Daniel Vago Armand Ugón y su hijo Martín son un muy buen ejemplo de eso. Daniel –actual presidente del Instituto Nacional de Leche (Inale)– y su familia tienen un tambo que comenzó con 40 vacas y que hoy cuenta con 850 y una remisión anual de entre 5 y 6 millones de litros.
El legado de Jean Daniel Armand Ugón, un pastor italiano que llegó a Colonia Valdense en 1877, se ve hasta el día de hoy, no solo porque fue un impulsor de la cultura y la educación, también porque casi 150 años después sus descendientes siguen apostando por el desarrollo en esa parte del país.
En 1933 el nieto de Jean Daniel, un médico residente en Nueva Helvecia, compró un campo a 40 kilómetros del poblado. Allí comenzó a ordeñar vacas, primero 10, después 20, fue creciendo de a poco y con miras en la producción de quesos, producto típico en esa zona de Uruguay.
Años después el nieto de aquel médico, Daniel Vago, comenzó a ir al campo y allí nació una historia de producción y de herencia del gusto por el oficio, que traspasó cuatro generaciones.
Desde el inicio del tambo la familia Vago trabaja con la raza Holando.
Creciendo y marcando metas
Daniel estudió agronomía y una vez que el campo pasó a manos de su madre se encargó de la administración. “Cuando me casé no había luz en el campo ni celulares, los cambios que hubo a partir de ahí en 40 años fueron impresionantes”, comentó a El Observador.
En la década de 1980, con 40 vacas Holando, emprendió su tambo. Primero remitió a una industria quesera y luego se enfocó en la producción para Conaprole. Con el tiempo y con mucho trabajo fue creciendo de a poco, tanto en hectáreas como en inversión y producción. Una meta que se planteó fue llegar a las 200 vacas, recordó a El Observador Diego Rega, veterinario que hace 30 años trabaja junto a la familia.
Martín, hijo de Daniel, en 2006 –cuando se recibió de ingeniero agrónomo– entró de lleno en el emprendimiento familiar.
A propósito de crecer, en 2009 el tambo tuvo un salto importante, porque la familia invirtió y superó la meta de los 200 animales, pasando a tener 400.
El tambo está ubicado a unos kilómetros de Nueva Helvecia.
“A partir de ahí se dio un crecimiento constante. Ese fue un escalón muy grande y la llegada de Martín también lo potenció, porque se creció sin perder el control de los procesos, porque los crecimientos a veces son complejos”, sostuvo Diego.
De aquel primer tambo se pasó a tener dos nuevas salas de ordeñe. También más hectáreas de producción y más animales.
Al principio la sombra sobraba, luego debieron plantar árboles, porque la cantidad de animales creció cada vez más, y hubo que invertir en sombra artificial. Ahora la empresa tiene 840 animales en ordeñe.
La sombra es uno de los elementos en los que han tenido que trabajar e invertir para mejorar la producción.
Según recordó el veterinario, durante muchos años los tamberos trabajaron “en la solución de los problemas de invierno”, se trabajaba mucho en tener buenas planchadas y accesos a los lugares de ordeñe para evitar el barro, pero en los últimos años “los problemas gruesos pasan por el verano, con el calor y el estrés térmico de las vacas”.
Tres tambos y un objetivo
En la última sala de ordeñe construida, la más grande de todas y la principal, hay 530 vacas en ordeñe. Una segunda unidad es exclusiva de vaquillonas y allí hay 210 animales en producción, y la unidad más chica es un tambo en el que hay 100 vacas que se alimentan solo a pasto.
En el tambo más nuevo, el más grande de los tres, los efluentes se devuelven al campo como abono y el agua se reutiliza para la limpieza de la planchada.
La familia Vago remite a Conaprole, con una producción de entre 5 y 6 millones de litros.
La familia Vago trabaja con un tambo de base pastoril. Poco más del 50% de la dieta proviene del pastoreo, pero hoy en día “se hace muy difícil” que la dieta sea únicamente a base de eso, contó Martín. Por eso, se complementa con fardos y concentrados.
Dentro de los nuevos objetivos de la familia está llegar a una producción de 25 litros diarios por animal en promedio anual. En 2021, que “no fue un buen año de producción individual”, la remisión fue de 23,5 litros por vaca. Este año las cosas cambiaron y la producción está oscilando entre 23 y 25 litros de leche.
“Queremos explorar hasta dónde podemos llegar. La lechería ha crecido durante los años. Lo interesante es que ese crecimiento se ha dado con una disminución de establecimientos y en área y con las mismas 400 mil vacas que había hace 30 años. El crecimiento ha sido claramente en aumento de carga por hectárea y de producción individual, en base a intensificación”, sostuvo Diego.
Martín y Diego trabajan en conjunto la dieta con la que se complementa el pastoreo de los animales.
Cultura de trabajo
Para Diego Rega, Colonia “es una zona genial para producir”.
En un departamento en el que la lechería se desarrolla en gran medida, la zona de Colonia Valdense y Nueva Helvecia “tiene una influencia de migrantes que, a uno que es importado de otra zona, le abre la cabeza”, dijo, porque “hay conductas de vida heredadas, de trabajo en equipo, de disciplina y administración que son muy particulares y que para quien trabaja en esto es espectacular. Porque todo migrante tiende a administrarse bien. Son gente muy prolija en sus manejos y buenos agricultores”, resaltó.
El veterinario reflexionó sobre cómo es producir allí y destacó: “En el crecimiento de la lechería, que tiene cada vez menos empresarios, es necesario no solo el crecimiento en litros de leche por vacas, sino también el crecimiento personal”.
Una transición fluida
“Este fue uno de los casos en los que el recambio generacional fue fluido. Cuando Martín se recibió su padre le dio riendas en el establecimiento, pero eso es muy poco habitual, porque el que viene nuevo tiene mucho ímpetu e ideas nuevas y a veces poca conexión con la realidad, y el que está desde antes viene con miles de experiencias y mucha más cautela”, comentó.
El ingreso de Martín a la empresa se dio además con mucho gusto por el campo y el oficio transmitido por su padre, lo que al ingeniero le parece importante.
“Hay que buscar que el trabajo sea algo ameno, logrando algo tranquilo, que sea rentable y vivible, ese es el primer paso para continuar”, destacó Martín.
Entrar y posicionarse al frente de la empresa junto a su padre e impulsar un desarrollo tiene varias claves, una de ellas, lograr que el trabajo “se amigable con el tiempo de hoy”, indicó, y una de las partes más importantes es el disfrute y las posibilidades de crecimiento de quienes conforman el equipo.
La empresa familiar empezó con 40 vacas y ahora tiene 850 y tres salas de ordeñe.
“Lo que se suma no es solo el recambio del empresario, sino también de la gente que trabaja y de la tecnología”, mencionó.
Su padre continúa trabajando junto a él en la administración del tambo. Lo importante, resaltó, es que se logró armar “un sistema sencillo”, en el que si un día falta alguien la empresa puede seguir funcionando, para “que cualquier persona pueda dedicar tiempo a la familia u a otra cosa fuera del tambo y que no sea un problema”, comentó.
La supervivencia del sector
El veterinario agregó que a veces en la transición aquel que cede el establecimiento traslada “una especie de doctrina de que esto es todo sacrificio, y a ningún joven le gusta agarrar algo que es todo sacrificio”.
“Son pocos los casos en los que se transmite, además del oficio, ese gusto y placer por la actividad. Conaprole está trabajando mucho en eso, porque ese recambio es la supervivencia del sector y porque estos son sistemas de procesos largos”, resaltó.
El tambo de la familia Vago es de base pastoril.
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