Los hermanos Alejandro y José Caro, argentinos, abrieron la primera fábrica en 1991. Hoy producen unos siete millones de kilos anuales y 20 millones unidades de alfajores que se venden bajo el mismo nombre. También fabrican dulce de batata, tapas de empanadas y polenta en Italia (la línea salada es “Doña Petrona” e incluye chimichurri).
Los hermanos llegaron a Barcelona en 1985 con US$400 en el bolsillo cada uno. La crisis que ya se avizoraba a mediados de los ’80 los empujó a irse de la Argentina; primero Alejandro, después José. No tenían en mente una fábrica, sólo vivir con más estabilidad.
“Tenía 22 años, me vine sin terminar Ciencias Económicas a probar un año -cuenta Alejandro Caro a LA NACION-. No tenía en claro nada y tampoco billete de regreso. Como todos, hicimos de todo; fuimos albañiles, camareros, vendedores, lo que hacemos todos los inmigrantes”.
Unos años después, Alejandro -que trabajaba en una distribuidora de licores y cervezas alemanas- empezó a tener demanda de productos argentinos. Los Caro decidieron empezar a importar; el primer container fue mitad vino y mitad dulce de batata. Pronto sumaron alfajores “Balcarce” de Mar del Plata; duraban 90 días y la logística se complicaba.
En 1991 empezaron a fabricar ellos los “Mardel” con el dulce de leche “San Ignacio” de la Argentina; en paralelo seguían importando otros productos. Arrancaron haciendo unas 20.000 unidades al año que comercializaban en negocios.
En 1997 la Unión Europea (UE), esgrimiendo cuestiones sanitarias, prohibió importar dulce de leche de la Argentina: “Nos obligó a tomar una decisión; viajé a la Argentina, compramos las máquinas y traje a un ingeniero en Alimentos. La leche que usamos es en polvo, de Holanda, es más uniforme la calidad que usar leche fluida”, cuentan.
Construyeron la primera planta en La Garriga (a 30 kilómetros de Barcelona); en total (lote, edificio, maquinarias), invirtieron 1,5 millones de euros. La restricción de la UE duró dos años; cuando se rehabilitó el ingreso, la marca ya estaba posicionada.
Hace 18 meses abrieron una segunda fábrica a la que destinaron dos millones de euros. La empresa tiene una filial en Miami (Estados Unidos) y emplean a 50 personas. “El consumo en todos estos años varió mucho, se expandió. Estamos en todos los supermercados”, explica Alejandro Caro.
Además de lo que producen importan y distribuyen unos 300 productos argentinos (son los responsables, por ejemplo, de las marcas Arcor y Bagley).
“Hacer negocios acá es mucho más sencillo que en la Argentina; las reglas de juego son más claras -repasa Alejandro Caro-. Hace 10 años que vendo el dulce de leche al mismo precio. No tener inflación ya da una gran tranquilidad. El otro aspecto es el acceso al crédito a tasas del 2% anual; se hace más sencillo trabajar. Hay un mercado de 400 millones de personas al que se puede llegar. Siempre subrayo que los empresarios argentinos son unos genios, les tengo una admiración infinita por poder trabajar con las complicaciones que afrontan”.
De los productos que importan, apunta que el consumo de yerba “poco a poco va creciendo” y enfatiza el rol que cumplen los futbolistas en la promoción. “En eso, Leo Messi es un monstruo, siempre anda con el mate; en la Selección inglesa hay cinco que toma mate y eso ayuda.
Las galletas también tienen un nicho de mercado importante; son productos con estándares de calidad muy altos, se trabaja muy bien con una variedad interesante que se distinguen de las que hay en Europa. Por ejemplo, como las ‘Chocolinas’, no existe nada”.