llegamos hasta aquí?

🔒 La salud del miedo

Primero fue el miedo al sol. La dermatología mediática convirtió a la estrella que sostiene la vida en una amenaza inminente. Protector solar desde que uno se levanta. No salir de casa entre las 10 y las 16. Evitar la exposición directa. Las oficinas, los autos, los edificios, las pantallas hicieron el resto: vivimos bajo techo. Y sin sol, no hay vitamina D. No hay inmunidad. No hay huesos fuertes. No hay regulación hormonal.

Después fue el turno de los lácteos. Un día nos dijeron que la grasa animal era mala, y la leche entera, peor. Que había que descremarla. Que era “inflamatoria”. Que el calcio podía obtenerse de las almendras. Que los niños podían crecer sin leche. Que los adultos debían evitarla. Y aunque la ciencia nunca fue concluyente con muchas de estas afirmaciones, la narrativa ganó por cansancio. El miedo se impuso.

🥛 Lo que se perdió con la leche entera

La leche entera no es solo un alimento completo. Es uno de los pocos productos naturales que aportan simultáneamente proteínas de alta calidad, grasas funcionales y micronutrientes esenciales. Al retirarla de la dieta —o reemplazarla por sucedáneos vegetales no fortificados— se abre la puerta a múltiples deficiencias que hoy están siendo documentadas por especialistas, aunque con poca repercusión mediática.

Entre ellas:

🦴 Calcio

  • Esencial para huesos y dientes, su biodisponibilidad en la leche es superior a la de la mayoría de los alimentos.
  • Su carencia crece en mujeres jóvenes, adolescentes y adultos mayores.
  • La sustitución por “leches” vegetales no fortificadas no garantiza el mismo aporte ni absorción.

👁️ Vitamina A

  • Se encuentra en la grasa de la leche entera (no en la descremada).
  • Es crucial para la visión, la inmunidad y la salud de la piel.
  • Su déficit leve, cada vez más común, pasa desapercibido pero debilita la primera línea de defensa inmunológica.

❤️ Vitamina K2

  • Presente en quesos madurados y mantecas de leche de vaca.
  • Es la “llave” que le dice al calcio adónde ir: a los huesos y no a las arterias.
  • Cada vez más estudios la vinculan con prevención cardiovascular y densidad ósea.

🧠 Ácidos grasos funcionales (CLA, Omega-3)

  • Los lácteos de animales alimentados con pasto contienen CLA, con propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas.
  • También contienen Omega-3 en pequeñas pero relevantes proporciones, clave para el desarrollo cognitivo.

Y, por supuesto, la vitamina D. Aunque en cantidades modestas, la leche fortificada sigue siendo una de las fuentes dietarias más consistentes, especialmente para niños y personas con poco acceso al sol. Pero claro: eso solo aplica si consumen leche entera y fortificada. Cada vez menos común en un entorno alimentario desconfiado, ultra procesado y lleno de etiquetas confusas.

☢️ La epidemia silenciosa de la hiponutrición moderna

El artículo publicado este 6 de agosto en el portal de noticias de Alegrete, Brasil, titulado “Alerta Invisível”, expone con claridad un escenario alarmante: niños, adultos y ancianos con síntomas sutiles pero progresivos de deficiencia de vitamina D

Cansancio, baja inmunidad, trastornos del ánimo, insomnio, raquitismo, osteoporosis. 

Enfermedades que se pensaban del pasado… o del futuro. Pero que están aquí, ahora, instalándose en cuerpos aparentemente bien alimentados.

¿La paradoja? Comemos más que nunca, pero estamos desnutridos en lo esencial. Y eso tiene nombre: malas recomendaciones.

Recomendaciones que nacieron de la obsesión por evitar riesgos a toda costa, pero sin medir las consecuencias. 

Que se basaron en estudios epidemiológicos poco concluyentes. Que despreciaron la complejidad de los alimentos reales. Que priorizaron nutrientes aislados sobre matrices alimentarias completas y milenarias. Y que muchas más veces de las que nos sería posible adivinar, sirvieron a intereses económicos más que a la salud pública.

 

🌾 Lo ancestral no era ignorancia: era sabiduría

La leche y el sol no fueron siempre enemigos. Fueron aliados del crecimiento, la longevidad y la inmunidad. 

La infancia rural, la siesta al sol, el vaso de leche tibia, el queso casero, el yogur espeso… no son recuerdos románticos. Son patrones de vida que sostenían una nutrición real, antes de la nutrición pseudo científica que nos hizo desconfiar de todo.

Hoy, paradójicamente, necesitamos suplementos para lo que antes venían incluidos: vitamina D del sol, calcio y vitamina A de la leche, K2 del queso madurado

Se medicaliza la nutrición, se patentan píldoras, se venden soluciones a problemas que antes se resolvían con hábitos simples.

 

✋ Basta de miedo: necesitamos sentido común

No se trata de negar avances. Ni de resistirse al conocimiento. Pero sí de revisar críticamente aquellas recomendaciones que, en nombre de la prevención, están empobreciendo la salud nutricional de millones.

La salud no se construye a base de prohibiciones, sino de confianza informada, coherencia cultural y respeto por la sabiduría alimentaria tradicional.

Volver a tomar sol (con conciencia). Volver a la leche entera (sin culpa). Volver a comer de verdad. Esa es la revolución que puede empezar hoy, con el próximo vaso de leche bajo el sol de esta mañana.

 

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