Hace 6 años la Estación Experimental Agropecuaria de INTA en Rafaela instaló un sistema de ordeño voluntario, más conocido como “tambo robot”, con el fin de evaluar una tecnología cuyo desembarco masivo se avizoraba inminente. Desde entonces se evaluaron indicadores técnico-productivos, económicos, ambientales y sociales todos los meses que hoy permiten dimensionar el potencial en los establecimientos argentinos.
Como ocurre con cualquier tecnología, “no es para todos los productores”, dijo a Campolitoral la ingeniera agrónoma Dianela Costamagna, integrante del equipo que evalúa el tambo robotizado bajo la dirección de Miguel Taberna. Pero aclaró que la limitante no es económica sino de administración. “Si un productor tiene problemas de manejo y gestión, un robot no le va a solucionar los problemas”, afirmó.
Del mismo modo aseguró que tampoco sería una solución para quien tiene problemas con sus empleados. “No reemplaza la mano de obra, eso es un mito que se generó”, dijo, y que incluso le valió críticas a la institución por la decisión de implementar el sistema. “Suponían que habría una expulsión de mano de obra y no fue para nada así”.
Representativo
Con el propósito de evaluar su adaptación a la lechería argentina, la unidad funciona bajo un sistema mixto de producción, con pastoreo y encierre, sobre 26 hectáreas de la experimental. Costamagna explicó que fue un proyecto anticipatorio, que es uno de los roles de INTA. Desde agosto de 2015 a la fecha -contó- se instalaron en el país 200 robots de distintos fabricantes. “No habíamos cumplido un año de proyecto y ya estaba instalado comercialmente el primer tambo robótico en el país”, recordó.
Entonces se barajaron varias hipótesis a sondear, como el impacto que tendría en la mano de obra empleada o si sería atractivo para las nuevas generaciones. Finalmente también resultó un gran componente de capacitación y transferencia, dado que 4.500 personas visitaron las instalaciones para aprender sobre el manejo. “Es decir que todos los que se instalaron pasaron por acá a capacitarse; así que vemos un rol muy positivo en cuanto a transferencia de información”, evaluó la ingeniera.
“Es mucho más que el robot, porque tiene integrado un montón de otras tecnologías que se pueden adaptar a un sistema convencional”, aclaró Costamagna. En la cotidianeidad, se mide consumo de agua, de energía, además de la producción de leche y se generan indicadores técnico-productivos, económicos, ambientales y sociales todos los meses.
Confort y producción
En el plano productivo “pudimos generar entre 26.000 y 28.000lt/ha, que triplica la media nacional; y siempre tiene un plus de leche frente a un convencional de 10 lts/dia por vaca”, apuntó la profesional. Este éxito se atribuye a la frecuencia de ordeñe y al bienestar de los animales.
Sobre el funcionamiento del sistema, explicó que “lo primero que se debe entender, y rompe con el paradigma convencional, es que las vacas se mueven voluntariamente; o sea que van a ordeñarse cuando quieren”. Sin embargo aclaró que para lograr que los animales se muevan deben ser incentivadas, por ejemplo con alimento o agua. “O sea que hay que tener un manejo constante”, por ejemplo la vaca debe tener alimento siempre disponible “para que, cuando se queda sin en un lugar se mueva hacia otro pasando por el ordeñe”.
También implica gran cantidad de sensores que posibilitan un manejo individualizado del animal. “Por ejemplo en promedio todas las vacas consumen 5 kg de balanceado; pero la realidad es que cada vaca ingiere la cantidad que le corresponde según su producción y el estado de la lactancia”, gracias a que tienen un collar con información individual que permite administrar los recursos (puertas o dosificador de alimento).
Lo mismo ocurre con los permisos de ordeñe. En este sistema la frecuencia es de 2.2 a 2.3 veces al día “pero cada vaca tiene su propia frecuencia, según la fase de la lactancia en que se encuentra”. La agrónoma indicó que al inicio pasan por el robot de 3 a 4 veces diarias, incluso hubo una -recordó- que pasaba 5 y producía 90 litros, y van disminuyendo hasta un mínimo de 1 o 1.5 veces al finalizar la lactancia.
El planteo es mixto, con pastoreo y encierre. En el verano las vacas pastan durante la noche (de 20 a 8hs), turno que se invierte en invierno para salir al campo de día y permanecen en el encierre a la noche. “Esos manejos nos permiten tener estabilidad de producción en todo el año”, afirmó.
Bienestar humano
La experiencia les indicó a los técnicos de INTA Rafaela que con una unidad de ordeñe (un robot) pueden trabajar entre 65 y 67 vacas. “Cuando superamos ese valor empezamos a tener más vacas atrasadas”, advirtió Costamagna. De todos modos consideró que “el sistema más rentable para recuperar la inversión sería con 4 robots para 240/250 vacas”. Aunque aclaró que en otras partes del mundo se usan en tambos familiares o de baja escala. Y apuntó que mientras en un tambo convencional una persona puede atender hasta 35 vacas, en el sistema de ordeño voluntario se puede ocupar de hasta 130/140.
En este sentido sostuvo que todas las tareas que se hacen en un tambo convencional también se realizan con el robot, pero de otra forma. “No reemplaza la mano de obra, eso es un mito”.
Incluso remarcó la mejora en las condiciones laborales. “Las personas que trabajan acá lo hacen solamente 6 horas y media al día”, relató, aunque están conectados al sistema a través de su celular las 24hs los 7 días de la semana “porque el sistema ordeña las 24hs”.
Los empleados, de 28 y 30 años de edad, tienen familia y otras actividades. Y “ellos resaltan mucho ese tiempo libre que tienen”. Sin embargo, para gestionar toda la información que genera el robot (“que no toma decisiones, sino que lo hacen las personas”) el operario ya no puede ser convencional sino que debe contar con otras características.
Ambos tamberos antes trabajaron en establecimientos convencionales y “resaltan mucho que en este sistema el tiempo que no pasan ordeñando lo hacen gestionando datos en una oficina con una computadora”.