Tuvieron mayor salida los productos de baja facturación: yerba, harina, azúcar, aceites, carne de pollo, fideos y huevos. El pescado, la carne vacuna, los quesos, los fiambres, las gaseosas y los artículos de alto precio fueron los que más cayeron. La situación complica la continuidad de minoristas con baja eficiencia.

El consumo masivo durante la cuarentena por el virus Covid-19 puso en jaque al comercio minorista, ya que las familias concentraron sus compras no sólo en aquellos productos para el uso en el hogar, sino principalmente en los de menor facturación.
Esto plantea un desafío importante, porque la caída en la rentabilidad que esta situación implica puede marcar la continuidad o no de algunos negocios.
“Cuando arrancó la cuarentena, las compras de las familias tuvieron como principal objetivo stockearse, por eso se concentraron en los supermercados. Pero luego, el consumo se trasladó a los pequeños negocios de cercanía”, asegura Vanesa Ruiz, gerente del Centro de Almaceneros de Córdoba.
A pesar de mantener las puertas abiertas durante toda la cuarentena, las grandes superficies fueron perdiendo terreno.
Según la consultora Focus Market –releva 670 puntos de venta vía el lector de código Scanntech–, las ventas pasaron de crecer 16,6 por ciento en marzo, 9,8 por ciento en abril y 2,8 por ciento en mayo, para caer 2,8 por ciento en junio.
“El consumo masivo desaceleró a medida que fue creciendo la restricción en los ingresos de la clase media”, explica su director, Damián Di Pace.
Victor Palpacelli, presidente de la Cámara de Supermercados y Autoservicios de Córdoba (Casac), trazó un cuadro más complicado sobre el consumo a nivel local.
“Las ventas en el segundo trimestre cerraron entre cinco por ciento y siete por ciento por debajo del mismo período del año pasado”, recalca.
Concentración del consumo
Para Di Pace, ante la pandemia del coronavirus, las compras de las familias se concentraron en los productos de uso para el hogar.
“Las comidas en casa sustituyeron la salida a restaurantes y bares. Esa es la razón por la cual se elevaron las ventas de harinas premezcla, manteca, dulce de leche, huevos, yerba mate y aceites. También crecieron los productos para mantener limpio el hogar, como jabón de tocador, alcohol en gel, insecticidas o lavandina”, señala.
En los almacenes, el mix de consumo fue similar. En junio, aumentaron más de 20 por ciento interanual las ventas de harina de trigo, huevos, pan, yerba y papa, mientras que subieron entre 10 y 20 por ciento las de aceite, arroz, azúcar, caldos, fideos, sal fina, tomate envasado y cebolla.
En cambio, bajaron más de 30 por ciento ítems como café, fiambres, galletitas dulces y los quesos crema y de rallar. Le siguen con descensos de entre 20 y 30 por ciento las gaseosas, arvejas y lentejas, yogur, acelga y pera, entre otros productos.
En carnes la estrella fue el pollo. Según datos del Ministerio de Agricultura de la Nación, de los 118 kilos por habitante por año que consumen los argentinos, en abril 50 kilos fueron de pollo, marcando el pico más alto en el consumo de este tipo de carnes.
El cambio en la composición del consumo de carnes se refleja también en los datos del Centro de Almaceneros. En junio, cayeron 40,3 por ciento el consumo de pescado y 22,4 por ciento el de asado, mientras subieron 9,1 por ciento el de pollo, 36,3 por ciento el de menudencias, principalmente hígado, y 16,6 por ciento el de rabo.
El cerdo, por su parte, ganó algo de terreno en los supermercados durante las últimas semanas, como resultado de ofertas “agresivas”. Según datos de la Casac, durante el mes pasado, mientras la carne vacuna caía 10 por ciento, la de cerdo se mantenía en terreno positivo.
“No sólo migró el consumo por el aislamiento en el hogar, sino también porque viró hacia lo más económico. Los almacenes ganaron clientes, pero perdieron la gran fuente de ingreso que eran fiambres, bebidas, galletas y golosinas, y se concentraron en papa, arroz, fideos y pollo”, advierte Ruiz.
El panorama en los supermercados es similar. “La gente va cada vez más a los productos de bajo precio y se concentra en los artículos de almacén, que hoy representan un tercio de la compra de las familias. Esto provoca una baja importante en la rentabilidad de los negocios”, explica Palpacelli.
Pospandemia
Una vez pasada la pandemia, proyecta Damián Di Pace, “los productos de la canasta básica seguirán arriba” en el consumo familiar –el mes pasado crecían a un ritmo de 12 por ciento anual– mientras “caerán los productos de limpieza para el hogar e insecticidas”, cuyas compras fueron impulsadas por el avance del virus Covid-19 y el dengue.
La mayor preocupación para los supermercados y pequeños negocios es que el mix de consumo de productos de bajo precio continuará por lo menos por lo que queda del año, por el aumento del desempleo y de la pobreza.
“Va a llevar más de un trimestre equilibrar las ventas; hoy es muy difícil sostener el consumo y mucho más reactivarlo, por más flexibilización que haya”, indica Palpacelli.
Los supermercados advierten que cada vez cuesta más lograr que los compradores respondan a una baja agresiva de precios.
“Están muy condicionados por la baja del poder adquisitivo; además, las empresas no se pueden volver locas con las rebajas, porque no traccionan lo mismo que en años anteriores”, agrega el titular de Casac.
La concentración del consumo en los productos de bajos precios provoca una caída en la rentabilidad.
Según los datos del Centro de Almaceneros de Córdoba, en mayo las ventas cayeron siete por ciento interanual, pero los ingresos lo hicieron 33 por ciento; en junio, con una baja de la actividad de ocho por ciento, la entrada de dinero se achicó 28 por ciento.
Esto hace peligrar la continuidad de los comercios que no pueden lograr un alto nivel de eficiencia.
Algunos empezaron a recibir tarjetas, para asegurarse el segmento de beneficiarios de planes sociales. Actualmente, 57 por ciento de los asociados a la entidad reciben tarjeta de débito (hace tres años era apenas el siete por ciento). Otros sumaron delivery, pero esto no viene siendo suficiente.
Las estadísticas de la entidad muestran que entre marzo y abril la cantidad de cierres definitivos de negocios barriales aumentó de 38 a 152, respectivamente. En mayo y junio bajaron, pero fueron de 137 y 112, respectivamente.
“Los que tuvieron que cerrar al inicio de la pandemia no pudieron abrir una vez que empezó la flexibilización. Muchos estaban obligados a seguir pagando el alquiler y los servicios, y el monotributista no tiene espalda para aguantar. Además, muchos almaceneros son comerciantes de muchos años, tal vez con algo de fluidez económica, pero están dentro de los grupos de riesgo, entonces no pueden continuar con sus negocios”, señala Vanesa Ruiz.
Según la ejecutiva, fueron las zapaterías y boutique de barrios los rubros que más cierres registran en los barrios capitalinos.
Mientras tanto, en los supermercados el deterioro en la calidad de las compras no generó cierres, pero si afectó el nivel de inversiones.
Así lo advierten desde la Casac, entidad que representa a 400 puntos de venta, que según su presidente “cada vez cuesta más sostener el equilibrio del local”.
“Las inversiones están paralizadas, no hay ningún tipo de mejora o modificación en los locales. Todo proyecto que estaba en mente ha quedado totalmente detenido y congelado. Hoy es imprudente analizar alguna apertura y la ampliación de locales está totalmente descartada”, resalta Víctor Palpacelli.

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